jueves, 10 de abril de 2014

El atroz desmoche, de Jaume Claret Miranda

Jaume Claret Miranda, nacido en Barcelona en 1973, es Doctor en Historia por la Universidad Pompeu Fabra. Acometió la ingente tarea de buscar y obtener la documentación necesaria para publicar este libro con motivo de la realización de su tesis doctoral. El título del libro responde al comentario realizado en sus memorias, tras la muerte de Franco, por Pedro Laín Entralgo y trata de la destrucción de la Universidad española por el franquismo, en el período de 1936 a 1945, aunque también hubo lo suyo en universidades como la de Barcelona protagonizado por las autoridades republicanas en tiempo de guerra.

El libro está divido en tres partes claramente diferenciadas. Los primeros cuatro capítulos llevan por título «Una república de ciudadanos», «La formación del discurso nacional-católico», «Un estado en construcción» y «La depuración». En ellos se tratan aspectos generales de la época y de todo el ambiente de la enseñanza, no solo universitaria. Tras ellos, los capítulos están dedicados a las universidades existentes, a saber, Salamanca, Valladolid, Zaragoza, Santiago de Compostela, Oviedo, Sevilla, Granada, La Laguna, Barcelona, Madrid, Valencia y Murcia. Para cada una de estas universidades, un relato pormenorizado de nombres, cargos y situaciones con gran detalle. Finalmente y a modo de cierre el capítulo titulado como el propio libro, «El atroz desmoche», recapitula a modo de resumen cifras y hechos de una forma generalizada. Siguen noventa páginas de notas aclaratorias direccionadas desde el texto, un índice onomástico y treinta y una páginas con la relación de las obras consultadas por el autor. En suma, un excelente trabajo de documentación el realizado si bien la redacción de tanto dato no está exenta de problemas y resulta dura de seguir.

En la universidad de Salamanca, cuando entraron las tropas comandadas por Millán Astray al grito de «¡Mueran los intelectuales!», un rector viejo pero vigoroso que atendía por Miguel de Unamuno se enfrentó a él y le espetó: «venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis», que podría ser un resumen de todos los hechos, protagonizados por unos y por otros en época de guerra pero solo por el bando vencedor tras ella, liderando una «caza de intelectuales» que mermó la potencialidad de la universidad española por muchos años. El «tesoro» de la sapiencia acabó escondido, degradado, encarcelado, enterrado o poniendo los pies en polvorosa allende nuestras fronteras. No sé si todas aquellas miserias habrán quedado atrás aunque es posible que algunas de ellas todavía perduren en la historia reciente. La historia nos conmueve, nos horroriza y aunque pensamos aquello de « ¡Nunca más! » no quedamos convencidos por aquello de que la historia se repite una y otra vez porque nos resistimos no ya a aprenderla, sino siquiera a leerla. Un documento esclarecedor, que abre los ojos y la mente de las personas que se acerquen a él con un espíritu abierto y buscando su mejora intelectual y moral.

Consigno a continuación algunas frases entresacadas del libro.
Tras cada sanción contra un vencido se revelaba un beneficio –promoción o cargo—para un vencedor. La violencia no fue ejercida por ningún ente inconcreto, ni por el general Francisco Franco en persona, sino por los colegas de los propios represaliados.

Casi un siglo antes, Heinrich Heine, cuyos libros también fueron víctimas de las quemas públicas, ya había dejado escrito: «Cuando se queman libros, al final se queman también seres humanos».

En 1938, el jesuita Ignacio Errandonea aseguraba que «el mejor preventivo contra el comunismo internacional son siete años de latín».

Los legisladores franquistas, mientras modificaban y derogaban las leyes republicanas, forzaban el marco jurídico para legitimar la vulneración de principios básicos como la no retroactividad de las leyes…

Por absurdas que pareciesen las acusaciones, las consecuencias podían ser –y eran--, gravísimas.

… se le acusaba de no respetar el Viernes Santo al invitar a merendar a sus alumnos…

… se dudaba abiertamente sobre la veracidad de muchas de las acusaciones, basadas únicamente en una denuncia anónima y en rumores no confirmados.

Como acostumbra a ocurrir, la desventura de unos corría pareja a la fortuna de otros.

Si bien la represión inicial estuvo en manos militares, estos contaron con la necesaria colaboración de las autoridades académicas que, progresivamente, asumieron la responsabilidad y la dotaron del envoltorio jurídico-administrativo.

Sin embargo, la mayor criba estuvo protagonizada por las autoridades republicanas centrales (en la Universidad de Barcelona).

La Universidad de Madrid era más conocida como la Universidad Central, aunque no solo por su situación geográfica, sino, sobre todo, por la sumisión del resto de centros a su autoridad.

Tras cada sanción se hallaba un perjudicado, pero también un beneficiario. Cátedras y auxiliarías se convirtieron en botín de guerra y retribución por los servicios prestados.

3 comentarios:

  1. Muy interesante reseña y libro. Con relación al episodio de Unamuno te recpmendaría un libro maravilloso y muy bien escrito titulado "agonizar en Salamanca" de Lucino G. Egido.
    Un saludo.

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  2. Muchas gracias por tu recomendación, Javier. Acabo de pedir el libro para leerle en cuanto me llegue. Y también he tomado nota de las dos peticiones realizadas por tí, en cuanto sepamos algo te lo comunicamos.

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  3. El libro por si te sirve de interés está en la biblioteca de San Lorenzo. También tengo un audio de RNE sobre el episodio entre Astray y Una uno de una hora de duración interesantísimo, en el que interviene este autor. Puedo hacertelo llegar si te interesa.
    Gracias por tu atención sobre las peticiones.
    Un saludo.

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