viernes, 6 de junio de 2014

Los cuerpos extraños, de Lorenzo Silva

@VilaSilva Año y medio hemos tenido que esperar para recibir una nueva entrega de las andanzas de este ya trío de picoletos compuesto por Bevilacqua, Chamorro y Arnau. El autor, Lorenzo Silva, es uno de nuestros más reputados escritores con numerosa bibliografía a sus espaldas parte de la cual ya ha sido comentada en este blog con anterioridad y puede localizarse usando el buscador. Como puede verse en la imagen que acompaña, se dispone de versión digital desde el primer día pues no en vano el autor es uno de los más comprometidos con las nuevas tecnologías a pesar de la poca o nula protección que tienen en estos momentos los creadores frente a los que se creen que todo o casi todo es gratis. Los más de cien mil vocablos que contiene el libro no se piensan y mucho menos se escriben en un rato, vamos, que llevan su esfuerzo, por los que el autor tiene que ser recompensado, máxime cuando nos consta su lucha con las editoriales para marcar un precio lógico a las versiones digitales. Lorenzo mantiene al día un blog más que interesante, como sus libros, titulado «Los trabajos y los días» que puede accederse en este enlace, así como una web propia en varios idiomas accesible desde aquí, aunque curiosamente no he podido encontrar referencias al presente libro, que a buen seguro serán incluidas pronto por al autor cuando pueda sentarse un rato y ponerse a ello.

Mientras celebraba una fiesta familiar en la bellísima ciudad de Salamanca, Rubén Bevilacqua, brigada de la Benemérita, recibe una llamada de sus jefes avisando de un «marrón» aparecido en una playa valenciana en forma de cadáver perteneciente a una alcaldesa de un pueblo costero. Se temen lo peor al estar involucrado un político. «Vila» y parte de su equipo principal, la sargento Chamorro y el guardia Arnau salen para la Comunidad Valenciana, dejando algunos efectivos en Madrid en contacto permanente con la brigada de investigación de delitos monetarios que llevan un año tras ciertas operaciones de gran calado en la zona que bien pudieran estar relacionadas. La comandante de la zona Menéndez y su equipo sintonizan con Rubén y los suyos, así como el juez de turno, formando un equipo potente y bien coordinado para enfrentarse a los problemas. Los sospechosos, políticos, empresarios o funcionarios del ayuntamiento de la fallecida no tienen en principio por donde ser agarrados pero poco a poco se van teniendo pistas aunque algunas de ellas, en principio no conducen a nada, especialmente las derivadas de una vida particular de la alcaldesa asesinada más bien movidita que hacía a todo. Un detalle en uno de los comentarios tangenciales de los interrogados es cogido al vuelo por la sargento Chamorro que acierta en sus apreciaciones llevando a una pista fiable. La operación económica que estaba bajo investigación paraliza momentáneamente, varios meses, la investigación por al asesinato, hasta que de nuevo un fin de semana se pone en marcha con connotaciones internacionales que llevan a la solución del caso siendo el culpable quién menos se lo espera. Sintiéndolo mucho, hasta aquí se puede contar.

Me ha sorprendido esta novela pues no sabía de su existencia hasta hace unos días en que algunos ejemplares sueltos en papel, a los que no tuve acceso, aparecieron en la feria del Libro de Madrid con anterioridad al tres de junio de 2014, fecha en la que estaba anunciada su salida al mercado. Confeso seguidor del autor, del que obtuve su autógrafo sobre mi Kindle en la pasada edición de Getafe Negro, me apresuré a adquirirle en preventa, con lo que al levantarme el martes pasado ya lo tenía disponible para su lectura gracias a las maravillas de las «wifis». Lamentablemente no pude iniciar su lectura hasta ayer jueves por compromisos ineludibles, pero hoy viernes ya estoy a la espera de la siguiente entrega tras haber devorado literalmente sus páginas aunque hayan sido electrónicas.

No se puede decir nada nuevo de lo que no haya dicho ya en mis anteriores reseñas sobre esta serie, a las que remito porque es lo mismo corregido y aumentado. Pero creo en justicia que el autor lo ha bordado. Un tema de rabiosa actualidad como es el de la desafección de los ciudadanos por la clase política y otras instituciones se destila en los finos y acertados comentarios de los participantes en la trama. Tejemanejes inmobiliarios en los ayuntamientos, capitales en paraísos fiscales, favores y traiciones entre políticos, construcciones autonómicas fastuosas, recortes en servicios, dificultades materiales en la impartición de justicia, precios más que altos en la restauración de los aeropuertos, salarios tercermundistas para trabajos que bordean lo razonable y muchas más de estas miserias que nos rodean en la actualidad, aderezadas con un conocimiento profundo de las nuevas tecnologías y su uso por los servicios de investigación ponen ante nuestros ojos un relato trepidante, con unos diálogos ingeniosos y una trama muy elaborada que hacen que se peguen las manos al libro y no encontremos suficientes momentos en el día para «saber cómo sigue o acaba el asunto». El humor fino de Rubén Bevilacqua, un psicólogo de ascendencia uruguaya metido a investigador de uniforme con tricornio, es de calidad superior y arranca la sonrisa de forma continua a lo largo de la lectura. Al final, Rubén deja de ser brigada y alcanza el siguiente grado, subteniente, pero no por sus méritos, sino por el simple paso del tiempo.

