viernes, 20 de diciembre de 2013

sábado, 14 de diciembre de 2013

SOLO, de AUGUST STRINDBERG.

 Solo, de August Strindberg.
El Cobre Ediciones.
Edición y posfacio de Alejandro García Schnetzer.
Traducción de Graciela Arancibia. 
136 páginas. 12 Euros.

Ya abrí Solo de Strindberg. Ya lo abrí y lo leí. Lejos queda la lectura de su Inferno, no su recuerdo. Solo también es una obra autobiográfica, pero a diferencia de Inferno, mucho más pausada: nos encontramos a un Strindberg menos agitado. Un Strindberg que pasea (sí, en la búsqueda que he emprendido de seres paseantes, en Solo he encontrado a otro) al ritmo de las estaciones del año: Después de muchas demoras, finalmente llega la primavera, y qué fiesta es caminar bajo los tilos esa primera mañana, cuando las hojas acaban de salir (…) Antes era empujado por el frío y el viento; ahora puedo tomarme mi tiempo, caminar lentamente e incluso sentarme en un banco (p.70) y también al ritmo marcado por su soledad: Para vivir en soledad, antes que nada debes llegar a un acuerdo contigo mismo y con tu pasado. Una larga y ardua tarea, una completa educación en la conquista de uno mismo. Pero no hay estudio más gratificante que el comenzar a conocerse, si tal cosa es posible. (p.41)

            Un estudio al que le ha ayudado mucho la lectura de su querido Balzac, de todos y cada uno de los volúmenes que forman La comedia humana: hasta que los hube terminado todos no me di cuenta de lo que había sucedido. Me había encontrado a mí mismo, y pude hacer una síntesis de todas las antítesis hasta ahora no resueltas de mi vida. Y al ver a la gente a través de sus binóculos había aprendido también a contemplar la vida con los dos ojos, mientras que anteriormente lo había hecho sólo con uno, como a través de un monóculo. (p.41)
           
            Cómo le gusta observar a Strindberg y cómo me gusta leer sus observaciones acerca de las personas con las que se cruza, esas personas a las que busca para escabullirse, aunque sea durante unas horas, de su soledad. Cómo observa con atención minuciosa su nueva casa, su cama, el escritorio, el balcón, las vistas a su alrededor. En la última entrada que escribí en este blog recreé el momento en el que el premio Nobel, Elias Canetti, cogía siendo niño un hacha y perseguía a su prima Laurica con la intención de matarla. A Strindberg también le causó una gran impresión el ver desde su ventana –gracias a un telescopio –a una niña de diez años con un hacha en sus manos: ¿Un hacha en la mano de una niña? Ahora, ¿cómo podían armonizar esas dos cosas? Algún secreto se me escapaba: algo siniestro, desagradable. (p.75). Si para Strindberg es lo más natural del mundo comprender que si vemos a un niño cerca de unas piedras y un río, al final el niño terminará cogiendo esas piedras para lanzarlas al agua, lo del hacha le desconcierta. Y es que mucho antes que Hitchcock, Strindberg sabía que el suspense está a la vuelta de la esquina, o como muy bien nos mostró el maestro del suspense en La ventana indiscreta, al otro lado de la ventana.

            A Strindberg no sólo le vemos mirar desde su ventana, también en sus paseos contempla esas casas en las que han dejado las persianas bien arriba, observando, el cotilla, el interior de una habitación en el que varias personas están reunidas: Nunca había visto el aburrimiento, el hastío, el cansancio de la vida tan resumidos como en esa habitación. (p.63-64)

            Me encantan estos libros en los que la vida va transcurriendo a golpe de observaciones, de paseos, al ritmo de las estaciones. Leer Solo de Strindberg es dejar a un lado el ruido, la rapidez con la que parece ir todo. Alejandro García Schnetzer nos cuenta que Nietzsche consideró a Strindberg un <<hermano espiritual>> (p.124); también que Zola quedó muy impresionado con la lectura de la obra de Strindberg El padre y le escribió una carta: su trabajo es una de las raras obras dramáticas que me han conmovido profundamente. (p.124) Y Thomas Mann lo consideraba un visionario: <<el primero en todo>>. (p.126).
           
