Salvo en épocas de estudiante, en las que el profesor te hacía odiar los libros y la lectura por la imposición de leer algunos determinados, la gente lee o leemos por placer, buscando en las páginas de los libros un rato agradable de expansión y enriquecimiento personal. Me atrevería a decir, aún a riesgo de levantar ampollas, que este libro, “El Ocaso de las autonomías”, es de los que hay que leer a pesar que la numerosa información contenida en él no sea una fuente de placer, sino todo lo contrario, de desasosiego y zozobra. El autor lleva más de treinta años clamando, al parecer en el desierto, contra las Autonomías en España, y contra los políticos en general, habiendo ocupado el puesto de concejal en el Ayuntamiento de Madrid en los primeros tiempos de la democracia.
Con independencia de la significación política del autor, el libro está plagado de datos y citas de todo tipo de periodistas, políticos, escritores,
opinadores, etc. etc. que así mismo pueden ser consideradas tendenciosas por cualquier lector que no esté de acuerdo con las ideas vertidas y, según el autor, razonadas.
Desde que hace muchos años se diera forma a este estado autonómico, que no federal, en el que por dar gusto a determinadas zonas españolas, con el apelativo que habría de comprobarse fehacientemente de históricas, lo que en realidad se hizo fue “un café para todos”, las situaciones esperpénticas han ido sucediéndose unas tras otras hasta llegar a la actualidad donde muchos, entre ellos me incluyo, consideran que no tiene sentido el coste que debemos de pagar todos por mantener unas autonomías que no siempre nos procuran bienestar y que nos cuestan un ojo de la cara. Como decía otro conocido autor, Alfonso Ussía, diecisiete reyezuelos en sus diecisiete “reinitos” rodeados de una tremenda corte de vasallos a los que alimentar y cuidar porque son la propia razón de su existencia. Luchando o haciendo como que rinden pleitesía al rey, en este caso el Gobierno, del que en el fondo se quieren desembarazar y al que ayudan cuando les conviene en chantajes más o menos taimados.
Y es que las autonomías son insaciables, nunca estarán satisfechas con lo que se las transfiere ni con el dinero que se las haga llegar, pero siempre echaran la culpa a “Papá Estado” de todos los males que sus dirigentes, incapaces y mediocres, no alcanzan a solucionar convirtiéndose en una lastra más que en una ayuda para sus sufridos habitantes.
No es de recibo que los impuestos sean diferentes que los de un vecino del pueblo de al lado por el mismo concepto. No es de recibo el que me obliguen a usar un determinado idioma que no es el nacional, por la fuerza, so pena de excluirme de ciertas cosas. No es de recibo que se desmonten o reduzcan servicios hospitalarios y se mantengan televisiones autonómicas o embajadas en el extranjero. No son de recibo determinadas autonomías uniprovinciales o incluso de ciudades. No es de recibo que la sanidad y educación de un español sean diferentes, sustancialmente, que las de otro también español. No es de recibo que por una ley electoral trasnochada y con intereses partidistas, un voto no valga igual en un sitio que en otro y que nos veamos obligados a sufrir una “partitocracia o partidocracia””, que no democracia, donde unos ahora y otros después se alternan en el poder y velan por sus intereses de partido, con sus listas cerradas, haciéndonos creer que por ir a votar cada cuatro años estamos en democracia. Y un jamón. Y con chorreras. Demasiadas cosas no son de recibo o al menos es cuestionable como están. Y eso si entrar en las empresas creadas de forma poco transparente y que son utilizadas sin ningún control para fines no muy claros y cuyos beneficios disfrutan unos cuantos y los perjuicios los pagamos todos.
Un tema polémico el tratado en este libro y más en estos tiempos de crisis económica virulenta, donde no hay dinero para educación o sanidad y si la hay para mantener toda una cohorte formada con un gran número de políticos y de funcionarios necesarios para que funcione. Tras leer su contenido, cada uno podrá madurar sus propias y personales opiniones y estar de acuerdo o no con lo que en él se vierte, se defiende y se justifica documentalmente. Cierto es que se podría escribir otro defendiendo todo lo contrario y justificándolo también con solo elegir determinados escritos y rechazar otros. Pero tras su lectura, nos veremos obligados a tener nuestra propia opinión, que coincidirá en mayor o menor medida.
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