Samuel Dashiell Hammett nació en 1.894 en el condado de St. Mary`s (Maryland, EE.UU.). Abandonó el colegio muy joven para trabajar en diferentes oficios hasta que con 19 años ingresa en una agencia de detectives de Baltimore en la que permanece tres años hasta alistarse en el ejército para participar en la Primera Guerra Mundial. De vuelta a Estados Unidos, retoma su trabajo de detective con incursiones en el mundo de la publicidad y de la escritura, con cuentos cortos, guiones cinematográficos y algunas novelas con las que cosechó cierto prestigio como «El halcón maltés», «Cosecha roja», «La maldición de los Dain» o «La llave de cristal» en las que fueron tomando forma personajes como Sam Spade, Ned Baumont, el matrimonio de detectives Nick y Nora Charles o el Agente de la Continental entre otros. Abandona toda actividad literaria a partir de 1934 para dedicarse a actividades políticas, con algún contratiempo que le llevó a la cárcel. Falleció enfermo de cáncer en 1961 en un completo anonimato. Es considerado como uno de los fundadores de la llamada Novela Negra como movimiento literario junto a Raymond Chandler, Carroll John Daly o Edgar Allan Poe. La conocida internacionalmente como Semana Negra de Gijón otorga anualmente el premio que lleva su nombre a la mejor novela policíaca escrita en español.
Hammett empezó en 1930 a escribir páginas de «otro» libro con la intención de titularlo «El hombre delgado» que al final vio la luz con este título en 1934 pero con una historia diferente que la que había comenzado. Ciertos personajes y partes de la historia eran similares pero las páginas iniciales dieron lugar a este libro que hoy comentamos a cuyo título añadió «primer». Un hombre despechado ha asesinado a tiros a la mujer que convivía con él cuando esta le anuncia que le deja para casarse con otro. El sheriff local con su ayudante y la presencia de un detective llegado de la ciudad empiezan a indagar los hechos que en un principio parecen estar muy claros pero a medida que avanza la investigación aparecen determinados aspectos que provocan un giro radical de los planteamientos. La atención del lector se ve atrapada y asiste que asiste a una radiografía de la época en sus aspectos policiales y humanos, donde los que quebrantan la ley y los que la respetan son dos caras de una misma moneda.
Un libro muy exiguo con apenas ciento veinticinco páginas que albergan cerca de veintiún mil vocablos, lo que facilita que pueda ser leído en un corto espacio de tiempo. En este libro se dan dos cuestiones que mí personalmente no me gustan pero que pueden hacer las delicias de otros: novela negra que no es un género que me atraiga en general y una forma de escribir en diálogos y párrafos extremadamente cortos que me generan desazón en la lectura. Con todo, me ha gustado el personaje del detective y la evocación que hace de los diferentes ambientes en los que va desarrollándose la acción, así como el manejo de esta para ir generando contradicciones a partir de indicios que aventuran una toma de decisiones no siempre acertada. En mi caso, insisto, no es para tirar cohetes, pero doy por bien empleado el poco tiempo dedicado a su lectura que me ha permitido asomarme a uno de los clásicos del género.
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