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viernes, 30 de enero de 2015

A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, de Manuel Chaves Nogales

Manuel Chaves Nogales, sevillano nacido en 1897, fue un escritor y periodista español que escribió este libro desde el exilio en 1937. Publicó su primer libro con tan sólo 23 años al mismo tiempo que contraía matrimonio y se trasladaba a Madrid desde su Sevilla natal, donde desde muy pronto se abrió camino como periodista realizando reportajes para los principales diarios y llegando a la dirección de «Ahora». En el momento de estallar la Guerra Civil elige quedarse en el lado republicano, hasta que el Gobierno abandona Madrid lo que le lleva a emigrar a Francia, donde residió hasta la invasión nazi con motivo de la Segunda Mundial, momento en que se trasladó a Londres donde falleció en 1944 a la temprana edad de 47 años por una peritonitis. Algunas de sus obras más conocidas son «Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas» escrita en 1935 y excelente biografía, «La defensa de Madrid», «El maestro Juan Martínez que estaba allí» y «La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia Roja».

El libro consta de 71.719 vocablos, estando distribuido en nueve capítulos que pueden leerse en cualquier orden ya que no tienen continuidad. Fueron publicados inicialmente de forma independiente en revistas internacionales y responden a hechos que el propio autor vivió en vivo y en directo, por lo que podemos considerar reales los personajes y las situaciones, como se afirma en el propio prólogo del libro. Los títulos de las nueve historias son Asalto al cuartel de la Montaña, Madrid, 1936, La gesta de los caballistas, A lo lejos una lucecita, La columna de hierro, El tesoro de Briesca, Los guerreros marroquíes, Viva la muerte, Bigornia y Consejo obrero. Nueve relatos que retratan fielmente una historia terrible, donde ambos bandos hicieron gala de cobardías, heroísmos, deslealtades, odios, miedos y todo tipo de adjetivos derivados de esa enorme locura colectiva. Chaves Nogales, que abandonó España asqueado por los dos bandos, lo resume magistralmente en esta frase de su inolvidable prólogo: “… yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea éste un lujo excesivo”.

Estas nueve alucinantes novelas, a pesar de lo inverosímil de sus aventuras y de sus inconcebibles personajes, no son obra de imaginación y pura fantasía. Cada uno de sus episodios ha sido extraído fielmente de un hecho rigurosamente verídico; cada uno de sus héroes tiene una existencia real y una personalidad auténtica, que sólo en razón de la proximidad de los acontecimientos se mantiene discretamente velada.

Manifiesto mi desconocimiento de este autor hasta hace unos días en que me hablaron de este libro en una comida navideña. Es más, se me antoja inexplicable, y quiero pensar que sólo es cosa mía, que la obra de este autor haya pasado tan desapercibida. La prosa es magnífica, una delicia para el lector que flota por encima de las frases con continuidad. Me ha llamado la atención la exquisita asepticidad del relato en un dechado de equilibrio en el tratamiento a ambos bandos, haciendo gala de una desafección radical por los hechos relatados, lo que es muy de agradecer en este tipo de relatos que por lo general si gustan a unos no gustan a otros, o bien no gustan a nadie. Los protagonistas, que sufren en carne propia los horrores de la guerra, evocan la empatía del autor que relata los acontecimientos con maestría y equidistancia singulares y asombrosas. En suma, una lectura muy recomendable incluso para aquellos que no quieren ni oír hablar de estos hechos luctuosos, pero la historia se repite machaconamente y bien haremos en aprender para intentar no repetir.

Siempre se ha dicho que el llamado sentido común es el menos común de los sentidos, pero las enseñanzas y valores que se pueden derivar de lecturas de este tipo se me revelan cómo imprescindibles. Me va a faltar tiempo para poner manos a la lectura de la biografía de Belmonte, pues además de los parabienes que pueden escucharse por todas partes de este libro al considerarle como una obra maestra del género biográfico, la firma de Manuel Chaves es, para mí y tras esta lectura, garantía más que suficiente para anticipar que voy a disfrutar con su lectura.

Iba a poner alguna frase entresacada pero voy a optar por reproducir el prólogo completo del libro, escrito por el propio autor. Un poco largo pero creo que revelador.

Yo era eso que los sociólogos llaman un «pequeñoburgués liberal», ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Trabajador intelectual al servicio de la industria regida por una burguesía capitalista heredera inmediata de la aristocracia terrateniente, que en mi país había monopolizado tradicionalmente los medios de producción y de cambio —como dicen los marxistas—, ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacia la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo. Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas palmaditas en la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo fuese realmente un buen periodista; pero, a fin de cuentas, a costa de buenas y malas caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, ciudadano de una república democrática y parlamentaria.

Si, como me ocurría a veces, el capitalismo no prestaba de buen grado sus grandes rotativas y sus toneladas de papel para que yo dijese lo que quería decir, me resignaba a decirlo en el café, en la mesa de la redacción o en la humilde tribuna de un ateneo provinciano, sin el temor de que nadie viniese a ponerme la mano en la boca y sin miedo a policías que me encarcelasen, ni a encamisados que me hiciesen purgar atrozmente mis errores. Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguardaba trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario.

En realidad, y prescindiendo de toda prosopopeya, mi única y humilde verdad, la cosa mínima que yo pretendía sacar adelante, merced a mi artesanía y a través de la anécdota de mis relatos vividos o imaginados, mi única y humilde verdad era un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad; es decir, una aversión natural al único pecado que para mí existe, el pecado contra la inteligencia, el pecado contra el Espíritu Santo.