                      Elias Canetti  recordaba en La lengua salvada cómo Strindberg se convirtió en el autor predilecto de su madre: durante el tiempo que vivimos en Viena siempre se le saltaban las lágrimas al mencionar a Strindberg, y solo en Zúrich llegó a acostumbrarse tanto a él y a sus libros que podía pronunciar su nombre sin excesiva agitación.  

            Nietzsche, Zola, Thomas Mann, la madre de Canetti disfrutaban leyendo a Strindberg. Y Strindberg disfrutaba leyendo a Balzac, a Goethe, del que obtiene gran deleite por su percepción alegre. Más allá de las crisis matrimoniales, de la manía persecutoria que padeció, me gusta verle en Solo por todo lo que he dicho, tan plácido,  divagando acerca del escritor del Fausto y sobre Schiller, ese poeta del que alguien me dijo que le parecía muy guapo: como si el poeta fuera una estrella del cine que al salir de los rodajes le diese por estudiar a Shakespeare, Kant y Voltaire.
           
            Cuántos nombres en esta entrada, cuántas ganas de seguir leyendo, y a la vez, que sensación ahora, al mencionar los nombres de Kant, Schiller, Strindberg, de Universo tan lejano del nuestro, como si todo fuera un cuento que pasó hace mucho tiempo… 


Pero necesito que me lo sigan contando.

Patricia L.D.


August Strindberg (Estocolmo, 1849-1912) fue maestro de escuela, actor, telegrafista, bibliotecario, pintor, alquimista y escritor de fama. Su dilatada producción suele dividirse en dos periodos: uno naturalista, que supo elogiar Zola, y otro expresionista, que admiró Nietzsche. El padre (1887), La señorita Julia (1888), Danza macabra (1900) y Espectros (1908) figuran entre sus dramas más aplaudidos por el público y por la crítica, que lo consideró el padre del teatro moderno. Su obra narrativa incluyó novelas, poemas, sátiras, ensayos y narraciones breves. El hijo de la sierva (1886), La plañidera de un loco (1888), Inferno (1897) y Solo (1903) fueron la cima de sus trabajos autobiográficos.
            


jueves, 12 de diciembre de 2013

Besos de arena, Reyes Monforte

Un nuevo libro de reciente publicación de esta autora especializada en temas del mundo árabe y su relación con occidente. Autora de otros libros como «La infiel» comentado en este blog o «Un burka por amor», nos deleita con una nueva historia imbricada en la historia del pueblo saharaui y sus relaciones con España tras el abandono no resuelto aún que se produjo en los años setenta del siglo pasado cediendo a la presión marroquí y con los organismos internacionales mirando para otra parte.

