(…) como si las piernas se hubieran hecho para
sentarse y no para estar de pie o caminar, Henry David Thoreau.
En el post
dedicado al libro de Robert Walser, Diario
de 1926, comenté que me gustaría
leer sobre el arte de pasear y buscar personajes (ficticios y no ficticios) que
le diesen a las piernas. Desde
aquella entrada hasta hoy, me han recomendado ya unos cuantos libros. Entre
ellos no estaba Caminar de Henry
David Thoreau. Caminar llegó en uno
de esos paseos tan ramificados que hacemos por Google. Descubrí este breve
ensayo y también un artículo en la revista Caimán
Cuadernos de Cine (julio-agosto 2013) de Carlos Losilla dedicado a la maravillosa
trilogía del director Richard Linklater: Antes
del amanecer (1995), Antes del
atardecer (2004) y Antes del
anochecer (2013).
Sus protagonistas Jesse y Céline (Ethan Hawke y Julie Delpy) sin duda podrían ponerse en aquel collage que iba/voy a hacer de personajes paseantes, junto a Henry David Thoreau, mi abuelo, Robert Walser y Wordsworth: Cuando un viajero pidió a la criada de Wordsworth que le mostrase el estudio de su patrón, ella le contestó: <<Ésta es su biblioteca, pero su estudio está al aire libre. (p.13)
Sus protagonistas Jesse y Céline (Ethan Hawke y Julie Delpy) sin duda podrían ponerse en aquel collage que iba/voy a hacer de personajes paseantes, junto a Henry David Thoreau, mi abuelo, Robert Walser y Wordsworth: Cuando un viajero pidió a la criada de Wordsworth que le mostrase el estudio de su patrón, ella le contestó: <<Ésta es su biblioteca, pero su estudio está al aire libre. (p.13)
William Wordsworth (1770-1850) |
Y empiezo con el primer párrafo del artículo de Carlos Losilla:
Pasear también puede ser un acto de
subversión. Mientras paseamos, preferiblemente sin rumbo fijo, no trabajamos,
no producimos, no consumimos. Rompemos el circuito mágico del capitalismo. Nos
negamos a obedecer las reglas. Y, como mucho, podemos hablar con otro, con
otra. Charla también insustancial, que no aporta nada a la gran maquinaria
económica.
Del
mismo modo que en la primera parte de esta trilogía nos encontramos a Jesse y
Céline deambulando por las calles de Viena sin prisas y sin ningún objetivo concreto, sin aportar nada a la gran maquinaria
económica, Henry David Thoreau
(1817-1862) camina desviándose hacia los bosques sabiéndose y sintiéndose al
margen de los trayectos prefijados e impuestos por la sociedad: Las carreteras se han hecho para los
caballos y los hombres de negocios. Yo viajo por ellas relativamente poco,
porque no tengo prisa en llegar a ninguna venta, tienda, cuadra de alquiler o
almacén al que lleven. Soy buen caballo de viaje, pero no por carretera. El
paisajista, para indicar una carretera, usa figuras humanas. La mía no podría
utilizarla. Yo me adentro en la
Naturaleza , como lo hicieron los profetas y los poetas
antiguos, Manu, Moisés, Homero, Chaucer. (p.18)
A
la par que apuesta por pasear por otros caminos alternativos, alejados de los
perfectamente señalizados y estratégicamente orientados por las cercas, también
apuesta por un pensamiento salvaje frente a otro domesticado: Así como el ganso silvestre es más rápido y
más bello que el domestico, también lo es el pensamiento salvaje, pato real que
vuela sobre los pantanos mientras cae el rocío. (p.39).
Dadme por amigos y vecinos hombres salvajes,
no hombres domesticados. (p.43)
Caminar es un alegato hermoso del paseo,
del pasear que es en sí mismo la empresa
y la aventura del día, del despreocuparse (dejando a un lado el gran número
de ocupaciones diarias), aunque reconociendo también que no siempre es tarea
fácil: En el paseo de la tarde me
gustaría olvidar todas mis tareas matutinas y mis obligaciones con la sociedad.
Pero a veces no puedo sacudirme fácilmente el pueblo. Me viene a la cabeza el
recuerdo de alguna ocupación, y ya no estoy donde mi cuerpo, sino fuera de mí.
Querría retornar a mí mismo en mis paseos. ¿Qué pinto en los bosques si estoy
pensando en otras cosas? Sospecho de mí mismo, y no puedo evitar un
estremecimiento, cuando me sorprendo tan enredado, incluso en lo que llamamos
buenas obras… que también sucede a veces. (p.15).
