viernes, 13 de junio de 2014

Un paso al frente, Luis Gonzalo Segura de Oro-Pulido

@UnPaso_AlFrente @luisgonzaloseg @VilaSilva Tengo que empezar por aclarar, porque me parece básico y fundamental en relación a la lectura de este libro, que pertenezco al grupo de españoles que sufrimos en su día un SECUESTRO LEGAL por parte del Estado Español, en mi caso de catorce meses, para ir a «servir» a la Patria, mediante la realización de lo que se conocía como «mili», Servicio Militar Obligatorio, que afectó a «todos» los varones nacidos hasta el año 1982 inclusive, dado que desde enero de 2002, las Fuerzas Armadas Españolas son absolutamente «profesionales», integradas por personal voluntario.

Otra cosa no se le puede suponer al autor, pero que los tiene bien puestos no admite dudas: mi reconocimiento y admiración. Luis Gonzalo Segura de Oro-Pulido es, no se sabe por cuánto tiempo, un teniente de complemento, madrileño de 37 años, destinado en el centro de transmisiones del Ejército de Tierra en Pozuelo de Alarcón. Y digo que no se sabe por cuánto tiempo porque en estos días, junio de 2014, se está tramitando su expulsión del Ejército por la historia contada en este libro que, lógicamente, no ha gustado a los estamentos militares. Según figura en el epílogo del libro, «en los años 2012 y 2013 interpuso diversas denuncias de índole muy variada cuyo destino final han sido y serán (para las que aún están abiertas) el archivo, salvo que la valentía personal de alguien comprometido las salve en el último momento. Tras comprobar la imposibilidad de encontrar justicia en el mundo militar decide dar la cara y escribir este relato, a pesar de los numerosos problemas que le puede acarrear y de poner en peligro su propio puesto de trabajo. Basado en hechos reales y ficticios, intenta dar a conocer a todo aquel que lo desee un mundo que es completamente desconocido por la mayoría de los españoles». Aunque el libro es una obra de ficción, los comentarios y opiniones en él vertidos han levantado ampollas y la reacción no se ha hecho esperar, como puede verse en esta noticia publicada en el diario "El País" hace dos días.

El propio autor comienza su escrito diciendo que «he aquí la primera incursión de un profano en el complejo arte de unir palabras y dotarlas de vida, intentando que no resulten tan inertes como la lectura de un diccionario. Desde luego, se trata de un arte reservado para muy pocos, y quien ha escrito este texto no se encuentra entre ellos. Por ello, pido paciencia. Es muy probable que este relato adolezca de falta de tensión, sentimiento o imaginación». Esto se nota en la novela y en su desarrollo, lo que no quita interés y se puede disculpar perfectamente; el texto en otras manos más expertas, con otra reestructuración y andamiaje, hubiera sido en mi opinión un bombazo, más grande si cabe de lo que es.

El relato versa sobre la vida de varios personajes, principalmente militares, y su devenir en diferentes cometidos y destinos, incluso en el extranjero, donde el relato del ataque sufrido por la base de las fuerzas españolas por la población civil coincide bastante con el ofrecido en otro libro comentado en este blog titulado «Y al final la guerra. La aventura de las tropas españolas en Irak». El protagonista principal, el teniente Guillermo Fernández, va recorriendo una serie de destinos e interaccionando con soldados y mandos hasta que explota por la sucesión de agravios e injusticias de las que es testigo cuando no sufridor, elevando una denuncia que parece que va a quedar ahogada como otras tantas. Aunque todo es un relato de ficción, ciertas partes se hacen eco de lo que podíamos catalogar como novela negra, es decir, más ficción de la reglamentaria, lo que da otro aire a la novela y permite momentos de evasión con asesinos a sueldo, escenas de amor y caídas libres en zonas montañosas que en mi opinión le sobran, pero que harán las delicias de los amantes del género. Al final, las autoridades militares se han agarrado para iniciar el acoso y derribo a una carta que al final del libro dirige el teniente al Ministro de Defensa, este, los anteriores y los que vengan, con unos puntos muy claritos y específicos de medidas a tomar para mejorar de una vez por todas la institución militar.

El autor, en el mundo real, ha agotado todos los procedimientos legales, endogámicos por cierto, y ha tenido que recurrir a los medios como último recurso en su defensa. En este enlace puede verse un video de su intervención en el programa «El Intermedio» esta misma semana. Su vida en el ejército a buen seguro está acabada pero hay que reconocerle su CICLÓPEO VALOR al denunciar unos hechos que suscitan pocas dudas en el común de los españoles, especialmente en los que en su día hicimos la «mili» y presenciamos, es mi caso, en vivo y en directo hechos similares a los comentados en este libro. Por ejemplo, el tener en el garaje vehículos inservibles para repartir la cuota de combustible entre oficiales y suboficiales o los tejemanejes con las compras de alimentos destinados a la comida de la tropa, por no hablar de los «machacas» y los servicios que los soldaditos, de forma voluntaria y desinteresada claro está, realizaban a los mandos en forma de dar clases particulares a sus hijos, llevar la compra a las mujeres, pintar sus casas o arreglar sus vehículos.

No hay precedentes, ni por tanto jurisprudencia, de un expediente como el abierto al teniente Segura por la carta incluida al final de su novela. Hay un par de casos similares que yo conozca, uno en el mundo militar y otro en el civil. En lo tocante a lo militar, el libro de la periodista Mariela Rubio Jiménez, que habrá que leer, titulado «Yak 42: A sus órdenes ministro» donde se ponía de manifiesto que cualquier investigación dentro del mundo militar está cuando menos mediatizada si no abocada al sobreseimiento. Por otra parte, en el mundo civil, hace años hice el esfuerzo de leer un libro escrito en mallorquín y titulado «Ajuntament, bon día», de Arnau Ramis i Pericàs, que versaba sobre el tema del acoso psicológico en el trabajo, mobbing, y en el que se relataban unos «supuestos» hechos acaecidos en el devenir de un ayuntamiento. Algunos de los personajes, de ficción, se dieron por aludidos y denunciaron al autor, reconociéndose de forma implícita en los personajes del libro y asumiendo los hechos relatados.

Lorenzo Silva, uno de nuestros reputados autores conectado con el mundo militar por sus obras y por ser guardia civil honorífico, ha afirmado que «me parece absolutamente improcedente que se expediente a alguien por una obra de ficción. Los militares renuncian a una serie de derechos, como el de sindicación, y tienen limitada la libertad de expresión, pero no conozco ninguna norma que limite la libertad de creación» y también que «habría que demostrar que la ficción se ha utilizado como cobertura para contar hechos reales y señalar a sus responsables». Rafael Reig, librero y profesor de creación literaria manifiesta que «la ficción es el territorio de la libertad absoluta» al tiempo que añade que «ni siquiera los militares tienen “limitado el derecho a fabular”».

Derechos y deberes se unen y se separan en un abrir y cerrar de ojos y es curioso como todos, cada uno en la medida en que está a su alcance, nos creemos con derecho a disfrutar de ciertas prebendas aún a sabiendas de que no es éticamente correcto. Quién esté libre de pecado en este País, que tire la primera piedra.

En este enlace podemos acceder a una entrevista de 42 minutos en video al autor donde habla de forma clara y rotunda, no sobre el libro, sino sobre la situación de lo militar y su conocimiento por la sociedad. Muy recomendable. También disponible la misma entrevista en este otro enlace al canal youtube.

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