martes, 20 de septiembre de 2011

La Papisa, Donna W. Cross

No tenía conocimiento de la existencia de este libro cuando me lo regalaron en septiembre de 1999, tres años después de su publicación. Tras leerlo y disfrutarlo enormemente quedó incorporado a mis favoritos, donde sigue tras el paso de los años a pesar de haber leído muchísimos otros. En su web oficial hay comentarios de los lectores en su libro de visitas, desde hace catorce años, entre los que se encuentra el mío en aquellas fechas y que reproduzco a continuación: "Empecé a leer el libro el viernes y lo acabé el sábado. Histórico o no, es indiferente. El libro es impresionante, absorbente. Se lo recomendaré a todos mis amigos. Es la recreación de una atmósfera muy especial. Muchas gracias". Tuve algún contacto por correo electrónico con la autora que pensaba venir a España y estaba preparando la película, película que vio la luz en 2009 y que refleja con gran precisión los hechos relatados en el libro. Antena3 TV la proyectó en dos capítulos en marzo de este año. Muy recomendable, se lea o no el libro.

Ahora le ha llegado el turno de releerlo y disfrutarlo de nuevo. No se sabe si la historia es cierta o no, aunque la autora refiere algunos hechos que han perdurado a través de los tiempos a pesar de que la Iglesia, con mayúsculas, no reconoce este papado que correspondería a Juan VIII. Hay otros libros publicados y muchos grupos que debaten sobre el tema sin llegar a certezas, pero es lo mismo. La narración nos transporta a un mundo duro y cruel, en Ingelheim, allá por 814, cuando nace en una aldea alemana mísera y con grandes dificultades Juana, tercera hija del diácono, que cohabita con mujer a pesar de ello. Somete a su familia a las creencias cristianas con saña y barbarie, a base de fuerza y maltrato físico. Las mujeres no contaban pero Juana es intuitiva, perseverante y con unas ganas de aprender y saciar su curiosidad que rayan en lo patológico. Convence a su hermano mayor de que le enseñe y llega a superarle, todo a escondidas de su padre que lo desaprobaría, leyendo y escribiendo en latín. El primogénito fallece y Juana se queda sin maestro pero un griego accede a darles clases a ella y a su otro hermano, aunque este es un zoquete que ni puede ni quiere aprender. Cuando el maestro griego marcha, consigue que Juana sea llamada a la escuela del obispado de Dorstadt, pero el padre se niega y pretende mandar al hijo varón en su lugar. Al final Juana escapa y van juntos. Allí Juana demuestra sus conocimientos y su capacidad de estudio y razonamiento, lo que le granjea la enemistad de su maestro y de todos sus compañeros, varones, que la hacen pasar por multitud de maltratos y humillaciones. Durante este tiempo vive con las hijas de un noble, Geroldo, que la protege y la admira, llegando a formarse entre ellos algo más que cariño.

En una ausencia de Geroldo, la mujer de este, que dejaba traslucir su envidia por Juana y las atenciones que la dispensaba su marido, arregla a toda prisa el matrimonio de Juana con un herrero, extorsionando al obispo. El matrimonio no llega a celebrarse al ser atacada la aldea por bárbaros del norte que pasan a todos a cuchillo. Juana logra escapar y adopta la identidad de su hermano, muerto en el asalto, llegando al monasterio de Fulda, donde ya como varón, aprende medicina y es la admiración de todos por su erudición, lo que la granjea nuevamente no pocas enemistades, entre ellas la del abad. Con el tiempo y con motivo de enfermar, está a punto de ser descubierta su condición de mujer, por lo que huye y recala en Roma, donde llega a ser médico personal del papa Sergio, tras curarle de su enfermedad de glotonería. Odiada por muchos y admirada por otros, llega a ser elegida papa y conoce los entresijos del amor al regresar a la corte papal como jefe de la guardia su antiguo protector Geroldo. Fruto de las relaciones con este, Juana queda encinta y se resiste a las peticiones de Geroldo a huir juntos. Las intrigas, muertes y envenenamientos iban y venían y aunque Juana estaba decidida a dejarlo todo y marchar con su amado, en la procesión que iba a ser su último acto, Geroldo es emboscado y asesinado, lo que motiva el adelanto del parto en la misma calle, delante de todos los fieles.

A partir de entonces, una silla perforada, que todavía se conserva, servía para inspeccionar manualmente los atributos del elegido antes de proceder a su nombramiento formal. El inspector pronunciaba la frase “Duos habet et bene pendentes” (Tiene dos, y cuelgan bien) si el resultado de su inspección era correcto. La historia de la papisa Juana fue reconocida largo tiempo por la Iglesia Católica pero, según parece, en el siglo XVII se hicieron desaparecer todos los rastros sobre su papado. Una novela recreada sobre un tema apasionante que recomiendo mucho leer. Supongo que no será la última vez que yo lo haga.

1 comentario:

  1. Desde que recuerdo, este libro en su edición del Círculo de Lectores estuvo en las estanterías de casa de mis padres. Por allí sigue y nunca, hasta que he leído tu entrada, me han entrado ganas de leerlo. Lo haré.

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