Pero la estupidez y la crueldad se enseñoreaban de España. ¿Por dónde empezó el contagio? Los caldos de cultivo de esta nueva peste, germinada en ese gran pudridero de Asia, nos los sirvieron los laboratorios de Moscú, Roma y Berlín, con las etiquetas de comunismo, fascismo o nacionalsocialismo, y el desapercibido hombre celtíbero los absorbió ávidamente. Después de tres siglos de barbecho, la tierra feraz de España hizo pavorosamente prolífica la semilla de la estupidez y la crueldad ancestrales. Es vano el intento de señalar los focos de contagio de la vieja fiebre cainita en este o aquel sector social, en esta o aquella zona de la vida española. Ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España.

De mi pequeña experiencia personal, puedo decir que un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros. Me consta por confidencias fidedignas que, aun antes de que comenzase la guerra civil, un grupo fascista de Madrid había tomado el acuerdo, perfectamente reglamentario, de proceder a mi asesinato como una de las medidas preventivas que había que adoptar contra el posible triunfo de la revolución social, sin perjuicio de que los revolucionarios, anarquistas y comunistas, considerasen por su parte que yo era perfectamente fusilable.

Cuando estalló la guerra civil, me quedé en mi puesto cumpliendo mi deber profesional. Un consejo obrero, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario de la empresa periodística en que yo trabajaba y se atribuyó sus funciones. Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Me puse entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes del capitalista, es decir, siendo leal con ellos y conmigo mismo. Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados. Me convertí en el «camarada director», y puedo decir que durante los meses de guerra que estuve en Madrid, al frente de un periódico gubernamental que llegó a alcanzar la máxima tirada de la prensa republicana, nadie me molestó por mi falta de espíritu revolucionario, ni por mi condición de «pequeñoburgués liberal», de la que no renegué jamás.

Vi entonces convertirse en comunistas fervorosos a muchos reaccionarios y en anarquistas terribles a muchos burgueses acomodados. La guerra y el miedo lo justificaban todo.

Hombro a hombro con los revolucionarios, yo, que no lo era, luché contra el fascismo con el arma de mi oficio. No me acusa la conciencia de ninguna apostasía. Cuando no estuve conforme con ellos, me dejaron ir en paz.
Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas o comunistas.

Los «espíritus fuertes» dirán seguramente que esta repugnancia por la humana carnicería es un sentimentalismo anacrónico. Es posible. Pero, sin grandes aspavientos, sin dar a la vida humana más valor del que puede y debe tener en nuestro tiempo, ni a la acción de matar más trascendencia de la que la moral al uso pueda darle, yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea éste un lujo excesivo.

Se paga caro, desde luego. El precio, hoy por hoy, es la Patria. Pero, la verdad, entre ser una especie de abisinio desteñido, que es a lo que le condena a uno el general Franco, o un kirguís de Occidente, como quisieran los agentes del bolchevismo, es preferible meterse las manos en los bolsillos y echar a andar por el mundo, por la parte habitable de mundo que nos queda, aun a sabiendas de que en esta época de estrechos y egoístas nacionalismos el exiliado, el sin patria, es en todas partes un huésped indeseable que tiene que hacerse perdonar a fuerza de humildad y servidumbre su existencia. De cualquier modo, soporto mejor la servidumbre en tierra ajena que en mi propia casa.

Cuando el gobierno de la República abandonó su puesto y se marchó a Valencia, abandoné yo el mío. Ni una hora antes, ni una hora después. Mi condición de ciudadano de la República Española no me obligaba a más ni a menos. El poder que el gobierno legítimo dejaba abandonado en las trincheras de los arrabales de Madrid lo recogieron los hombres que se quedaron defendiendo heroicamente aquellas trincheras. De ellos, si vencen, o de sus vencedores, si sucumben, es el porvenir de España.

El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado. No me interesa gran cosa saber que el futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras. Es igual. El hombre fuerte, el caudillo, el triunfador que al final ha de asentar las posaderas en el charco de sangre de mi país y con el cuchillo entre los dientes —según la imagen clásica— va a mantener en servidumbre a los celtíberos supervivientes, puede salir indistintamente de uno u otro lado. Desde luego, no será ninguno de los líderes o caudillos que han provocado con su estupidez y su crueldad monstruosas este gran cataclismo de España. A ésos, a todos, absolutamente a todos, los ahoga ya la sangre vertida. No va a salir tampoco de entre nosotros, los que nos hemos apartado con miedo y con asco de la lucha. Mucho menos hay que pensar en que las aguas vuelvan a remontar la corriente y sea posible la resurrección de ninguno de los personajes monárquicos o republicanos a quienes mató civilmente la guerra.

El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligente selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores. ¿De derechas? ¿De izquierdas? ¿Rojo? ¿Blanco? Es indiferente. Sea el que fuere, para imponerse, para subsistir, tendrá, como primera providencia, que renegar del ideal que hoy lo tiene clavado en un parapeto, con el fusil echado a la cara, dispuesto a morir y a matar. Sea quien fuere, será un traidor a la causa que hoy defiende. Viniendo de un campo o de otro, de uno u otro lado de la trinchera, llegará más tarde o más temprano a la única fórmula concebible de subsistencia, la de organizar un Estado en el que sea posible la humana convivencia entre los ciudadanos de diversas ideas y la normal relación con los demás Estados, que es precisamente a lo que se niegan hoy unánimemente con estupidez y crueldad ilimitadas los que están combatiendo.

