Alberto Reyero Zubiri no es un escritor al uso, aunque cualquiera que escriba un libro, e incluso sin hacerlo, ya es un escritor. Nacido en 1962 en Madrid, es abogado, licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y había laborado en diferentes empresas en departamentos de recursos humanos. En las elecciones autonómicas de 2011 fue elegido diputado en la Comunidad Autónoma de Madrid bajo las siglas de UPyD y posteriormente encuadrado en Ciudadanos. Ocupaba el cargo de consejero de Políticas Sociales, Familias, Igualdad y Natalidad de la Comunidad cuando tuvo lugar la primera ola de la pandemia de COVID-19 en marzo de 2020, siendo por tanto responsable de las residencias de ancianos de la comunidad. «Por los desencuentros y la decepción con sus compañeros de Gobierno por la manera en la que estaban gestionando la pandemia» dimitió de su cargo y se alejó de la política en octubre de 2020 apelando a la «unidad de las instituciones» para luchar contra el virus. Como premonición de estas cuestiones, hasta su entrada en política en 2011, mantuvo un blog titulado «No es Madrid para viejos», accesible en este enlace y en el que figuran numerosos artículos que hablan de su sensibilidad por estos temas.
En el futuro, cuando se escriban los textos de historia, uno de los testimonios esenciales para entender qué ocurrió en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la primera ola de la pandemia será este libro que recoge el testimonio de Alberto Reyero. Qué título tan terrible y tan impactante, sobre todo cuando se tiene la certeza de que no nos encontramos ante una ficción, sino ante un relato verídico. Murieron miles, efectivamente, de forma indigna. (En el prólogo del libro, por Manuel Rico).
La cifra de miles de ancianos muertos en las residencias de la Comunidad de Madrid pudiera haber sido inferior si no se hubieran aprobado los polémicos y denominados «Protocolos de la Vergüenza» en los que se impedía el acceso a los ancianos a los hospitales, condenando a muchos de ellos a una muerte indigna de cualquier persona humana. El autor del libro, consejero en aquellas trágicas fechas, se esforzó hasta lo imposible pidiendo ayuda, siendo ignorado y encontrando la indiferencia de sus compañeros de gobierno cuando no la estigmatización por sus intentos ante ellos y otras instituciones para intentar atajar el problema. Soterrados los hechos hoy en día, mayo de 2023, ante la pasividad de organismos e instituciones, el autor se rinde cuentas a él mismo y a la sociedad dejando claro —y ampliamente documentado— lo que ocurrió, lo que se intentó hacer y… lo que se dejó de hacer. Y como no aprendemos de la historia, el peligro de su repetición sigue ahí, al acecho.
Un poder corrupto en la medida en que se apoya en un costoso aparato de propaganda para imponer un relato falso. Es casi tierno comprobar cómo el consejero va descubriendo las malas artes de algún gacetillero de tercera regional con ínfulas. Y es inevitable una sonrisa comprensiva ante su jugada de filtrar los correos que había enviado al consejero de Sanidad, el infausto Enrique Ruiz Escudero, como forma de reventar la enésima emboscada mediática que le tenían preparada sus compañeros de coalición. «En el río revuelto de la desinformación es donde triunfan las patrañas», …
Cualquier comentario no estrictamente literario sobre este libro tendría connotaciones políticas, de las que se huye deliberadamente en este blog. Plagado de abundantes documentos oficiales, con información y referencias a medios, el relato contiene información de todo lo ocurrido en aquellas terribles semanas. Aunque por momentos pudiera resultar reiterativo, hay que tener en cuenta que un mismo hecho puede aportar diferentes visiones según la óptica con la que se acometa: política, económica, administrativa, legal, informativa… El hecho cierto es que murieron miles de ancianos abandonados a su suerte en las residencias, aislados y sin posibilidad de despedirse con el calor de sus seres queridos. Todos estamos condenados a llegar en algún momento —si no abandonamos este mundo antes— a la vejez y por ello este libro debería ser leído por todos para conocer de lo que fueron capaces unos desaprensivos que deberían velar por nuestro bienestar y en su lugar se dedicaron a poner palos en las ruedas con el fin de salvaguardar sus sillones. Muchos de ellos continúan en sus puestos y el problema, lejos de haberse estudiado para su posible subsanación, sigue ahí, recrudecido.
En general, y lejos de lo que hubiera sido deseable, la constitución de comisiones de investigación en los parlamentos autonómicos para investigar lo ocurrido durante la pandemia no ha sido común. Donde las hubo, Comunidad de Madrid, Cataluña y Castilla y León, les dieron carpetazo en cuanto se renovaron los parlamentos. En este país nos falta cierto hervor democrático. La mayoría de los partidos que daban soporte al Gobierno en sus respectivas comunidades autónomas votaron en contra de su puesta en marcha.