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lunes, 9 de marzo de 2015

NO, mi general, de Zaida Cantera e Irene Lozano

@ZaidaCantera Recogemos del propio libro la biografía de las dos autoras del mismo. Zaida Cantera de Castro nació en Madrid y desde niña destacó en diversos deportes, llegando a ser campeona absoluta de España en natación. Cursó sus estudios en la Academia General Militar para convertirse en oficial del Ejército de Tierra, especializada en transmisiones. Ha participado en misiones internacionales en Kósovo y Líbano –con numerosas felicitaciones y medallas militares– y ha alcanzado el empleo de comandante. Después de diecisiete años de servicio, se ve obligada a abandonar las Fuerzas Armadas tras sentirse represaliada por los amigos y compañeros de promoción del entonces teniente coronel al que consiguió condenar a dos años y diez meses de prisión por acoso sexual y laboral, como se cuenta en este libro. Zaida es una brillante militar, uno de los miembros más destacados de su promoción, con numerosas condecoraciones y felicitaciones, que ha estado destacada en distintas misiones internacionales Actualmente, en marzo de 2015, se encuentra de baja médica desde febrero de 2014. El 14 de julio de 2014 solicitó la incoación de un expediente de insuficiencia de condiciones psicofísicas para determinar si todavía posee las facultades para continuar en el Ejército de Tierra. En marzo de 2015 sigue esperando la resolución del informe.

Irene Lozano, nació en Madrid en 1971 y es diputada y escritora. Licenciada en lingüística por la Universidad Complutense de Madrid y diplomada en Filosofía por el Birkbeck College de la Universidad de Londres. Como escritora, ha publicado numerosos ensayos y biografías y como periodista, ha trabajado en los principales medios españoles. En la actualidad escribe una columna semanal en «El confidencial», colabora esporádicamente en el diario «El País» y participa habitualmente en la mesa política de Hora 25, La Sexta noche y Las mañanas de Cuatro. En las elecciones generales de 2011 fue elegida diputada nacional. Es portavoz de UPyD en las comisiones de Defensa, Asuntos Exteriores, Cooperación, RTVE y UE. Forma parte del Consejo del European Council on Foreign Relations (ECFR) y del Consejo de Dirección de UPyD.

«No puedes marcharte, porque entonces ganan ellos.»

De la sinopsis del libro, poco que comentar. Hay que leerlo. Se trata del relato de algunos hechos biográficos de la vida de la protagonista que tienen relación con el caso y de todos los pormenores de las barriobajeras actuaciones de un teniente coronel que, al no ser correspondidas, desencadenaron una historia de persecución que fue más allá de lo personal hasta convertirse en una bola de nieve que ha llegado a afectar, ¿afectar?, a las más altas instancias del Ejército y del Gobierno. Estructurado en 24 capítulos, el relato avanza desgranando los hechos y dejando constancia de las actuaciones de unos y otros y del impacto emocional en el carácter y la personalidad de Zaida, un carácter fuerte y forjado en la lucha pero no contra sus propios compañeros de los que cabía esperar protección en lugar de hostilidad.

La magia de internet y de los libros en formato electrónico me ha permitido dar buena cuenta de este libro en el mismo día de su publicación. Ayer por la noche veía el enorme trabajo de Jordi Évole en su programa «Salvados» y me tenía que contener para no saltar de mi sofá indignado ante tanta ignominia. No sé si en algún momento se mencionó el libro en el programa, pero al simultanear la visualización del mismo con las redes sociales advertí la existencia del mismo. Su compra fue inmediata aunque estaba en reserva al publicarse hoy. Esta mañana bien pronto me ha faltado tiempo para iniciar su lectura, que ya he finalizado, sacando tiempo a ratos a lo largo del día de donde he podido. Como sufridor en propias carnes de acoso laboral—mobbing— durante años y en más de una ocasión, no he podido por menos que empatizar con Zaida Cantera al mismo tiempo que mis catorce meses de secuestro legal para «servir a la Patria» hace ya muchos años me hacen otorgar un alto grado de credibilidad a los casi ochenta mil vocablos contenidos en sus páginas en un relato que estremece, que pone los pelos de punta y que hace a uno sentir como pasan los años y ciertas cosas no cambian o si lo hacen es para peor. Una profesional como la copa de un pino, reconocida por todos, cae en desgracia profesional, y lo que es peor, personal, porque a un acosador, un jefe tóxico de los muchos que inundan la geografía patria, se le mete en la cabeza dedicarse a cuestiones colaterales a su cometido y dar rienda suelta a sus instintos más bajos. Los hechos relatados son probados y hay una sentencia firme de un tribunal militar —siempre más opaco de lo que debería ser— que lo asevera. Y no es un caso único en los últimos tiempos, ya que que me viene a la memoria el del teniente Luis Gonzalo Segura cuyo libro «Un paso al frente» ya comentamos en este blog. Además de leer este libro recomiendo de forma complementaria la visualización de la magnífica película «ALGUNOS HOMBRES BUENOS». En ella, un humilde «tenientucho» actuando como fiscal en un juicio militar norteamericano, si no recuerdo mal, consigue sacar de sus casillas a todo un general, sin dejarse amilanar por las estrellas, con la pregunta directa y mantenida: ¿Ordenó Vd. El código rojo?