No habrá más que una diferencia, un matiz. El de que el nuevo Estado español cuente con la confianza de un grupo de potencias europeas y sea sencillamente tolerado por otro, o viceversa. No habrá más. Ni colonia fascista ni avanzada del comunismo. Ni tiranía aristocrática ni dictadura del proletariado. En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra. Rojo o blanco, capitán del ejército o comisario político, fascista o comunista, probablemente ninguna de las dos cosas, o ambas a la vez, el cómitre que nos hará remar a latigazos hasta salir de esta galerna ha de ser igualmente cruel e inhumano. En lo exterior, un Estado fuerte, colocado bajo la protección de unas naciones y la vigilancia de otras. Que sean éstas o aquéllas, esta mínima cosa que se decidirá al fin en torno a una mesa y que dependerá en gran parte de la inteligencia de los negociadores, habrá costado a España más de medio millón de muertos. Podía haber sido más barato.

Cuando llegué a esta conclusión abandoné mi puesto en la lucha. Hombre de un solo oficio, anduve errante por la España gubernamental confundido con aquellas masas de pobres gentes arrancadas de su hogar y su labor por el ventarrón de la guerra. Me expatrié cuando me convencí de que nada que no fuese ayudar a la guerra misma podía hacerse ya en España.

Caí, naturalmente, en un arrabal de París, que es donde caen todos los residuos de humanidad que la monstruosa edificación de los Estados totalitarios va dejando. Aquí, en este hotelito humilde de un arrabal parisiense, viven mal y esperan a morirse los más diversos especímenes de la vieja Europa: popes rusos, judíos alemanes, revolucionarios italianos…, gente toda con un aire triste y un carácter agrio que se afana por conseguir lo inasequible: una patria de elección, una nueva ciudadanía. No quiero sumarme a esta legión triste de los «desarraigados» y, aunque sienta como una afrenta el hecho de ser español, me esfuerzo en mantener una ciudadanía española puramente espiritual, de la que ni blancos ni rojos puedan desposeerme.

Para librarme de esta congoja de la expatriación y ganar mi vida, me he puesto otra vez a escribir y poco a poco he ido tomando el gusto de nuevo a mi viejo oficio de narrador. España y la guerra, tan próximas, tan actuales, tan en carne viva, tienen para mi desde este rincón de París el sentido de una pura evocación. Cuento lo que he visto y lo que he vivido más fielmente de lo que yo quisiera. A veces los personajes que intento manejar a mi albedrío, a fuerza de estar vivos, se alzan contra mí y, arrojando la máscara literaria que yo intento colocarles, se me van de entre las manos, diciendo y haciendo lo que yo, por pudor, no quería que hiciesen ni dijesen.

Luchando con ellos y conmigo mismo por permanecer distante, ajeno, imparcial, escribo estos relatos de la guerra y la revolución que presuntuosamente hubiese querido colocar sub specie aeternitatis. No creo haberlo conseguido.
Y quizá sea mejor así.

Montrouge (Seine), enero-mayo de 1937

miércoles, 28 de enero de 2015

Dispara, yo ya estoy muerto - Julia Navarro

Julia Navarro es, desde mi punto de vista, una extraordinaria escritora de la que no me he perdido ninguna novela, aunque en este blog solo hay reseñado un libro de esta autora, Dime quién soy, y fue en Mayo de 2010, esta aventura bloguera había comenzado unos meses antes. Y ello nos lleva a la conclusión de que la autora no es excesivamente prolija, lo que para mi significa que sus obras están muy preparadas y con una base histórica profundamente estudiada y cuyo resultado se demuestra con la calidad que tienen.

En esta obra, la autora nos cuenta toda la historia y bases de la construcción del estado de Israel en 1948, y para ello utiliza la figura de una mujer, Marian, que como representante de una ONG se entrevista con el judio Ezequiel Zucker para realizar un informe sobre la política de asentamientos que está llevando a cabo el gobierno israelí. Marian conoce muchos datos sobre la historia que le han proporcionado desde el lado palestino los miembros de la familia Ziad. Así que durante la entrevista, Ezequiel nos va desgranando la historia de su familia judia pero, puesto que Marian conoce la historia de los Ziad, le pide que le cuente a él, y por lo tanto a todos los lectores, la visión desde la parte palestina.

Y comienza la historia con Samuel Zucker, un niño ruso y judio que a la vuelta del primer viaje que hacía con su padre por toda Europa para vender pieles rusas en París, se encuentra con que el fanatismo religioso ha llevado a la muerte a su madre y hermanos. Y con tan solo 10 años se empieza a plantear si el ser judio es algo importante, para lo único que le ha servido a él es para perder a su madre y hermanos a los que tanto quería. Pero la vida sigue y su padre y él siguen viviendo en San Petersburgo, hasta que la política de los zares hace que crezca el espíritu revolucionario, que es apoyado por muchos judíos, pero cuando la revolución empieza a triunfar, no solo se descalifica a las clases burguesas sino que también los judíos son perseguidos y muchos de los que consiguen escapar buscan volver a la tierra original de su raza, Palestina. El padre de Samuel será una de las víctimas pero Samuel consigue escapar, y tras una etapa en París donde su padre tenía conocidos, decide ir a Palestina como homenaje de respeto a su padre.

Y la llegada a Palestina es la unión con la familia de Ahmed Ziad, con la conviven en La Huerta de la Esperanza y las relaciones entre musulmanes y judios es absolutamente cordial, cada uno de ellos tiene sus propias creencias pero las relaciones de amistad están por encima de todo.

Pero quedan tantos acontecimientos por suceder desde entonces, la segunda guerra mundial será muy importante, porque los judios que consiguen escapar del holocausto, solo pueden ir a un sitio, y los palestinos, en un territorio gobernado por los ingleses, se oponen a que mas judios inunden esas tierras.

