martes, 6 de octubre de 2020

La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes

En unos días se cumplirán los 100 años del nacimiento de este ilustre y reconocido representante de las letras españolas. Miguel Delibes nace en Valladolid el 17 de octubre de 1920. Estudia Comercio y Derecho pero a los 21 años comienza su trabajo como caricaturista en el diario “EL NORTE DE CASTILLA”. Tras cinco años y un curso acelerado en Madrid, cambia su puesto al de periodista en ese mismo diario, aunque nunca pensó en manejar la pluma. Esta que comentamos hoy, «La sombra del ciprés es alargada», es su primera novela y por ella obtuvo el prestigioso premio Nadal en 1947 —a la edad de 27 años— y representa un punto de inflexión porque pasa a hacer de la escritura su modo de vida. Según comentaba él mismo, aprendió a usar el castellano en un «Manual de Derecho Mercantil». Fue director del periódico durante años, teniendo que dimitir en 1963 por diferencias con los políticos de la época, entre ellos Fraga. Aun siendo un consumado cazador, amaba a los animales y defendía la naturaleza y su conservación. En 1998 es operado de una grave enfermedad quedando, según sus propias palabras, muerto en vida al no poder dedicarse a su pasión: escribir. Fallece en marzo de 2010. Recibió numerosos premios relacionados con las letras, aunque no obtuvo el Nobel, si bien nunca le preocupó lo más mínimo. Dejo una extensa obra publicada. En este blog se han reseñado sus obras «El hereje» y «Las ratas».

Pedro es un huérfano de 10 años al que su tío deja «interno» todo el año y varios años en la casa del maestro Mateo Lesmes en Ávila, como si fuera uno más de una peculiar familia. Contará al poco tiempo con la llegada de otro estudiante, Alfredo, que será una luz en el mundo sombrío de la casa y sus habitantes. Pasado el tiempo, con diversas circunstancias en la vida familiar entre las que ocurre la muerte de Alfredo, Pedro supera los estudios y ha ido forjando un ideal de vida solitaria que remata estudiando en Barcelona la carrera de marino y enrolándose en un barco. Con el tiempo llega a capitán, pero sigue encerrado en sí mismo hasta que por una circunstancia Jane se cruza en su vida. Pedro resulta atraído por ella, pero no se permite ceder a sus sentimientos y alterar la vida que lleva. Algunas circunstancias y cierta influencia interesada de un compañero de navegación trastocarán sus momentos finales con varios giros inesperados que sorprenderán al lector.

La lectura de este libro no será igual para una persona mayor que haya conocido en propia persona las circunstancias de la vida reflejadas en el relato que para un joven o alguien de otro país. Un fiel reflejo sociológico de la época y de la vida en algunas ciudades y familias de aquellos años de la posguerra. También hay que tener en cuenta que se trata de la primera novela de este autor y comparaciones con obra suya posterior pueden quitar cierto grado de brillantez, pero sería injusto. El lector se deleitará sin duda con el léxico empleado, con las acertadas y precisas descripciones, con muchas palabras —pigre, enteco, desmarrido, escamona, acitara, ostial…— cuyo significado tendrá que buscar —si quiere alcanzar su significado— en un diccionario. No descubrimos nada declarando a Delibes es un maestro en el manejo del lenguaje español, ese que se maneja incluso hoy en día con sobriedad, precisión y viveza en los campos de Castilla en los que el autor ha vivido. Un relato realista —pesimista para algunos— que transmite fielmente los sentires de la época en ciertas familias y en ciertas ciudades, como Ávila, Santander, un poco Bilbao y Barcelona o Providence en Estados Unidos. Las relaciones humanas entre sí y con el entorno en el que viven van y vienen sin dejar al lector indiferente y casi obligándole a deambular por ellos, con mucha más intensidad si los ha visitado alguna vez. Muchas frases para subrayar, muchas reflexiones para repensar y una deliciosa lectura están llamando al lector que quiera pasar unas horas muy agradables.
 

 
 


 

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