Libro correspondiente a la 30 edición del Club de Lectura de ALQS2D durante el cuarto trimestre de 2019.
Santiago Lorenzo nació en Portugalete, Vizcaya, en 1964. Estudió imagen y guion en la Universidad Complutense y dirección escénica en la RESAD. En la actualidad es persona que hace de todo un poco, principalmente en el mundo del cine y de la imagen, pero también escribe libros como el que comentamos hoy, «Los asquerosos» publicado en 2018. Anteriormente «Los millones (2010)», «Los huerfanitos (2012)», «Las ganas (2014)» y «9 chismes, (2017)».
Manuel es un chaval madrileño inteligente e inquieto, un poco especial en
sus planteamientos vitales, que un día en que se celebra una manifestación se
encuentra en el portal de la casa donde vive alquilado con un policía
antidisturbios que quería ensañarse con él. En un acto reflejo, le acuchilla en
el cuello con un destornillador que llevaba siempre como amuleto. Asustado ante
el más que posible asesinato de un agente de la autoridad y con una
comunicación telefónica intermitente con un tío político suyo, huye y se
refugia en el pueblo castellano abandonado de Zarzahuriel. Acomodado a la vida
solitaria y rural, lejos de todo, sobrevive con sus paseos, vegetales
campestres comestibles o no, sus inventos y la lectura de un lote de libros de
la serie Austral que ha encontrado en la casa ocupada. Semanalmente recibe un
pedido del Lidl que le envía su tío con lo imprescindible. A medida que avanzan
los días, cada vez necesita menos hasta que un día la casa anexa es adquirida
por gente de la ciudad, que la arregla y la empieza a frecuentar los fines de
semana, cortando la apacible vida de Manuel que se ve obligado a desaparecer.
Pero al final decide pasar a la acción y quitarse de encima a los detestables
vecinos y toda su parafernalia de costumbres de ciudad llevadas al campo.
Estamos ante un potentísimo libro en el que el autor revisa el concepto de
vida moderna de forma hermosa. En estos días en que está de moda hablar de la «España
vacía» este libro cobra rabiosa actualidad con unos planteamientos desenfadados,
un lenguaje novedoso e inventado que provoca la complicidad del lector a tomar
partido por la vida campestre de Manuel y ver en el espejo la vida de ciudad
basada en trastos, voces y ruidos: esa que cada fin de semana ejemplarizan los «mochufas», palabra inventada como otras
muchas a lo largo del texto que enriquecen un idioma que nos dedicamos a mermar
más que engrandecer. La lucha ejemplar de Manuel para vivir con lo mínimo es
una quimera hoy en día, pero no está de más imaginar cómo se encontraría el
lector en esa situación, sin el sometimiento a una dictadura de trabajo,
comunicaciones, supermercados y demás zarandajas de la vida moderna que se nos
han hecho imprescindibles además de convertirnos en profundamente «tontuelos». Un libro muy
recomendable para recuperar sensaciones que algunos ya entrados en años tuvimos
de niños, especialmente en los pueblos, cuando el agua no llegaba a las casas y
el brasero y la lumbre eran toda la posible calefacción. En el fondo, todos
somos en mayor o menor medida unos «mochufas» en alguno de los aspectos que
descubriremos cuando nos acerquemos a este canto a la libertad, esta crítica al
despilfarro, este grito contra el ruido y el postureo. Libro original,
divertido… diferente, un soplo de vida sana y feliz, ausente de ruidos y de
obligaciones. Si bien no de forma permanente, un poco de «España vacía» nos
vendría muy bien de vez en cuando para bajar nuestros humos de personas de ciudad.
Para aquellos lectores que gusten de requiebros del lenguaje, este será un
libro sumamente atrayente por su rico vocabulario complementado con palabras
inventadas tanto de cariz culto como barriobajero.
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