Sabemos que a Céline y a Jesse también les llegará el momento (que no es un momento concreto, señalable en un calendario) en el que ya no puedan desviarse, mantenerse al margen de todo
aquello que antes aborrecían; momento en
el que ya habrán tenido que hacer concesiones
y seguramente muchos nos sintamos por eso mismo más cerca de ese pasear de Céline y de Jesse
que transcurre por Viena, París y por una pequeña ciudad de Grecia, que por los
que daba Thoreau por los frondosos bosques; no obstante, en ambos paseos, tanto
en el de la pareja como en el de Thoreau, apreciamos y se nos contagia, a pesar
de las concesiones, a pesar de la dificultad para quitarnos de encima otras
cosas, cierto espíritu de rebeldía que nos invita a pasear y perdernos siempre
que podamos por las calles del pueblo o de la ciudad, y a dejarnos sorprender
todavía por esos callejones que habíamos olvidado por el simple hecho de no
haberlos recorrido jamás.
Igual
que empecé, termino con un párrafo del artículo de Carlos Losilla y a
continuación con otro de Thoreau y una breve biografía (de la contraportada del
libro):
Y esa circulación constante entre unos
pocos cuerpos que rechazan el orden imperante para construirse otro que
compartir, es quizá una alternativa a la realidad, una ficción otra, un posible
inicio para la revolución.
Pues seguramente la revolución
empieza en la ficción, que no es otra cosa que pensar alternativas para la
vida. Carlos Losilla.
Henry
David Thoreau (1817-1862). Ensayista, topógrafo, disidente nato y maestro de la
prosa, su auténtico empleo fue, según él se ocupó de recordar, “inspector de
ventiscas y diluvios”. Su nombre ha llegado hasta nuestros días ligado a dos
libros capitales para el pensamiento individualista y antiautoritario: Ensayo sobre la Desobediencia Civil
(1849) y Walden, o la Vida en los Bosques
(1854). Caminar (Walkig) fue, sin
embargo, en vida de Thoreau, su obra más popular. Concebida como conferencia, y
leída en numerosas ocasiones, sólo se llegó a publicar póstumamente. Es, sobre
todo, una defensa de un “pensamiento salvaje”, que arroje sobre nuestra
conciencia una luz más parecida a la de un relámpago que a la de una vela. Su
ironía y el rumbo de vagabundeo que por momentos toman sus reflexiones, hacen
de la lectura de este libro algo tan tonificante como un paseo de buena mañana.
Y no hace falta que Thoreau nos recuerde que “el aburrimiento no es sino otro
nombre de la domesticación.”
Patricia
L.D.
Interesantísima entrada, gracias Patricia. No había caído yo en ese aspecto «anti-económico» de un simple paseo. Me lo pensaré y disfrutaré un poco más cuando salga a pasear.
ResponderEliminarEntonces te voy a tener que poner en mi collage de personajes paseantes :-)
ResponderEliminarUn abrazo,
Patricia
Gran entrada (y no conocía el blog, pasaré por aquí a menudo). A mi me encanta pasear, no sé si será una forma de adicción pero he llegado a pensarlo. Procuro andar un par de horas por mi pueblo todos lo días, y lo recorro entero porque no es muy grande, y los días que no lo hago me cuesta mucho dormirme a la noche. La última vez que estuve en Granada me destrocé los pies, literalmente, por caminar casi diez horas parando sólo para comer y algún café a media tarde.
ResponderEliminarY por pasear paseo incluso viendo una película (la trilogía de Linklater la tengo pendiente, por cierto). ¿No os pasa que os quedáis embelesados mirando las fachadas, la montaña, el lago... y tenéis que rebobinar porque no os habéis enterado de lo que han dicho? A mi sí, y si la película transcurre en París o Praga ya ni os cuento :)
El caso es que, como Ángel Luis, nunca me había parado a pensar en ese aspecto subversivo del paseo. Y casi que ahora lo voy a disfrutar incluso más.
Saludos :)
Gracias por pasar y pasearte por aquí, Luis. Me encanta lo que nos cuentas, esa adicción al paseo. Se puede pasear también como dices, por las películas... En la trilogía de Linklater paseas por los diálogos entre Céline y Jesse, sus miradas. Sin duda te la recomiendo. En las tres películas caminan y caminan, y hablan y hablan.
Eliminar¿Diez horas caminando? Qué genial!!
Saludos,
Patricia