El libro es la historia de Laia, una «haraní» que ha sido entregada por su familia como esclava al saharaui Hamid que vive en una campamento de refugiados. Laia es obligada a hacer todos los trabajos pesados de la casa-jaima hasta que un verano es enviada a Huesca en acogida en una familia con motivo de los programas de cooperación. Debido a una dolencia cardíaca, consigue permanecer con sus «padres españoles» varios años, siendo una buena estudiante, queriendo convertirse en médico, enamorándose de un vecino piloto, Julio y sobre todo, no queriendo volver nunca más a su lugar de origen. Nadie conoce su secreto pero Ahmed, su teórico hermano, no está dispuesto a renunciar a su esclava y se presenta en Huesca queriendo llevársela con él de regreso a «casa». Como lo consigue por las buenas lo hace por las malas y Laia se ve de nuevo, a sus 17 años, lejos de su familia española, de su novio, de sus estudios, inmersa en un mar de sufrimiento y vejaciones físicos que Ahmed le dedica «con sumo cariño». El padre de su prometido, Carlos, tiene su propia historia en la antigua Villa Cisneros y con ayuda de Germán, un anticuario madrileño con el que corrieron andanzas juntos allí, organizan un complejo plan para rescatar a Laia de las garras de su «familia» y devolverla a su sitio en España de donde nunca debió ni quiso salir. El desenlace de la historia es apasionante y está lleno de datos históricos presumiblemente ciertos, si bien esto no se aclara, que han servido de base a la autora para ofrecernos un bello relato de amor dentro del odio y la miseria en un campo de refugiados.
«Somos lo que somos por nuestro pasado. Nunca podrás olvidar de dónde has salido, nunca podrás cambiar eso».
La versión en papel está deleitando a mi madre con sus 416 páginas y a mí me ha deleitado en su versión electrónica con sus 137.341 vocablos. Desasosiegos dormidos del año que pasé en el norte de África casi coincidiendo con la Marcha Verde ya fueron despertados cuando leía «La infiel» y se han puesto de nuevo muy presentes con la lectura de este libro. El mundo árabe y el mundo occidental están condenados a entenderse pero grandes diferencias conceptuales los separan y acrecientan sus diferencias que en muchas ocasiones son dirimidas no precisamente con palabras, sino con hechos muy luctuosos. Ya le dediqué al otro libro una serie de calificativos que me permito copiar y reproducir aquí: desconcertante, desquiciante, desgarrador, asfixiante, duro, atroz, realista, cruel, perturbador, humano, inhumano, cercano, distante, encolerizante, electrizante, dantesco, impactante, violento, salvaje, sangrante, inquietante, crudo, fuerte, emocionante, endiablado, instructivo, ejemplarizante, embriagador, tortuoso, enervante, salvaje, bárbaro....

Historias como estas ponen de relieve la concepción diferente entre los dos mundos de lo que es la familia y las relaciones humanas cuando se gobiernan desde un prisma grabado a sangre y fuego por la tradición y la religión. El desasosiego y comezón que me producen estos temas es preocupante.

martes, 3 de diciembre de 2013

Un viejo que leía novelas de amor, Luis Sepúlveda

Luis Sepúlveda es chileno y cuenta en la actualidad sesenta y cuatro años. Desde muy joven despertó en él un ansia por viajar que le ha llevado a recorrer el mundo de muy diversas maneras, escribiendo entre tanto. A los 20 años publicó su primer libro, contando con varios premios internacionales de literatura. La novela que comentamos, «Un viejo que leía novelas de amor» ha sido llevada al cine y puede verse de forma libre en este enlace.

El protagonista de esta historia es Antonio José Bolívar Proaño, un hombre que vive solo en una choza que el mismo construyó en las afueras del pueblo de nombre "El Idilio" ubicado en las profundidades de la selva amazónica, donde recaló con su mujer, Dolores Encarnación del Santísimo Sacramento Estupiñán Otavalo, huyendo de la civilización para ver si podían tener descendencia pero a la que besó pocas veces porque a ella no le gustaba y era pecaminoso. Muerta por fiebres al poco tiempo, Antonio se convierte en un ser bohemio y solitario que vaga por la selva aprendiendo y respetándola para obtener de ella lo necesario para vivir feliz, que es muy poco, siendo pobre en bienes y rico, muy rico, en libertad. Amigo de y protegido por un pueblo indígena de la zona, los «shuar» que no «jíbaros», está permanentemente enfrentado a la autoridad local, el alcalde, a quién que todos conocen como «el babosa» por su físico y su sudoración continua, y a quién Antonio ridiculiza de forma constante con sus apreciaciones certeras cada vez que se recurre a él

Pero a este apartado mundo y a bordo del «Sucre» llega de vez en cuando la civilización que si por algo se distingue es por complicar la vida, de múltiples formas y maneras, a los locales. Cazadores sin respeto ponen en alerta a las fieras de la zona, una tigrilla, que traerá en jaque a todos hasta que se organiza una partida de caza para matarla. Las continuas meteduras de pata del alcalde en esa partida, que suponen un peligro real sobre todos, lleva a este a ofrecer dinero a Antonio por ocuparse en forma solitaria del asunto, retirándose los demás. Antonio pone en juego todos sus conocimientos para, con gran peligro de su vida, lograr matarla. El doctor Rubicondo de Loachamín, dentista que visita la zona dos veces por año, le provee de libros de amor que nuestro protagonista lee con dificultad pero con enorme deleite.

