miércoles, 6 de noviembre de 2013

La visita del arzobispo, de Adam Bódor

«Adam Bódor es un escritor húngaro nacido en Cluj-Napoca (Rumania). Perteneciente a la población húngara de Transilvania, fue detenido y encarcelado por la policía política en 1953, por participar en un movimiento anticomunista. Su obra surge de una vivencia directa, su estancia en la cárcel durante dos años y en dos países dictatoriales, Rumania y Hungría, experiencia siempre latente en sus libros, ¿Cómo es un puerto de montaña? (1980), Las montañas de Zangezur (1981), El Éufrates en Babilonia (1985), El distrito de Sinistra (1992), La visita del arzobispo (1994) y El olor de la prisión (1999)» [Texto tomado de wikipedia]

La acción tiene lugar en Bogdanski Dolina, una localidad situada entre las montañas de los Cárpatos, donde se encuentra Izolda, un cetro de aislamiento para enfermos de pulmón que se utiliza también como prisión encubierta para los que no se someten a una jerarquía eclesiástica que hace y deshace a su antojo y para la que los seres humanos son material de usar y tirar. Gabriel Ventuza ha llegado para llevarse los restos de su padre, un vividor que se dedicaba a actividades no del todo lícitas. Convertido por un hábito prestado y unas barbas en capellán castrense, entra y sale en el recinto de Izolda varios días a la semana para confesar a los enfermos y recluidos. En la ciudad hay inmensos vertederos que atraen animales y gaviotas amén de inundar la de olores nauseabundos. Nada importa excepto los preparativos para la visita del arzobispo que nunca tiene lugar.

El Medvegyica era allí el río fronterizo, y una noche, tras unas copiosas lluvias, no rompió los diques de contención entre bramidos y estruendos, sino en silencio y con alevosía. A partir de esa vez, no rodeó la ciudad por el norte, sino por el sur. El hecho de que algo terrible había sucedido fue señalado, además, por el hedor penetrante que flotaba sobre el paisaje debido a los numerosos retretes inundados. En las escasas horas de una noche oscura como boca de lobo, mientras sus habitantes dormían, Bogdanski Dolina fue a parar a la otra orilla. A otro país.

La atmósfera que se nos retrata, en blanco y negro, es verdaderamente angustiosa y asfixiante, una sociedad resignada en su lucha por la supervivencia en medio de la nada, en un ambiente de abuso de poder de la jerarquía, eclesiástica pero que podía ser otra, que hace y deshace sin ningún control. Hay escenas verdaderamente sublimes, como el detalle del el capellán castrense transportando, escondido en su entrepierna, un frasco de vidrio que contiene un trapito chupado por Natalia Vidra para entregárselo a su marido Sebastián, recluso en contra de su voluntad en el recinto de Isolda, como única manera de mantener vivo su matrimonio en la distancia.

No es conveniente aproximarse a un libro con gran expectación. Llevaba tiempo detrás de él, recomendado muy efusivamente por un amigo y quizá tantas ganas han traído una decepción. Al menos lo he leído entero y no puedo decir que sea un mal relato, pero en todo momento andaba como perdido, leyendo pasajes interconectados con un hilo y un ambiente común, que no parecían llevar a ningún desenlace, como así ha ocurrido al final, que me ha sorprendido sin enterarme y quedándome con la boca abierta y sin poder decir nada, ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Tendré que leer algún otro libro de este autor para formarme una opinión.

1 comentario:

  1. Gracias por reseña.
    Deduzco por tus comentarios que es un libro árido y disperso y la temática poco alentadora, por lo que me lo voy a saltar de la lista.
    Un abrazo y un placer leer tus opiniones.

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