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viernes, 26 de abril de 2019

La hija de la española, de Karina Sainz Borgo

@karinasainz   Karina Sainz Borgo es una venezolana nacida en Caracas en 1982. De padres y abuelos españoles, posee la doble nacionalidad por lo que, en 2006, con 24 años, decidió trasladarse a España ante la insostenible deriva de la situación en Venezuela. Periodista de profesión especializada en temas culturales, ha publicado «Caracas hip-hop (Caracas, 2007)» y «Tráfico y Guaire. El país y sus intelectuales (Caracas, 2007)», además de este que comentamos hoy, que ha tenido una aceptación mundial y ha sido traducido a una veintena de idiomas en su lanzamiento. Algunos escritos suyos pueden leerse en su blog «Crónicas barbitúricas».

El relato comienza cuando Adelaida Falcón, una mujer culta y maestra residente en Caracas, fallece tras una larga enfermedad. Su única hija, también de nombre Adelaida y de 38 años, queda sola en su piso y trabaja con encargos editoriales. Su única familia son dos tías solteras, hermanas de la madre, que viven en Ocumare a cierta distancia. No tiene mucho interés en relacionarse con ellas. Un día al volver a su casa se encuentra su piso «okupado» por unas guerrilleras comandadas por una apodad la Mariscala. Intenta recuperar sus cosas pero lo único que consigue son roturas de sus enseres, numerosas vejaciones e incluso peligro para su integridad física. Dado el clima social y de inseguridad imperante en la ciudad, no puede requerir ayuda de nadie, menos de la policía, cuando observa que su piso contiguo está abierto y encuentra muerta a su propietaria, Aurora Peralta, conocida como la hija de la española. Pasará por diversas vicisitudes para deshacerse del cadáver y suplantar su personalidad ante las autoridades para poder escapar de una atmósfera asfixiante y tratar de regresar a España.
Como mi madre, yo también estaba muerta. Ella bajo tierra. Yo en la superficie.

Vivir se había convertido en salir a cazar y regresar vivo. En eso consistían nuestros actos más elementales, incluso el de sepultar a nuestros muertos.

Me lo quitaron todo, hasta el derecho a gritar.
He ido resistiendo a acometer la lectura de este fenómeno editorial del año que aparece continuamente en los medios y redes sociales. Una historia muy poderosa desde sus inicios basada en un lenguaje directo, con frases cortas que le imprimen rapidez y aderezado con el español que se habla en Venezuela. Sin perder tiempo en rellenar páginas, la atmósfera que rodea a la protagonista es asfixiante hasta la desesperanza, pues la ausencia de la ley está a la orden de día y los matones y bandas parapoliciales campan a sus anchas. Con una moneda devaluada, sin querer encender la luz o hablar para no ser detectados, los habitantes de esa ciudad sin ley malviven como pueden evitando todo contacto y con problemas para hacerse con los suministros básicos: comercios desabastecidos, dinero sin valor, matones por las esquinas, reyertas y disparos continuos… un caldo de cultivo para el miedo que paraliza las personas. Intriga continuada en un relato desgarrador y ¿ficticio? describiendo unos hechos que parecen tan imposibles como reales y en el que podemos vernos inmersos en cualquier momento en estas locas sociedades del momento. Cuando las barbas de tu vecino… 



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