«Feliz cumpleaños. Que sepas que el coyote nunca se rinde. Y no lo he dicho yo»

La secuencia del relato es trepidante, yendo al grano y planteando los hechos básicos esenciales de la historia sin entrar en consideraciones de tipo emocional. Alrededor de la protagonista, aparecen los personajes que contribuyeron a su calvario por acción con nombres y apellidos a la vez que se silencian los de aquellos que la ayudaron, aunque flotan en el ambiente numerosos pecados de omisión cometidos por los que en el argot se denominan testigos mudos: esos que lo ven todo y prefieren mirar para otro lado. Se lee de un tirón entrando de lleno en la historia y poniéndose en la piel de la protagonista que nos hace partícipe de los hechos a la vez que de sus sentimientos y sus preguntas que la acosan en todo momento en estos últimos años. Como dirían los gitanos, «pleitos tengas y los ganes», porque ella ganó pero en ese momento empezó a perder. Y no solo ella, sino también su marido, comandante brillante que tuvo que abandonar su profesión al sufrir el estigma de unos «coincidentes laborales» que no compañeros que empezaron a hacerle el vacío por los hechos relatados en este libro y que afectaban a su mujer. Al final del libro, en su alegato «Adiós a las armas», Zaida nos hace llegar el dolor que siente, no solo por ella misma al despedirse de una profesión que ama y en la que ha demostrado su valía sino por todos los que quedan en ella y por una sociedad en general, enferma, que da cabida a estas prácticas.

«Todo cambio representa siempre una oportunidad» y me consta que allá donde recale Zaida demostrará de nuevo su valía y beneficiará a sus compañeros, siempre que entre ellos no aparezca otro personajillo tóxico que sienta envidia y no sepa aprovechar sus aportaciones. Y mi felicitación a Irene Lozano que con su actuación ha demostrado que los integrantes de cierta clase, no sé si casta, no son todos iguales.

Entresacados de entre sus párrafos los siguientes textos…
Hay muchos testigos. … —Buf, ya sabes lo que pasa luego con los testigos, se rajarán.
¿Se jugarán su carrera por ti? ¿Se enemistarán con los jefes?
No. No tenía facturas de su sufrimiento
Así empezó su vida militar: su sola presencia obligaba a los demás a tomar partido.
Sin embargo, cuando empiezan a desfilar los testigos de mayor graduación, los fallos de memoria se suceden. Se ve que la amnesia selectiva causa estragos entre los jefes del Ejército. Los coroneles y tenientes coroneles llamados por Lezcano aseguran no recordar nada de lo narrado por Zaida. No dicen que fuera mentira, simplemente no «recuerdan».
La condena es grave y el acosador deberá cumplirla en la prisión militar. Con todo, el acosador convicto Lezcano-Mújica debe considerarse afortunado, pues salta a la vista que en algo se han apiadado de él: si le hubieran impuesto tres años y un día de prisión o más, como pedía el fiscal, habría perdido de forma automática la condición de militar. Nunca habría vuelto a vestir el uniforme. Los tres jueces escandalizados tienen buen cuidado de dejarle a salvo, justo en el límite de los dos años y diez meses. Para que, cuando salga de la prisión militar, pueda reincorporarse a su puesto de coronel en el Ejército de Tierra y volver a mandar con su peculiar «estilo» sobre más de mil hombres y mujeres.
¿Qué me pasó?». Y entonces el psicólogo tiene que explicarle una vez más que ella no esperaba ser agredida por uno de los suyos…
Actuaban conforme a la ley, pero una vez más se cumplía la máxima de Balzac: «La ley es como una tela de araña que atrapa a las moscas pequeñas y deja pasar a las grandes».
El viejo dilema de la obediencia debida. ¿Qué debe hacer un militar consciente cuando sabe que le han ordenado de manera ilegal e injusta arruinar la carrera de un militar cuyo pecado ha sido librarse de su acosador sexual y que no quede impune?
Él sabía, y así se lo dijo a ella, que denunciar al acosador Lezcano pondría fin a su carrera en las Fuerzas Armadas. Sin embargo, no pensó que fuera a tener que pagarlo con su salud.
Sin embargo, nada más saludarla percibo la disonancia entre esa presencia física imponente y la infinita herida de su alma.
El día del debate en el Pleno, comienzo mi intervención avergonzando al ministro Morenés con una ironía: «Señor ministro, en primer lugar me alegro de verle. Le he llamado por teléfono cuatro o cinco veces en las últimas dos semanas y, al no devolver la llamada, estaba preocupada por su salud. Me alegro de que esté bien».


En la balanza de la justicia militar, las estrellas, los apellidos y los clanes internos pesan mucho más que los hechos y las leyes. Por eso se puede afirmar sin temor a exagerar un ápice que la justicia militar es, a día de hoy, un mecanismo de impunidad, arbitrariedad e injusticia dentro de las Fuerzas Armadas y que, mientras no se solucione, será imposible afirmar que los militares españoles disfrutan del derecho fundamental a tener un juicio justo y con garantías.

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