Luisa Castro Legazpi nació en Foz, Lugo, en 1966. Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, habiendo realizado también estudios de cine en Columbia y New York University. Poetisa y novelista, inició su carrera literaria a los diecisiete años con la publicación del libro «Odisea definitiva. Libro póstumo». Gran parte de su obra es en el género poético, aunque ha obtenido varios premios literarios con sus novelas como el Premio BIBLIOTECA BREVE 2006 otorgado por Seix Barral por esta novela que hoy comentamos. Es colaboradora habitual de La Voz de Galicia, El Mundo y El País Semanal. Hay más información de ella en Wikipedia en este enlace.
Una novelista gallega de 25 años en momento de éxito, Julia, tiene un encuentro amoroso en una convención literaria en el extranjero con Gaspar, de 57 años, que desea recuperar su vida amorosa. La diferencia de edad no es óbice para un amor apasionado que lleva a Julia a entregarse a Gaspar. Tras los primeros momentos, cuando el amor pasa a un segundo plano, emergen los problemas con la familia de Gaspar y con la juventud de Julia, que sigue enamorada a su pesar y concede el tener una hija. Dos generaciones, dos clases sociales muy desiguales, dos conceptos de la vida muy alejados son el caldo de cultivo para una explosión incontrolable.
¡La Ley! ¿Iba a decirle la Ley lo que tenía que hacer él? ¿A su edad... a un hombre de su posición... a un señor como Gaspar Ferré, un hombre respetable, iba a decirle la Ley cuándo tenía que ver a su hija? ¿Qué días, qué horas? ¿Por qué?
Hablaré en primera persona porque este relato puede provocar división de opiniones según sea se hombre o mujer y según se haya pasado o no por una ruptura sentimental de formas que pueden llegar a ser violentas. Me ha costado acabar la lectura y lo he hecho por ser un libro establecido en uno de los clubes de lectura en los que participo. Un comienzo muy extraño, poco verosímil por su brusquedad, aunque en el amor —en los primeros momentos de arrebato y pasión— todo está permitido. Al final, tras la lectura creo que la autora no ha explotado la diferencia de clase social y de edad de los personajes llegando a un relato convencional que incluso pudiera contener algunos anacronismos en los pensamientos atribuidos a la joven. La violencia psicológica, e incluso física, está presente en unos protagonistas a los que he llegado a coger una cierta antipatía por sus acciones, por sus omisiones o por sus pensamientos. Sin embargo, algún personaje secundario como Frederic, hijo de Gaspar o Dolores, una asistenta, tienen sus resplandores. Estas disputas conyugales, por lo general, siempre acaban ante un juez que lo que diga será cuestionado por cada una de las partes. No me ha llegado a convencer, aunque algunas de las escenas pueden entresacarse y dan cierta brillantez al relato.
Acabaron los tres en la Policía Nacional. Escoltada por una pareja de agentes, Julia volvió a su casa con Virginia, cerró la puerta con siete llaves y Gaspar se volvió solo a Cataluña la grande con el rabo entre las piernas y desinflado como un gañán. La panza del lobo empezaba a rebosar de piedras. No había Almax que le curara la acidez.