@EstebanNavarroS Tenía pendiente entre mis lecturas el que yo creía único libro de este autor, «La casa de enfrente» cuando ayer tuve la oportunidad de conocerle personalmente como invitado en una mesa redonda moderada por Lorenzo Silva organizada bajo los auspicios del «VI Getafe Negro», que versaba sobre «Asuntos internos: la policía ante la corrupción». Allí quedó claro que Esteban Navarro contaba con ocho libros en su haber y puedo dar testimonio de su intervención, valiente y comprometida, en una asunto tan espinoso como es el tema de la corrupción en los cuerpos policiales. A la salida, en un breve intercambio de palabras ante mi pregunta acerca de cuál de sus libros me recomendaba leer, su respuesta fue clara y concisa: «el último, siempre el último». Con ello, al llegar a casa y tras unos golpes de ratón a los pocos segundos tenía este libro, que ha sido publicado este mes y al increíble precio para una novedad de 2,84 euros, presto y dispuesto en mi «e-reader» para disfrutar de su lectura a lo largo de la tarde noche.
Toda la acción tiene lugar en una noche, concretamente la del martes o miércoles diecinueve o veinte de octubre de dos mil diez. Andrés Hernández es un policía nacional veterano adscrito a la sala del 091 de una comisaría de Huesca. Al comienzo del turno de noche se produce una llamada de un hospital donde le comunican que ha fallecido un «yonqui» que había manifestado ser amigo suyo y preguntado por él. Andrés se persona en el hospital, enfadado por no haber sido avisado con anterioridad, donde confirma conocer al finado, un amigo de infancia y adolescencia en su lugar de residencia en la costa catalana, pero al que no había visto desde las navidades de 1994. Le entregan una bolsa con sus pertenencias donde lo único que puede servir de pista es una fotografía polaroid de una mujer joven y sonriente tomada en un lugar indeterminado de la costa catalana. En prácticas en esa comisaría se encuentra Diana Dávila, joven de veintiún años con mucha vida a sus espaldas y también nacida y criada sin padre en una localidad cercana a la de Andrés en la costa catalana. A lo largo de la noche, entre muchos cafés y cigarros, de forma individual o conjunta, continuos «flashbacks» nos cuentan la vida y andanzas de ambos y del fallecido así como diversos episodios reales ocurridos por aquellos años en España: ¿se acuerdan de el Nani? La noche avanza sin que Andrés pueda hacer nada por averiguar más cosas y sobre todo la razón que ha traído a su antiguo amigo a venir a verle a él, precisamente, a Huesca, poco antes de morir. Una llamada desde un albergue de mendigos aporta una nueva bolsa de plástico con enseres del muerto, entre los que figura un teléfono móvil muy antiguo con seis números en la agenda que tampoco permiten aclarar nada. Resignado a esperar la llegada del nuevo día, Andrés ha dejado en un descuido la foto de la joven sonriente en la mesa, lo que provoca un acertado comentario de un compañero que desencadena toda una serie de hechos que producen un final sorprendente.
No puedo decir que el relato no engancha pues salvo las clásicas interrupciones familiares me lo leí de una sentada. Una prosa sencilla, cuidada, agradable, con los diálogos justos, nos pone en situación de las vidas nada comunes que han llevado los protagonistas, en un andamiaje perfectamente engarzado de los hechos relatados para acabar en un final sorprendente, que me atrevo a aventurar que no sospecha ningún lector. La historia está contada «desde dentro» pues no en vano el autor es policía nacional destinado en una comisaria de Huesca en estos momentos en la vida real, por lo que se percibe claramente que domina el lenguaje y las características del mundillo que nos describe. Por momentos podemos sentirnos inmersos en la noche de una comisaría de una forma auténtica, no siempre parecida a como nos las cuentan en series de televisión o películas, muchas de ellas americanas. Sin entrar en grandes berenjenales ni cuestiones metafísicas, el autor nos aporta algunas ideas muy interesantes sobre las características personales de los policías, personas como cualesquiera otras, que se devuelven con la formación que han recibido en la sociedad actual, que es como es. Las vidas de los «peones» avanzan hacia adelante, pueden detenerse, pero nunca retroceder y, si llegan a su destino, podrán convertirse en reinas, pero nunca reyes. En suma, un relato muy dinámico, vivo, plenamente actual y verosímil que nos hará pasar un buen rato de entretenimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
opiniones