miércoles, 27 de mayo de 2020

Casas vacías, de Brenda Navarro

Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982). Es licenciada en Sociología por la UNAM; especialista en Economía y Género así como en Derechos Humanos por la Universidad Iberoamericana (UIA) y en Relaciones de Género por el PUEG/UNAM. Becaria en SOGEM-Puebla y en los diplomados del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia y Guión Televisivo por la DGTVE. Es estudiante del Máster de Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía por la Universidad de Barcelona. Sus líneas de investigación están relacionadas con derechos laborales y usos del tiempo de las escritoras, el acceso de mujeres a la cultura, derechos y humanidades digitales, y la construcción de identidades dentro de los campos de poder de la industria editorial. Es parte de la Asociación Clásicas y Modernas [organización española para la igualdad de género], de la Asociación Internacional de Feministas Economistas [IAFFE, por sus siglas en inglés] y de Internet Society. Ha trabajado como redactora, guionista, periodista cultural, y publicado cuento y poesía en varios medios digitales e impresos. Le importa todo lo que tenga que ver con relaciones de género y literatura. A veces escribe, otras hace preguntas porque no sabe dibujar ni tocar el piano. Dirige el proyecto digital Enjambre Literario. Casas vacías es su primera novela y ha sido distribuida gratuitamente a través de internet. (Texto recogido del propio libro, que se publicó inicialmente en formato digital y se distribuyó de manera libre y gratuita). Más información en su página web .
Nunca quise ser madre, ser madre es el peor capricho que una mujer pueda tener.
Una historia de dos mujeres mexicanas, de diferentes estamentos sociales, contadas por ellas mismas con un trasfondo de ideas sobre la maternidad que da pie a numerosas reflexiones sobre todo lo que rodea a la vida de una persona: familia, trabajo, vecindario, cuestiones sociales … En un lenguaje claro y directo, con una extensión más corta imposible, hablando de un pasado reciente, dos personajes femeninos sin nombre nos hacen partícipes de forma alterna de sus interioridades y sus relaciones con lo que las rodea hasta confluir en un punto común que engarza la historia y que a algunos lectores les costará incluso descubrir.
¿Lloraremos un día a nuestro hijo o guardaremos las lágrimas como síntoma de negación?
En mi comentario empezaré por manifestar dos cosas que NO me han gustado del libro, que pueden instar a algún lector a abandonar la lectura, pero que tienen todo el sentido del mundo si se llega al final. Uno de ellos es el cambio brusco de registro que se produce al cambiar el relato de una a otra protagonista, donde parece que nos hemos saltado algunas páginas o estamos leyendo un libro distinto. El segundo es la profusión, repetitiva, del lenguaje mexicano que caracteriza a la segunda protagonista por orden de aparición y que es una de las virtudes del libro, aunque en modo escrito puede resultar cansino al lector. Obviadas estas dos salvedades, el lector se encontrará un relato muy breve en comparación con todo lo que aporta; casi puede leerse de una sentada pues sus apenas cuarenta mil vocablos se pueden devorarse en una tarde de lectura continuada. El retrato de la sociedad mexicana es profundo y contado con las mínimas palabras posibles, así como ciertos aspectos, muy reducidos, de la sociedad española —andaluza, catalana y vasca—. Podríamos considerar la maternidad, como tema central, siendo el eje alrededor del cual las dos protagonistas nos van contado su vida y mostrando los personajes en una sociedad violenta, marcada por el machismo, de dolor continuo y donde el afecto tiene pocas posibilidades de mostrarse, incluso en la intimidad familiar. Un mismo niño —Daniel-Leonel— para dos madres diferentes que en su autismo hace florecer nuevos aspectos sociales de una maternidad incómoda en relación con los hijos: una realidad de SER y NO SER madres por deseo propio o por imposición social. Una historia dramática, triste, muy ajustada en su longitud, con un final que no llega (ni falta que hace) al que todo buen lector debería asomarse, especialmente si es mujer. Y si lo hace en un lector electrónico, con el diccionario activado, lo disfrutará mucho más.


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