El proceso es muy largo y el protagonismo de la historia pasará a sus hijos e incluso a sus nietos, pero es bueno reseñar la importancia que la amistad entre estas familias persiste aún cuando la separación ha sido absolutamente irreversible por la construcción del estado de Israel.

Y alguno se preguntará, ¿cuál es la razón del título del libro?, evidentemente no la voy a desvelar, yo me lo estuve preguntando cada día que me ponía a leerlo, y no la encontré hasta casi la última página, porque hasta la última página nos lleva la autora con sorprendentes revelaciones.

En resumen, una maravillosa novela, con una base histórica muy documentada, y con las relaciones humanas como enlace fundamental, donde la amistad y el amor están por encima de 'casi' todo. Y como también quiero ser crítico, diré que me ha pasado, como siempre que leo acontecimientos relacionados con el genocidio nazi o la barbarie del período bolchevique, que me hierve la sangre y se me pone un mal cuerpo....
Por otro lado, creo que el número de personajes es excesivo, los que tenemos cierta edad, nos cuesta memorizar los nombres, pero eso es algo muy personal, que para nada significa crítica negativa. Extraordinaria novela.

viernes, 16 de enero de 2015

LAS CRÓNICAS DE LA FORTUNA 01 El secreto del trapecista, de Javier Ruescas

@javier_ruescas es un joven escritor de tan solo veintisiete años conocido mundialmente, no es exageración, en el entorno de la literatura juvenil en habla hispana, gracias a su incesante actividad en la redes sociales donde atiende casi uno a uno a todos sus seguidores. Para no insistir más en su biografía recomendamos utilizar el buscador del blog para acceder a alguna de las reseñas anteriores. Se asoma de nuevo por aquí con ocasión de la publicación de su nuevo libro, que hace el noveno de los que han visto la luz firmados por él y que es el primero de una saga ambientada en el mundo del circo. Publicado el pasado martes 13 de enero de 2015, en estos momentos está a punto de tener lugar la presentación en el reducidísimo espacio de la Fnac de Madrid, donde a buen seguro no cabe un alfiler, cuestión que no he podido comprobar en persona como me hubiera gustada por un asunto familiar que ha impedido mi asistencia en el último momento. Mucha información sobre Javier y sus conexiones en las redes sociales en su muy cuidada página web.

El libro se ha publicado a la vez en los dos formatos, papel y digital, y quiero destacar un hecho que me parece muy significativo y que esperemos que cree escuela. Nos referimos a los precios, de tan solo 12,95 euros para una cuidada edición en papel con tapa dura de 336 páginas o de 4,74 euros para los que prefieran la edición electrónica.
«Para Kyle, ser un circense es un problema. Para Lavelle, una maldición. Para Gunnir, un sueño.»
La historia está ambientada en una imaginaria ciudad y es protagonizada por tres adolescentes, Kyle, Lavelle y Gunnir, que residen en un orfanato pero gustan de hacer escapadas para realizar actuaciones callejeras con las que dar rienda a sus sueños circenses y de paso sacar unas perrillas. Se trataba de una actividad prohibida por las leyes de la ciudad y en una de ellas son sorprendidos por la policía que los persigue y consigue detener, no sin antes darse la circunstancia de un hecho espectacular protagonizado por Kyle que descubre su faceta de no ser un humano, sino un circense. Con este motivo es vendido por la regente del orfanato a Farelli, un empresario de circo de dudosa reputación que se lo lleva lejos de la ciudad. Sus dos amigos han presenciado los hechos y siguen a los raptores hasta ser capturados también y obligados a vivir y trabajar en un lugar alejado en medio de un bosque donde reside la compañía de Farelli, que se caracteriza por su mal trato y malos modos a las personas y animales que integran el grupo. Mientras sufren todo tipo de vejaciones y humillaciones, conocen a un anciano mago, Cairo, que les ayuda a escapar y se convierte en su protector y les ayuda a escapar antes de que tenga lugar el tatuaje que les ligaría para siempre a la odiada compañía de Kramontano.
«Hubo un tiempo en el que todos, humanos corrientes y circenses, convivían… »
Tras muchas vicisitudes atravesando el bosque, contactan con otra compañía, Belforea, dirigida por Marlette, de un signo muy distinto a la otra en la que se goza de libertad y camaradería y en donde son integrados desde el primer momento, viendo colmadas sus esperanzas de dedicarse al mundo del circo y desarrollar sus habilidades, un sueño que habían tenido desde siempre. Cuando todo iba sobre ruedas, el malvado Farelli y sus secuaces atacan violentamente la compañía, causando incendios y destrozos para llevarse con ellos a Kyle e implantarle el tatuaje de los circenses, que le ligará a ellos para siempre. El final de la historia, que tendrá continuación, queda para el curioso lector.

A pesar de ser dirigido a un público juvenil, entre el que por desgracia no me encuentro, la historia es muy legible por cualquier persona de cualquier edad, aunque sea como divertimento y relajo entre historias y libros de más enjundias. Sus 68.416 vocablos nos llevan por el mundo del circo, cada vez menos conocido al menos en los ambientes tradicionales de nomadismo en que se desarrollaba hasta hace pocos años. Es de resaltar la documentación de la que hace gala el autor en las diferentes escenas que tienen lugar a lo que hay que añadir ese toque mágico tan característico al introducir algunos animales fantásticos, como la osálaga, una cría de oso con alas de murciélago que tiene un papel activo en el desarrollo de la trama o los mosquidrilos entre otros. Aunque en la edición digital leída en un lector de tinta electrónica no se pueden apreciar, las ilustraciones que acompañan al texto son un muy buen acompañamiento. Un libro que sin duda tendrá éxito como los anteriores entre un público incondicional de Javier que le sigue activamente a través de twitter, facebook y sus canales en youtube, cuando no presencialmente en su faceta de profesor de la escuela de escritores de Madrid o en los numerosos actos públicos en los que interviene en toda la geografía nacional y países de habla hispana.

