domingo, 12 de febrero de 2012

El Códice del Peregrino, Jose Luis Corral Lafuente


Este libro ha sido editado de forma reciente, dentro de este año 2012, y está basado en un hecho real acaecido a primeros de julio del año pasado, cuando desapareció de la Catedral de Santiago de Compostela el “Codex Calixtinus”, manuscrito de mediados del siglo XII de gran valor, cuyo texto está atribuido al monje cluniacense Aymerico Picaud. En la fabulación ideada por el autor para esta novela, el códice podía contener un texto escrito en letra invisible de gran importancia para la religión católica. La noticia del robo apareció en todos los diarios nacionales y puede leerse aquí y aquí. También una entrevista reciente al autor en Radio Nacional.

Todo ocurre muy rápido, en tiempo real en los meses anteriores y posteriores a julio de dos mil once. Los argentinos Diego y Patricia, residentes en Suiza y traficantes internacionales en obras de arte, son requeridos por un siniestro y refinado personaje, Jacques Roman, Santiago el Románico, para robar un valioso libro en Santiago de Compostela, por el que recibirán la suma de un millón de euros. Si bien ellos no son ladrones sino simples traficantes, acceden porque todo está preparado hasta el último detalle y contaran con la colaboración de un empleado de la propia catedral que conocerán por el apodo de “El Peregrino”, con el que tienen dos breves contactos en Madrid y Oporto en los que les facilita una llave de la cámara donde se encuentra el objeto, así como información de la ubicación de las cámaras de seguridad e instrucciones básicas para llevar a cabo la sustracción. Controlados en todo momento desde París por la potente organización que secunda a Jacques, y en la que está presente un alto prelado de la iglesia en París, la pareja lleva a cabo la sustracción con suma facilidad y sin dejar pistas. La policía está despistada pero consigue llegar hasta “El Peregrino” al que acorrala por sus muestras de nerviosismo en los interrogatorios rutinarios a todos los empleados. El final, que me reservo, queda para el curioso lector y tiene cuando menos algo de ingenioso. El relato está aderezado con piezas de contenido histórico de tipo religioso e incluso con sucesos reales acaecidos como las manifestaciones del 15M y el masivo asesinato ocurrido en esas fechas en la isla de Utoya cerca de Oslo a manos de un perturbado.

El catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza empleó largas horas del verano para dar forma a esta historia novelada de ficción que sin traspasar la mínima raya de la frontera del rigor histórico, aboga por la teoría del robo por encargo. En palabras del mismo autor y aplicable a sus más de quince libros de novela histórica ya publicados, se trata de rellenar las lagunas que deja la historia con relatos que aporten verosimilitud, que no veracidad y que bien podrían haber tenido lugar. Revisando mis notas he leído con este trece, mal número, libros de este autor y tengo pendiente leer el resto hasta los casi veinte que he visto tiene publicados. Sin duda el autor del que más libros he leído. Mi debilidad por él es manifiesta desde que leyera “El Salón Dorado” y he de reconocer que su valoración era, y sigue siendo a pesar de este, muy alta. Pero en mi opinión “El Códice del Peregrino” se aleja mucho de la categoría del resto y queda en un “codigodavinci” cualquiera si se me permite el calificativo.

Menos mal que en poco más de veinticuatro horas lo he liquidado si bien me ha costado mucho trabajo avanzar en el mismo y no dejarlo, no porque no sea entretenido sino porque las disquisiciones históricas acerca de los parentescos de Jesucristo, sus hermanos, tíos, primos y demás familia me han sido imposibles de soportar, no sé si porque en mi ignorancia me parecen descabellados o porque no les veo el mayor interés ni siquiera para una novela. No vamos a descubrir la prosa fácil y bien empleada de Jose Luis Corral pero sintiéndolo mucho me parece más un guión de cine para una película que sin duda tendría mucho éxito por sus detalles policíacos inter países. Si se quiere pasar un rato bien, pero poco más.

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