La uÑa RoTa, Segovia. Mayo 2013. 80 páginas. 12 euros.
Y después de pasar unos días con Robert Walser en el bolsillo, quería escribir una breve miscadigresión sobre esta lectura, Diario de 1926, antes de irme a tierras cántabras.
Me gusta Robert Walser porque me recuerda a mi abuelo. Como a mi abuelo, a Robert Walser le gustaba mucho pasear, y siempre que lo leo me entran unas ganas inmensas de salir por la puerta, o levantarme del banco en el que estoy sentada y darle a los pies, como hacía mi abuelo y como hacía Walser, que le sobrevino la muerte también paseando. Menciono aquí, en este mismo párrafo, que Robert Walser tiene un librito titulado El paseo, y en Diario de 1926 el narrador da unos cuantos: Hoy he dado un agradable paseíto, breve, mínimo y sin alejarme demasiado, he entrado en una tienda de comestibles y he visto en su interior a una agradable muchachita, de estatura igualmente mínima y porte y actitud visiblemente modestos. p.7
Según
avanzaba en la lectura de este relato
breve de extensión razonable p.30, me preguntaba si habrá algún libro que
hable sobre el arte de pasear. Busqué en Google pero no encontré nada, o no lo
que quería. Páginas que nos hablasen de personas y personajes paseantes. Se me
ocurrió que podría hacer un collage
con esos personajes y personas paseantes. Quizá lo haga. Y mientras no
encontraba nada, ni hacía el collage,
volvía a las páginas de Diaro de 1926,
y a cada frase las mismas ganas de siempre de emprender la aventura del paseo: Encontrar una habitación, esto es, la
búsqueda de un espacio, un atelier de creación, que al mismo tiempo sea un
lugar indicado para contener el sueño, ha sido para mí desde siempre, ruego
encarecidamente que se tenga en cuenta, una forma inmejorable de salir a dar un
paseo y darle al cuerpo una alegría al aire libre. p.29
Como
muchos paseos en los que nuestra atención se posa en una cosa para al ratito
posarse en otra, así Walser pasa de un tema a otro, como si nada, como si fuera lo más natural del mundo, y está bien que así sea; y vamos descubriendo que esos paseos
son el inicio de otros: “y ya veré qué
rumbo toma ese paseo hacia los dominios de mi experiencia vital, experiencia
que me observa con aire problemático, con la mirada misteriosa de lo que aún no
está resuelto, y a la que observo a mi vez con aire parecido. pp.44-45
Es
el segundo libro que leo de la editorial La uÑa RoTa (del otro ya hablé por
aquí: En la pausa, de Diego Meret). El
primero me llamó la atención por su portada, por su brevedad, por su llamar la
atención tan silencioso; y el segundo
por su portada, por su brevedad, por su llamar la atención –en esta ocasión-tan
amarilla y con sombrero. Y por su autor, claro. Adoro a Walser. Quizá por los
paseos. Quizá porque su lectura me lleva
a pasear. Quizá porque como dijo Hermann Hesse si los poetas como Walser se contaran entre los espíritus que
gobiernan, no habría guerras. Si tuviera cien mil lectores, el mundo sería
mejor. Sea como fuere, el mundo está justificado por haber gente como Walser. Quizá porque me recuerda y me acuerdo mucho de mi abuelo.
Robert Walser |
Patricia L.D.
De la nota de prensa de la editorial:
Sobre
el autor
Robert
Walser nació en Biel
(Suiza) en 1878 y murió durante uno de sus incontables paseos no muy lejos del
hospital psiquiátrico de Herisau, al este de Suiza, el día de Navidad de 1956.
Es, sin duda, uno de los más importantes escritores en lengua alemana del siglo
XX. Autodidacta, errante, finísimo estilista de la lengua alemana y provisto de
una mirada capaz de destripar la realidad con la más suave ironía.
Encomiado
por Musil, Bernhard y Walter Benjamin, apreciado por Kafka, Canetti, Thomas
Bernhard, Coetzee o Peter Handke, entre otros, el prestigio de Walser –«un prestigio
moderado y sombrío, que es el único que podría convenirle», como señala Luigi
Amara– se debe tanto a sus primeras y aparentes novelas, Los hermanos
Tanner, y Jacob von Gunten o El ayudante como a sus prosas
breves, entre las que destacan el primer libro, Los cuadernos de Fritz
Kocher, que dio a la imprenta en 1904, y las famosas nouvelles El paseo,
o Vida de poeta, La rosa, así como los microgramas Escrito a
lápiz, publicados en España por Siruela.
Sobre
el traductor
Juan
de Sola (Barcelona,
1975) es traductor y editor. Ha traducido, entre otros, a Joseph Roth,
Hofmannsthal, Richter, Brecht, Lowry, Beckett y Gabriel Josipovici. En la actualidad
prepara la edición de la
Correspondencia entre Goethe y Schiller. Fue premiado
por el Gobierno de Suiza en reconocimiento por sus traducciones de Robert Walser,
entre las que destaca El bandido, La habitación del poeta y Microgramas
I. Ha impartido clases de Teorías de la lectura y Crítica literaria en la UOC. Para La uÑa RoTa ha
traducido El hundimiento, de Nossack. Su web: http://juandesola.com/wp/
Sobre
el ilustrador de la cubierta:
Eduardo
Jiwnani (http://www.laluzroja.com/), autor de la portada de libro, vive y
trabaja en Madrid como diseñador gráfico. En 2004 creó la editorial La Luz Roja para dar salida
a pequeñas tiradas de poemarios y catálogos de artista. Para La uÑa Rota ilustró
la cubierta de Obra inacabada, de Bertolt Brecht (traducida por Miguel
Sáenz).
Había olvidado cuanto disfruto con tus reseñas. Gracias por escribir y compartirlas. Me he sentido liviano y ensimismado paeando entre las líneas de tu escrito y me has trasmitido la profunda sencillez de algunas liturgias. El paseo sin destino, el silencio, pequeños milagros desapercibidos. Sin querer, me llegó la cadencia de sus pasos y de tus viajes en tren con tu abuelo, y sin haber estado allí presente, los he presenciado en la distancia y disfrutado con su conjuro.
ResponderEliminarUna y mil veces.....Gracias por este paseo.
.
Gracias a ti, Javier. Eso es, pequeños milagros desapercibidos...
ResponderEliminarRecuerdo que en el último viaje que hice a Santander también nos escribimos por aquí. En aquella ocasión la reseña era tuya. Se echan de menos. Un abrazo,
Patricia