No me resisto a comentar la curiosidad que ha levantado en mí el uso de la palabra «circense» o derivados, que es utilizada en 129 ocasiones y que en un primer momento me parecía errónea en lugar de «cirquense». Una oportuna consulta al diccionario me ha hecho ver mi error en favor de «circense», que no ha dejado de resultarme extraña durante todo el relato.

martes, 13 de enero de 2015

Primavera con una esquina rota, de Mario Benedetti

Uruguayo de nacimiento, Mario Benedetti nació bajo el signo de virgo en 1920 y tras deambular en sus primeros años por algunas poblaciones, cuando contaba cuatro años llegan a la capital, Montevideo. Tras unos primeros años de estudios, con catorce comienza su etapa laboral trabajando en una empresa de repuestos para automóviles. Muy activo en diversas etapas de su vida en el mundo público, en 1973 y con motivo del golpe de estado tuvo que abandonar Uruguay, residiendo en Buenos Aires, Perú, Cuba y Madrid, alejado de su esposa que permaneció en el país por motivos familiares. Consiguió regresar en 1983 y desde entonces estuvo volcado en su actividad literaria, recibiendo numerosos premios internacionales hasta su fallecimiento, que tuvo lugar en mayo de 2009. Su obra es muy prolífica y en ella refleja la angustia de sus compatriotas por encontrar salidas a las circunstancias políticas impuestas por los militares no solo en su país sino en muchos de los países vecinos. Por reflejar alguna de sus obras, podemos destacar «Andamios» publicada en 1997 donde transmite sus impresiones personales en el regreso tras el exilio.

El relato nos presenta la vida de una pareja, Santiago y Graciela con su hija Beatricita. Él se encuentra preso en otro país, Perú, en una cárcel cuyo nombre es «Libertad» viviendo en la distancia en un mar de ensoñaciones, suspirando por su libertad y vuelta a la normalidad familiar y comunicándose con los suyos por cartas ajenas a la realidad. Se produce lentamente un acercamiento de Graciela a Rolando, un amigo y compañero de fatigas políticas de Santiago. Don Rafael, padre de Santiago, es puesto en conocimiento de esta relación por Graciela, pero aconseja ocultarla porque sería un tremendo mazazo para él mientras esté en prisión. La situación es complicada en las relaciones de Graciela y Rolando que deben tener cuidado para que Beatricita no sospeche.

Me ha costado mucho esfuerzo avanzar en la lectura de este libro. Probablemente si no hubiera sido recomendado por un club de lectura no hubiera pasado de su quinta parte. Ahora me alegro de haber llegado al final y aunque no tengo claro si recomendaría su lectura, tengo que reconocer que determinadas piezas sueltas han llamado mi atención: las intervenciones frescas de la niña, algunos pensamientos de los protagonistas, el lenguaje y el estilo utilizado por el autor en algunos pasajes... Se trata de un libro publicado en 1982 y que consta de 208 páginas con cerca de cincuenta mil vocablos, tratándose, pues, de un libro relativamente corto. Sobre una estructura simple y difusa al menos en su primera media parte, el avance en la lectura transmite lucidez y ternura en unas relaciones marcadas por el tiempo político que ha tocado vivir a los protagonistas. Las Intervenciones frescas de la niña Beatriz, como por ejemplo cuando habla de amnistiar a una amiga y al toro, ponen un contrapunto de alegría a una historia humana con tintes tristes. La calidad literaria de la narrativa está fuera de toda duda y tomando como base una época real de la vida de Uruguay profundiza en conflictos universales del ser humano reflejando el dolor, el miedo, la melancolía, la desesperanza, los sentimientos de culpa y las ilusiones frente a las injusticias que son el pan nuestro de cada día en este mundo. Un testimonio desgarrador que nos llega al alma al hablarnos de cómo las circunstancias políticas afectan y conmocionan las relaciones de las personas que no obstante no pierden la ilusión y mantienen la esperanza en la llegada de una primavera.

En el club de lectura en el que hemos tratado del libro todo han sido parabienes para este libro, destacando el tratamiento de los personajes y las escenas que quedan tremendamente abiertas para que cada cual complete la historia. Una novela trágica contada en un sentido positivo, construyendo una historia en cada personajes que refleja sus vivencias y derrocha empatía y sensibilidad. Quizá un pero es que todos sus personajes son demasiado inteligentes. El tiempo se ha detenido para Santiago en su prisión, donde fomenta sus recuerdos mientras que para el resto de los personajes continúa, lo que propicia un choque final bellamente auspiciado por el escritor. El lector se ve impelido a ponerse en el lugar de los personajes y tomar decisiones de que hubiera hecho o pensado en su lugar.

