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sábado, 27 de mayo de 2017

Las desterradas hijas de Eva, de Consuelo García del Cid Guerra

Consuelo García del Cid Guerra (Barcelona, 1958) es directora del periódico digital Tenemoslapalabra. Durante los años 70 y 80 colaboró como cronista con Ajoblanco, El Viejo Topo y Ozono. Cofundó la revista literaria Orto. Sus obras de investigación-denuncia sobre casos de abusos y maltrato a mujeres y robo de niños en centros públicos durante el franquismo «Las desterradas hijas de Eva» y «Preventorio de Guadarrama. La voz de la Memoria» (Editorial Anantes) han tenido una amplia cobertura televisiva en Espejo público de Antena 3. Autora del libro de relatos «Por lo que hemos sido» (1980), formó parte como poeta en la «Antología Nueva Poesía Castellana» (1979) y en la «Antología Peliart» (1980). Fue premio de poesía Literaducto (1979) y finalista del premio de Novela Elyssée por su obra «Una enjundia de nada» (1978). Es autora de la novelas «Al ladrón», «No me olvides», «Te la quitaré aunque esté muerto» y «Librada», así como de los ensayos políticos «Ruega por nosotras» y «Camino de la justicia». (Texto recogido de la solapa de portada del libro).

La siguiente sinopsis está recogida de la tapa posterior del libro. Mientras España dejaba atrás la dictadura y vivía con pasión su Transición democrática, los aires de cambio llegaron mucho más tarde para un numeroso grupo de mujeres jóvenes. Abusos, maltratos físicos, humillaciones, incluso robos impunes de sus propios hijos constituían la ley cotidiana en tenebrosos centros de privación de libertad para mujeres jóvenes, como la llamada Maternidad de la Almudena. Unos siniestros muros entre los que malvivían adolescentes cuyo único "pecado" fue atentar contra las buenas costumbres al bailar agarrados, fumar a escondidas, tener relaciones sexuales, replicar a un padre autoritario o quedarse embarazadas. Ha tenido que pasar mucho tiempo, demasiado, para rescatar del olvido la historia de aquellas mujeres. Por fin ha llegado el momento de contar esa verdad. Esta es la dolorosa crónica de un pasado reciente todavía trágicamente desconocido. Una asignatura pendiente de esta democracia, que aún aspira a una dignidad moral que la historia y millones de personas todavía exigen.

Los testimonios que se suceden uno tras otro en los diferentes edificios desgarran la mente del lector que se resiste a seguir leyendo. Niñas y adolescentes, «jóvenes caídas o en riesgo de caer» en el argot del régimen, eran «recogidas» por el «Patronato», muchas veces a instancias de sus propios padres, donde vivían días de horror infligidos por figuras que se suponían de referencia como eran sacerdotes, religiosas, médicos o similares. Sitios tristemente famosos como El Preventorio del dr. Murillo en Guadarrama (Madrid) o La Maternidad de la Almudena, en Peñagrande (Madrid) entre otros muchos ubicados en la geografía nacional competían por ser los más temidos por las internas por sus prácticas cuasi carcelarias cuando no de verdaderos campos de concentración. Los testimonios son terroríficos y más cuando se conoce que el asunto se alargó hasta principios de los años ochenta, cuando se supone que la democracia llevaba años instaurada en el país. Y todo esto conecta por si fuera poco con el tema de los «bebés robados» práctica que suponía pingües beneficios a unos cuantos desalmados que se aprovechaban de estas niñas y adolescentes, robándolas sus hijos, mientras las autoridades competentes miraban para otro lado cuando no fomentaban estas prácticas, insisto, no solo en la época franquista sino bien entrada la democracia. Otra asignatura pendiente de las muchas que quedan por cerrar de aquellos «oscuros años».


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