El ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys. DEBOLSILLO, Barcelona, 2011, 192 págs. |
Jane Eyre, de Charlote Brontë (1816-1855) probablemente sea uno de los libros que más veces se ha llevado a la pantalla. La última adaptación la pudimos ver en las salas a finales del año pasado: la joven Jane Eyre estaba interpretada por Mia Wasikowska y el señor Rochester por Michael Fassbender. Pero esta es otra historia, o en todo caso la continuación de la que hoy nos ocupa, El ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys (1890-1978).
¿Pero cómo que Jane Eyre es la continuación de una historia que se publicó ciento diecinueve años después? Muy sencillo: Jean Rhys leyó Jane Eyre en 1940, y fascinada por el libro, cogió a uno de los personajes de la novela, el gran secreto del señor Rochester, que estaba tan bien guardado y encerrado en una habitación, y decidió darle el protagonismo en un libro, El ancho mar de los Sargazos. Si recuerdan, el secreto encerrado no era otro que la mujer que vivía oculta en Thornfield Hall. La primera mujer del señor Rochester, Bertha Antoinette Mason.
- ¿Has visto un fantasma?
- No he visto nada, pero me ha parecido sentir algo.
- Eso es el fantasma.
Bertha Antoinnette Mason, el fantasma, dejará de serlo, porque gracias a Jean Rhys tomará la palabra para contarnos quién es y de dónde viene. Se llama Antoinnette Cosway, y nos la encontramos en la tierra en la que ha crecido, en su mundo. Recorremos con ella su infancia en las Antillas, en los tiempos en los que se pone fin a la esclavitud. Antoinette Cosway es una niña perteneciente a una familia esclavista, una niña criolla descendiente de ingleses. Tras la muerte de su padre, su madre se vuelve a casar en Ciudad Española con el señor Mason, un inglés que les ayudará a salir de la pobreza en la que han caído: En algunos sentidos todo era mejor antes de que él llegase, pese a que nos rescató de la miseria. <<Justo a tiempo.>> Los negros no nos odiaban tanto cuando éramos pobres. Éramos blancos, pero no habíamos huido, y no tardaríamos en morir porque no teníamos dinero. ¿Por qué iban a odiarnos?
Y en una atmósfera, magistralmente recreada por Jean Rhys, vemos matas de guayaba, plantaciones de cafetales, montañas y ríos; olemos dulces y suaves perfumes, pero también vemos caballos envenenados, incendios, cuchillos, rumores, mentiras, y puertas que se cierran. En definitiva, casas en ruinas rodeadas de rosales. Y este es el mundo en el que crece Antoinette, un mundo por el que el señor Edward Rochester, cuando entre en él, quedará fascinado y horrorizado por igual. ¿Qué le pasó a la madre de Antoinette? ¿Por qué cuentan que se volvió loca? ¿Está muerta o no? Me pregunté cómo se descubre la verdad y ese pensamiento no me llevó a ninguna parte. Un mundo del que querrá arrancar a Antoinette. Un mundo entre la locura y la lucidez, entre los sueños, la embriaguez y la luz de la luna.
La novela está dividida en tres partes. En la primera, la historia nos la cuenta Antoinette; en la segunda se alternan las voces de Antoinette y del señor Rochester; y en la tercera, la más corta con diferencia, ya estamos en Inglaterra, en la mansión del señor Rochester, en Thornfield Hall, y ahí de nuevo, en uno de los espacios de Jane Eyre, nos encontramos con el fantasma de la casa, Bertha Antoinette Mason (para nosotros Antoinette Cosway). Justamente en el momento antes de…. Y hasta aquí, como Mayra Gómez Kemp, puedo leer.
Antoinette tuvo que esperar ciento diecinueve años y la pluma de Jean Rhys para dejar de ser un fantasma y contarnos su versión. Como podemos leer en uno de los diálogos de El ancho mar de los Sargazos:
- ¿Hay otra versión?
- Siempre hay otra versión.