El texto contiene numerosísimo párrafos que serían destacables por su poesía, su lenguaje, su narrativa o su expresividad. A continuación algunos de ellos.
la primavera es como un espejo pero el mío tiene una esquina rotaera inevitable no iba a conservarse enterito después de este quinquenio más bien nutridopero aun con una esquina rota el espejo sirve la primavera sirve
Elotoño es la más misteriosa de las estaciones porque no hace ni frío ni calor y entonces uno no sabe qué ropa ponerse. Debe ser por eso que yo nunca sé cuándo estoy en elotoño. Si no hace frío pienso que es verano y si no hace calor pienso que es invierno. Y resulta que era elotoño.
Repasar la corteza de un árbol experimentado es como acariciar la crin de un caballo que uno monta a diario.
Y yo me siento muy falluta tratando de contestarle en esa misma vena. Por otra, me parece espantoso que él, allá en Libertad, entre cuatro paredes, reciba un día una carta mía (estoy segura de que el sadismo de los milicos haría que se la entregaran de inmediato) en la que yo le diga que no quiero ser más su mujer y para colmo que estoy enamorada de uno de sus mejores amigos.
Graciela que había estado decorosamente pálida de pronto se coloreó y suspiró como quien entra en una florería de lujo, y él consideró que ahora correspondía extenderle una mano y en consecuencia se la extendió por sobre la mesita ratona sorteando hábilmente el búcaro sin claveles y el cenicero con puchos, y ella estuvo un rato o sea cuatro segundos vacilando y luego también extendió su mano delgada que parecía de pianista pero era de mecanógrafa y ésta pasó a ser la prueba del nueve porque el contacto fue después de todo suficientemente revelador y ambos se miraron como descubriéndose.
Lo peor de todo era dejar correr el tiempo sin haber llegado a un acuerdo sobre el futuro.
El trasplante forzoso es duro en cualquier edad. Eso lo he sufrido en carne propia. Pero tal vez sean los jóvenes quienes se sienten más castigados. Y no lo digo por Graciela, o por Rolando, o por el mismo Santiago cuando algún día esté libre. Pienso más bien en los muchachos que eran todavía unos gurises cuando empezó el quilombo. A ellos les debe ser casi imposible concebir este tramo de sus vidas como algo no transitorio, como una frustración a larguísimo plazo. Y el peligro es que tal sensación pueda convertirlos en víctimas de una erosión irreversible.

martes, 6 de enero de 2015

Siete años de abundancia de Etgar Keret

Después de oir una entrevista en Radio Nacional con Etgar Keret me quedé con ganas de leer algo suyo. Le presentaban como un autor israelita de cuentos, de historias breves. Entre su también breve bibliografía acababa de publicar un libro de no ficción basado en sus experiencias y por ése me decanté. Los Siete Años de Abundancia es un compendio de historias cortas basadas en la vida del autor a partir del nacimiento de su hijo. Son historias siempre tiernas a pesar del ambiente en el que se desarrollan, en ocasiones en medio del conflicto bélico de la zona. A través del libro podemos viajar por ese Israel tan variado como desconocido conociendo judíos ultraortodoxos o laicos, a la familia del autor y a sus amigos. Es curioso, la normalidad con la que se relata lo mismo un viaje familiar en medio de un bombardeo o el tener que viajar y encontrarse sin billete para el avión. Se respira el espíritu optimista del autor y lo que más se disfruta son las risas que en ocasiones provoca relatando historias que a nosotros en nuestro cómodo y ‘pacífico’ mundo nos resultarían de lo más enervantes. Recomiendo el libro a todo el que desee pasar un rato agradable, como todo en este autor, es corto y fresco.

Los años que vivimos PPeligrosamente, de Cristina Pardo

@cristina_pardo es una pizpireta periodista navarra, de ascendencia maña por parte de padre, que en la actualidad cubre la información del PP para la emisora de televisión «La Sexta» y que ejerce con muy buenas maneras de presentadora suplente del programa «Al Rojo Vivo» cuando se ausenta su titular. Con más años de profesión de los que pudiera parecer por las fechas de su carnet de identidad, empezó muy joven en la cadena Cope con maestros de la talla de Luis Herrero y Federico Jiménez Losantos para recalar en 2006 en su actual cadena y ejercer de «seguidora» del partido ahora en el poder desde 2008, con lo que ha sido un testigo de excepción del devenir de esta formación en su doble faceta de opositores antaño y gobernantes hogaño. «Los años que vivimos PPeligrosamente» es su opera prima en el mundo del libro y fue editado en abril del pasado año 2014. Colabora también en el programa de radio titulado casi como este blog «A vivir que son dos días» con su «Diccionario de conceptos políticos» y no me resisto a mencionar que ha sido elegida los tres últimos años para presentar en la tradicional cena de periodistas parlamentarios y políticos los MONÓLOGOS, en los que con su mordacidad e hilaridad saca los colores a nuestros representantes provocándoles la risa o la seriedad según el humor con el que se lo tomen. No se pierdan estas tres piezas antológicas antes de leer el libro y tendrán un indicativo de por dónde van los tiros en las páginas del mismo: 2012, 6:49 minutos, 2013, 9:07 minutos y 2014, 9:01 minutos.

El libro recorre en 22 capítulos diversas vicisitudes acaecidas en los últimos seis años durante las comparecencias o actos públicos de los políticos del PP. Rebosando humor por los cuatro costados, nos muestra las frases y los temas que más han dado que hablar en estos años en los medios de comunicación y las redes sociales, especialmente de Mariano Rajoy pero también de otras figuras relevantes del partido. Asuntos como la explicación del finiquito en diferido de Cospedal, el fin de la cita o el Luis sé fuerte de Rajoy, el relaxing cup of coffee de Ana Botella o las comparecencias en pantalla de plasma, nada se escapa de quedar reflejado en sus doscientas cincuenta y seis páginas en la edición impresa que contienen cerca de cincuenta mil vocablos.