Algunas frases extractadas que dan una idea de esto; son muchas pero he retirado muchas más, corriendo el riesgo de que al autor me denuncie por su reproducción pero mi intención es picar la curiosidad de los lectores de forma que no se escapen.

A fin de cuentas, la vida es demasiado corta como para gastar trozos de ella en reparar los malentendidos que sobre uno puedan llegar a producirse. 

Fue ya en el transporte público, denso de humanidad gracias a los recortes que compensaban los miles de bajas registradas en las huestes trabajadoras durante los últimos años, 

…pero a la vez me resultaba más auténtico, más pasional y menos zorruno que el concejal de urbanismo. 

Hice como me decía. Aunque no era el primer despacho judicial en que entraba, y en otros había observado análogo espectáculo, no terminaba nunca de acostumbrarme a la estrechez material en que se impartía justicia en mi país. 

La galería humana que me estaba deparando aquel caso, además de numerosa, era sin lugar a dudas peculiar. 

…del concejal, leí el whatsapp que me había puesto Chamorro. Me parecía un enojoso medio de comunicación, además de lo que implicaba poner tus comunicaciones, tu número de teléfono y, en nuestro caso, información sensible, a merced de otra de esas compañías que nadie sabe muy bien a quiénes tienen detrás ni qué hacen con lo que transita por sus servidores, y cuyo único crédito proviene de haber ingeniado una app que funciona con cierta gracia. En el otro platillo de la balanza, cómo no, el hecho de que fuera gratis, lo que para nosotros, miembros de las fuerzas de seguridad de un país con una deuda pública ya casi equivalente a todo su PIB, no dejaba de resultar un poderoso aliciente. 

…al contrario, debía de atesorar en su cuarto de baño todo un arsenal de sustancias destinadas a preservarlos y de cuya existencia yo, sin más recursos para mi toilette que las marcas blancas del Mercadona, ni siquiera llegaría nunca a tener noción. 
—No sé tú con tu novia —repuso Tous—, pero si yo le oculto el código de desbloqueo a mi mujer me veo con la maleta sobre el felpudo. 

En mi partido, y en esta comunidad, como pasa en todo el país, hay gente que lleva veinte años mojando, y que con el ejercicio del poder se han convertido en caciques irredentos, aparte de insaciables parásitos del presupuesto. Ahora está de moda cargar contra todos los políticos al bulto, lo que a esta gente, que no todos tienen cargo público, dicho sea de paso, les viene muy bien, porque en el bulto no se les ve. Incluso acabamos pagando los que venimos de alguna parte, tenemos una profesión a la que volver y también la conciencia de que esto es una etapa transitoria en la que aportaremos lo que podamos y luego nos largaremos. Así ellos siguen maniobrando en esas aguas turbias que tan bien les van. 

Como le había dicho una vez a alguien que hizo una chanza sobre mi «sorprendente» capacidad para leer en inglés: desconocer la lengua de Shakespeare es un lujo al alcance de quien ocupa el puesto de presidente del Gobierno, de hecho la norma viene a ser que la desconozcan, lo que hace suponer que no se necesita en ese trabajo; no puede razonar de la misma manera un suboficial del Cuerpo,…

… cuenta secreta de correo electrónico de Karen. Había numerosos mensajes cruzados con el registrador Santos, la mayoría de alto voltaje erótico, lo que sugería una relación basada principalmente en la atracción física y el disfrute sexual. 

Según las direcciones web que obraban en el sistema, había estado viendo un par de capítulos de la cuarta temporada de Mad Men, descargados a través de un portal de enlaces piratas. 

… y cuando echamos las cuentas comprobamos que sus turnos infringían la jornada del Estatuto de los Trabajadores. … No era el único que rebasaba la jornada legal en aquellos tiempos donde la negativa a hacerlo podía enviarle a uno a engrosar las filas ingentes del desempleo, 

… se las arregló para llegar al aeropuerto de El Prat, en Barcelona, antes de las tres de la tarde. Almorzamos unos sándwiches que nos costaron el triple de lo que valían y a la hora en punto estábamos en la cola de embarque con nuestras mochilas. 

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