Virginia Feito nació en Madrid en 1988, y vivió en París, en Londres —donde cursó Literatura inglesa y Arte dramático en Queen Mary University, alimentando su amor por la literatura gótica y el teatro—, en Nueva York y nuevamente en Madrid. Estudió publicidad en la Miami Ad School. Ha trabajado en importantes agencias de publicidad y ganado premios en festivales nacionales e internacionales. En 2019 decidió dejarlo todo para dedicarse a escribir en inglés «La señora March» , su primera novela, que ocasionó una subasta por los derechos en Estados Unidos, está siendo traducida a varios idiomas, y Blumhouse Productions está desarrollando la versión cinematográfica de la novela, junto con Elisabeth Moss, que interpretará a la señora March. Publicada en 2021, la crítica estadounidense la ha comparado con Patricia Highsmith, Hitchcock o Shirley Jackson. (Texto recogido del final de la propia novela)
Así pues, había enseñado a Martha cómo debía poner la mesa todos los días para comer y para cenar: con los candelabros de plata, las servilletas con las iniciales bordadas, el pan de aceitunas negras en su cestito de plata y el vino en el decantador. Todo ello estaba dispuesto sobre el mantel de lino bordado que había pertenecido a la abuela de la señora March (y que formaba parte de un ajuar que su madre se había mostrado muy reacia a entregarle, ya que iba a casarse con un hombre divorciado y, para colmo, en una ceremonia civil).
La señora March está casada con George March, un escritor de éxito. Han vivido tiempos felices en una exclusiva zona neoyorkina, pero algunos lectores del último libro creen identificar a la protagonista —una prostituta— con la señora March, de forma no precisamente favorable. Diferentes cuestiones van anidando en su cabeza que la llevan a complicarse sus eventos diarios, no solo con su marido sino también con otras personas con los que mantiene relación, con lo que su vida se auto condiciona y empieza a derrumbarse en una espiral de verdades y falsedades que ella no acierta a asumir.
George hacía ruido al masticar la comida, aunque mantenía la boca cerrada. Ella oía partirse los espárragos entre sus dientes, cómo se enjuagaba ligeramente con el vino antes de tragárselo, y veía la saliva en las comisuras de sus labios cuando los separaba. Todo eso le daba dentera,…
Atraído —quizá demasiado— por las buenas críticas a esta novela y teniendo en cuenta que no tengo mucha afición por esta temática, no he encontrado tanta ilusión en su lectura como me prometía. El relato es entretenido y las situaciones por las que transita la protagonista muy del día a día de una acomodada familia neoyorkina donde se las tiene que ver además de con su propia familia, con los vecinos, el portero, la directora del colegio de su hijo, la panadera… Se mantiene por los pelos la atención del lector sin grandes sobresaltos e introduciendo pequeñas píldoras consustanciales a la trama que surgen de la inventiva de la protagonista y con las que tiene que lidiar. Como curiosidad, aunque la señora March tiene nombre, no lo sabremos hasta…y tendremos que leer 895 veces en el texto «La señora March» hasta poder averiguar su verdadero nombre. En algún sitio la he visto calificada como un «thriller psicológico» lo que me paree tremendamente pretencioso. Hay situaciones de la vida cotidiana con las que nos podremos sentir identificados, salvando las distancias culturales, pero tampoco es como para echar las campanas al vuelo. Justita y en mi modesta opinión, sin tantos parabienes como la han dedicado. Lo siento.
Los sucesos de los últimos días la incordiaban como moscas cebándose en un cadáver.