Llamar a las cosas por su nombre no es un deporte que se practique con asiduidad en los asuntos públicos. La clave de ironía y humor está presente en todo el texto, sin por ello dejar de ser un relato comedido y respetuoso ateniéndose a hechos que la autora ha vivido en directo. El asunto de las ruedas de prensa sin preguntas o con dos preguntas pactadas de antemano es un vivo reflejo de la relación de amor y odio entre políticos y periodistas, dependiendo de la afinidad de estos y sus medios para suavizar o cargar las tintas. Cristina Pardo destaca por su independencia y por ello y por la cadena a la que pertenece, La Sexta, es vista con recelo por la mayoría de los políticos que la respetan y un poco la temen. Dependiendo del mayor grado de simpatía del lector con el PP, la amenidad de la lectura fluctuará, y lo que para algunos son gracias para otros serán espinas: todo depende del color del cristal con que se mira. Pero los hechos están ahí, los hemos visto muchos de ellos en televisión y en prensa y este libro lo único que hace es dar fe de ellos de una manera desenfadada que no sé si calificar de ensayo o novela, casi de ciencia ficción por los hechos que describe. Se puede decir más fuerte, pero no más claro: fresco, ingenioso, alegre, distendido, directo, entretenido y muy recomendable para repasar parte de la vida política española de los últimos años. Esperemos que algún colega de la autora se anime a hacer otro catecismo similar con otros partidos, como por ejemplo el PSOE, que nos sirvan para refrescar la memoria ahora que entramos en época de elecciones.

Algunas perlas rescatadas de sus páginas
El mejor resumen de lo que sucedió aquellos días lo leí en Twitter. Lo escribió Carlos Langa y decía así: «Maquiavelo, al contemplar el panorama político español, enrolla El Príncipe y se lo mete por el culo».
Lástima que no estuvieran tan despiertos a la hora de tuitear sobre la eliminación de los discos duros de Bárcenas. A ver si, entre unos y otros, encuentran algún día un método para borrar la cara dura.
Cuando ya se marchaba del hemiciclo, la prensa volvió a intentarlo y entonces las cámaras le pillaron diciendo aquello de «Está lloviendo mucho». Y tanto que llovía. Llovía sobre mojado. Sobre todo, si hablamos de la indignación de las víctimas del terrorismo.
Es una versión castiza del poema de Neruda y dice así: «Me gustas cuando callas, porque estás como Presidente». Fin de la cita.
En enero de 2014, y supongo que condicionados por el revuelo que se había armado, la Secretaría de Estado de Comunicación volvió a cambiar el sistema de preguntas en las ruedas de prensa.
… que alguien del PP le había dicho que tuviera cuidado conmigo, que tengo mucho peligro.
Y así fue como se instaló en el pensamiento popular eso de felicitar al presidente por su cumpleaños, porque eso significa que al menos una vez al año cumple algo.
Durante esta legislatura he llegado a la conclusión de que lo peor que le puede pasar a un político es que nadie le crea. Perder la confianza. Que su palabra no valga absolutamente nada. Porque además crea un efecto rebote que provoca una desconfianza generalizada hacia todos los partidos. Hacia los que cumplen y hacia los que no.

jueves, 1 de enero de 2015

Frankenstein, de Mary Shelley

Comentamos hoy el libro seleccionado para el cuarto trimestre de dos mil catorce del club de lectura de A leer que son dos días. Para el primer trimestre de dos mil quince queda seleccionado el titulado «Traficantes de mentiras: o cuando las moscas se equivocan» opera prima auto publicada por Consuelo Sanz de Bremond, una asidua de este blog, y que puede localizarse en este enlace.

Mary Wollstonecraft Godwin, conocida como Mary Shelley, fue una autora británica nacida en las postrimerías del siglo XVIII, hija de un filósofo y una escritora, aunque su madre falleció a los pocos días del parto. Cuando contaba 16 años de edad abandonó su hogar y viajó por diferentes países acompañando al poeta Percy B. Shelley, con el que había iniciado una relación amorosa pese a estar este casado. Se le considera una de las pioneras del género denominado «ciencia ficción» y buena prueba de ello es el presente libro publicado hace casi doscientos años, en 1818, cuanto la autora contaba tan solo veinte años de edad. Mary se inspiró para su creación en una pesadilla que tuvo a los dieciocho años consiguiendo un gran éxito entre el público y los críticos. Escribió otras novelas y algunos libros de viajes pero nunca obtuvo tanto éxito como con «Frankenstein» aunque abundó en el género con relatos como «El último hombre» que trata de la destrucción de la raza humana por una terrible plaga.

