miércoles, 4 de noviembre de 2020

La grieta, de Doris Lessing

Doris May Tayler, Doris Lessing en su nombre de casada, nació en Kermanshah, Irán, en 1919. Su obra tiene un marcado carácter autobiográfico, especialmente de su experiencia africana en su infancia, plasmando conflictos culturales y raciales persiguiendo poner de acuerdo la conciencia individual y el bien común. Su primer libro data de 1950: «Canta la hierba». Nunca quiso significarse en cuestiones políticas, pero, sin quererlo, se convirtió en un icono de causas marxistas, anti-colonialistas, anti-segregacionistas y feministas, llegando a tener prohibido el acceso a muchos países de África del Sur, aunque en 1995 fuera recibida casi con honores cuando fue autorizada a visitar antiguos familiares. Nacionalizada británica, obtuvo —con bastante cuestionamiento de la crítica— el premio Nobel de Literatura en 2007 por su «capacidad para transmitir la épica de la experiencia femenina y narrar la división de la civilización con escepticismo, pasión y fuerza visionaria». En ese mismo año, 2007, se publicó el libro que hoy comentamos, «La grieta». Doris Lessing falleció en Londres en 2013.

Un lugar idílico en una costa escarpada con grietas y cuevas es el escenario en que comienza una historia ancestral —parece infantil— en la que se habla de grietas (mujeres) con águilas como animales casi sagrados que se llevan a los niños deformes (monstruos) hasta un valle allende las montañas en que habitan los chorros o tubos(hombres). Al cabo aparece un patricio romano como narrador de esta historia que podría ser un remedo del Génesis invirtiendo el orden (primero la mujer y luego el hombre). Vueltas y vueltas a una historia con muy poco recorrido.

Para no andar con rodeos voy a ser directo: cansino, reiterativo… infumable. Quién tenga curiosidad por leer un libro de toda una premio nobel… contenga las ganas de acercarse a este y trate de encontrar otro, por ejemplo «El sueño más dulce», reseñado en este blog en este enlace. Cuando uno se acerca a un libro sin saber nada previo acerca de él, lo menos que espera encontrar es que el relato le agrade, le atraiga para ir descubriendo la historia que se le quiere contar, pero no conseguir —este libro lo consigue— que el lector esté deseando cerrarle para no volverle a abrir más. Yo he llegado al final por una cierta «obligación» mal entendida al tratarse de un libro seleccionado en un club de lectura, pero, de buena gana, lo habría leído en diagonal y de diez en diez páginas como mínimo. No se lo recomendaría a nadie, por mucho que una vez acabado, como a cualquier lectura, se le pueda buscar los tres pies al gato elucubrando acerca de lo que la autora nos ha querido transmitir. A mí no me ha dicho nada coherente y ya he perdido bastante tiempo leyendo (todo) el libro como para perder más en esta reseña.


 

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