Seguro que les gustaría conocer la versión de alguno de los personajes de sus libros favoritos. En mi caso no es otra versión, pero sí me gustaría saber cómo hubiese sido Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, en la edad adulta. ¿Cómo se hubiese desenvuelto? En fin, eso que aunque no se haya escrito, también nos gusta imaginar. Los personajes y sus historias no se quedan en el libro tras cerrar sus tapas. Como no se quedó Antoinnette Cosway en Jane Eyre.
Patricia L.
Promete mucho esta novela.
ResponderEliminarLa idea de rescatar a un personaje literario de las páginas en donde fue alumbrado a la literatura y continuar o completar sus andaduras, con independencia de la mente que en su día lo ideó y perfiló, me ha resultado siempre seductor, un buen desafío narrativo que puede deparar un excelente resultado.
Y si, además, ha transcurrido tantísimo tiempo entre ambas obras, el contrate de ideas y perspectivas entre los escritores la hacen más tentadora.
Un fantasma redimido, rescatado para convertirlo en personaje en otra novela en la que se nos narra su vida y su independiente entidad como personaje. Me gusta.
Buena reseña y excelente proposición de lectura... como siempre.
Pues yo me quedo con tu comentario, Javier, que dice mucho de ti como lector. Gracias.
ResponderEliminarNada más leer la entrada me he ido a la bibioteca en busca de un ejemplar, como un cazafantasma, para leermelo en un "ratico", pero resulta, al parecer, que este libro es fantasmagórico de verdad. En las 2 bibliotecas que he consultado, el ejemplar está disponible pero inesistente. Eso es una "provocatio", una insinuación casi erótica, un llamamiento de la obra sin tapujos. Esa novela me esta citando y yo, no a ciegas, me lo leeré aunque tenga que comparlo.
ResponderEliminarA ver si Antoinette Cosway ha salido de las páginas y está pululando por las bibliotecas, con la intención de borrar todas sus huellas... ¿Y si dadas las circunstancias, Antoinette se resiste a volver a ser encerrada, ya no sólo en una mansión, sino en ninguna casa o biblioteca? Ten cuidado, compañero. A veces es mejor no despertar la cólera, ni de los dioses, ni de los personajes...
ResponderEliminarTú ganas.
ResponderEliminarLas advertencias son demasiado evidentes y admonitorias como para atreverme.
Pero la culpa no es mía.
Yo sólo participo en un blog de inocentes lectoras/es y escritoras/es que hablan de sus libros, y de pronto, una de esas novelas te burla, se insinúa y se esconde, oferta sus aviesas y legatarias virtudes del pasado, y de pronto, cuando decides acometer su lectura, se muestra esquiva y prohibitiva.
¿Cuál es la razón de este histriónico escapismo.?
Yo no puedo litigar contra los espíritus latentes de bibliotecas, de personajes transfugas de novelas en busca de otras posesiones más prosaicas.
Reflexiono, elucubro, argullo, insulto, despotrico y blasfemo y, acabado este inútil esfuerzo, sospecho que, la persona que me ofrece el libro está detrás de tan punibles situaciones.
Nostálgico de cuando me ofrecían otras obras menos peligrosas, pliego velas y me resigno a no
perseguir su lectura.
Me rindo.
Ya no sé si me considero un hipocondriaco lector, o un asesino en su habitación propia, o sólo un pobre náufrago culpable haber visualizado la filosofía escondida tras toda película de Stanley kubrick.
Puedo prometer y prometo que quizás... no la leeré. Cuidado con lo que deseamos o de lo que renunciamos....
Pues si te digo que ahora estoy con un libro en el que se habla de la realidad y la ficción, y como muchas veces los límites de una y de otra se confunden... Casualidades de la vida. O enfermos de literatura. Me he acordado de un libro, "La asesina ilustrada" de Vila-Matas en la que se advertía al lector que su lectura podía llevarle literalmente a la muerte:-) Pero yo fui valiente, me adentré, y ya ves, por aquí seguimos...:-)
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