La fábula tiene lugar en la Europa del siglo XVIII en plena efervescencia del culto por todo lo que rodea a la ciencia. Robert Walton, explorador británico en una expedición para localizar el Polo Norte, recoge a un viajero solitario perdido entre los hielos que le cuenta una extraña historia. Este viajero es Víctor Frankenstein. El capitán se muestra incrédulo en los primeros momentos, que refiere a su vuelta mediante cartas a su hermana Margaret, sobre los pormenores de la extraña y rocambolesca historia. Este prolegómeno da a paso a la descripción de la vida del protagonista acerca de su infancia y adolescencia familiar en Ginebra y su traslado a la universidad alemana de Ingolstadt donde se siente atraído por la fisiología destacando pronto entre sus compañeros y especialmente sus profesores. Se propone como fin una especie de jugar a ser Dios, algo absolutamente prohibido en la época, insuflando vida a materia humana muerta y consiguiendo crear un ser, un monstruo con semblante humano pero con proporciones descomunales y de aspecto extraño. El ser desaparece de su vista pero al volver a su tierra natal ante la llamada de su padre descubre que no se ha librado del monstruo que acaba de asesinar a su hermano pequeño en un bosque cercano. Se van produciendo varias muertes al tiempo que el engendro, que no tiene nombre, se va haciendo cada vez más humano en sus acciones, su lenguaje y sus sentimientos, que si en un primer momento son de acercamiento y cariño, se van convirtiendo en de rechazo a los humanos por no poder alcanzar su perfección y diversas experiencias adversas en sus intentos de acercamiento. Cuando contactan Víctor y su creación, es cuando el propio monstruo narra la historia desde su creación; abandonado por su propio «padre», una criatura inocente que va aprendiendo poco a poco las reglas sociales. El ser acaba chantajeando a Víctor amenazándole con más muertes y más horror si no crea una criatura similar como compañera para poder experimentar lo que se siente en el terreno del amor y los sentimientos. Aunque Víctor cede en primera instancia e inicia un viaje por Inglaterra y Escocia para dar forma a un nuevo engendro, se da cuenta de que la idea no es viable para la raza humana y aborta la operación, lo que encrespa al monstruo que jura venganza. A pesar de la diferencia de poder físico entre ambos, Víctor jura darle muerte y le persigue por tierra y mar hasta que tiene lugar el encuentro con el barco y su capitán con el que da comienzo la novela. La obsesión de uno y el odio del otro les conducirán a un espeluznante y patético final que queda para el curioso lector que se acerque a las páginas de este libro.

Un libro clásico no sólo por sus casi doscientos años sino también por ser, como ya hemos comentado, uno de los pioneros en la ciencia ficción en este caso en su versión de relatos de horror. Sus alrededor de doscientas cuarenta páginas según ediciones con sus setenta y un mil vocablos se leen de un tirón y me han resultado delicioso en su narrativa con su prosa brillante en algunas de sus partes, entre las que destaco la estancia del monstruo en el cobertizo junto a la casa del ciego haciendo favores ocultos a él y su familia. De alguna forma, el monstruo, que acaba el libro sin un nombre y con descripciones de lo más despectivas tales como «engendro», «criatura», «monstruo» o «demoníaco ser», es como una metáfora del concepto del «buen salvaje», que nace con el contacto con las poblaciones indígenas de América en su descubrimiento y que de «ser puro» acaba convertido en «ser contaminado» por una sociedad codiciosa, fanática y degenerada que le obliga. En otro orden de cosas, el relato bien pudiera ser un ejemplo de las consecuencias que puede tener un desarrollo científico sin control. El monstruo llega a conversar amigablemente pero solo ante un hombre ciego que no se puede dejar influir por su temible y poco humano aspecto, que infunde horror y pánico a primea vista en quienes le ven.

En su versión inicial el título estaba apostillado con «o el moderno Prometeo» que según podemos leer en reseña.org «resulta fácilmente comprensible para aquellos que hayan leído la mitología clásica. Robado por los dioses, el fuego dejó a la Humanidad sin forma de guarecerse del frío, calentar los alimentos o defenderse de algunas bestias. Prometeo, hijo de Jápeto y la oceánide Asia (o Clímene) era el Titán que se sentía más próximo a la Humanidad, decide robar el fuego a los dioses y devolvérselo a los seres humanos. Astutamente burla a Zeus y logra su objetivo aunque, cuando éste lo descubre, le somete a un tormento a través de un águila (hija de Tifón y Equidna) para que devore el hígado de Prometeo. Al ser inmortal, su hígado vuelve a crecerle cada noche y el águila se lo come cada día. Este castigo debía ser eterno, pero Heracles le libera de camino al Jardín de las Hespérides. Siendo Heracles hijo de Zeus, éste ve la liberación como un acto honroso para sí mismo y no vuelve a castigarle».

Hay multitud de películas alrededor del tema, pero serían de destacar dos de ellas: la primera titulada «El doctor Frankenstein», de 1931, dirigida por James Whale y de la que recordamos el papel de Boris Karloff interpretando al monstruo pero que tiene poco o nada que ver con el libro y la algo más ajustada pero sin exagerar de 1994 titulada «Frankenstein de Mary Shelley» y dirigida por Kenneth Branagh con Robert de Niro como actor principal.

Algunos párrafos extractados el libro…
Nadie salvo los que lo han experimentado, puede concebir lo fascinante de la ciencia. En otros terrenos, se puede avanzar hasta donde han llegado otros antes, y no pasar de ahí; pero en la investigación científica siempre hay materia por descubrir y de la cual asombrarse. Cualquier inteligencia normalmente dotada que se dedique con interés a una determinada área, llega sin duda a dominarla con cierta profundidad.
Poco después de llegar al cobertizo, encontré algunos papeles en el bolsillo del gabán que había cogido de tu laboratorio. En un principio los había ignorado; pero ahora que ya podía descifrar los caracteres en los cuales se hallaban escritos, empecé a leerlos con presteza. Era tu diario de los cuatro meses que precedieron a mi creación. En él describías con minuciosidad todos los pasos que dabas en el desarrollo de tu trabajo, e insertabas incidentes de tu vida cotidiana. Sin duda recuerdas estos papeles. Aquí los tienes. En ellos se encuentra todo lo referente a mi nefasta creación, y revelan con precisión toda la serie de repugnantes circunstancias que la hicieron posible.
Yo era afectuoso y bueno; la desgracia me ha convertido en un demonio. Hazme nuevamente feliz y volveré a ser virtuoso.
Satán tuvo compañeros, diablos como él, que lo admiraban y alentaban. Yo, por mi parte, estoy solitario y odiado.