Cuando caen en nuestras manos, de personas que vivimos en la «civilización» relatos de este tipo, se evocan en nosotros sentimientos de respeto al entorno que desconocemos por lo general en nuestro deambular diario habiendo olvidado las leyes naturales y habiéndolas sustituido por otras muy lejanas de aquellas. El muy claro y preciso lenguaje utilizado en este relato, español de allende el Atlántico, también despierta aquende nuestra imaginación grabando en nuestra mente los limpios sentimientos de nuestro «viejo», evocados con otra musicalidad de palabras que comprendemos pero no usamos, aunque por algunas hemos de acudir al diccionario. El autor vivió en carne propia durante siete meses la experiencia que nos brinda y de la que se han vendido varios millones de ejemplares en todo el mundo. Un libro muy recomendable, pequeño pero matón, con sus 144 páginas impresas conteniendo 25.500 vocablos, que se lee en un santiamén y dejará sin duda en nuestro espíritu un poso de paz y convivencia con la naturaleza que hemos perdido por «disfrutar» de nuestro mundo «moderno y civilizado».

Podemos encontrar un extenso diccionario «ad hoc» que explica gran parte de los vocablos del libro en este enlace

domingo, 1 de diciembre de 2013

El kit de la lucha en internet, Margarita Padilla

A pesar de no ser joven, su gran difusión y uso en los últimos años ha hecho de internet un mundo continuamente cambiante, en el que fijan sus miradas unos y otros y se desarrollan grandes batallas por su control. Margarita Padilla nos esboza en su libro «El kit la lucha en internet» una información de actualidad sobre los diferentes movimientos en su seno que han obtenido una relevancia destacada y han llegado a ser conocidos, y temidos, mundialmente. Tomado de este enlace, Margarita Padilla «aprendió GNU/Linux y los usos sociales y políticos de las nuevas tecnologías en centros sociales okupados. Algo que en la Universidad nunca le enseñaron. Junto a otros hackers, fundó Sindominio.net. Ha emitido radio por Internet a través de Radiopwd, emisora realizada por un grupo de mujeres desde el hacklab de Lavapiés (Madrid), y ha publicado diversos artículos sobre acción política y sobre las nuevas tecnologías comunicativas, como Agujeros negros en la red, en la revista Archipiélago; Penélope, tejiendo y destejiendo la red, en el libro Ciberguerrilla de la comunicación, editorial Virus, y otros disponibles en Internet. En la actualidad trabaja en Dabne, cooperativa de trabajo asociado constituida por mujeres y dedicada al desarrollo de aplicaciones web sobre software libre, aunque le gusta decir que su trabajo consiste en “hacer Internet”». En el siguiente enlace puede leerse verse la muy interesante entrevista que le realizaron en abril de 2009 en el diario publico.es.

Este libro está bajo una licencia « CC - Creative Common» y puede adquirirse mediante compra o descarga gratuita en la web de «Traficantes de Sueños» un proyecto con numerosas ramificaciones entre las que cabe citar «Sábadosnegros» cuyo artífice e impulsor, Manuel, nos ha puesto en contacto con este libro.

El relato presenta tres grandes bloques referidos a movimientos de muy distinto signo como son Wikileaks, Anonymous y Hacktivistas. Mientras la autora nos inunda de información acerca de estos grupos, piezas complementarias nos abren los ojos sobre todo lo que se cuece en este mundillo abierto y dinámico de la red, que aunque muchas veces no alcancemos a comprender es bueno saber que existe para intentar prepararnos o por lo menos estar alerta en nuestras incursiones en en este espacio tan maravilloso como peligroso.

En estos días ha saltado la noticia de la posibilidad de que la televisiones sean capaces de grabar información visual y auditiva en los hogares donde están instaladas y, utilizando su conexión a internet, enviar información a fabricantes u organizaciones sin consentimiento e incluso saltándose la prohibición expresa de hacerlo, algo esto que es muy común y frecuente en los «smartphones» que muchos de nosotros llevamos encima. En el libro puede leerse que «El año pasado, Amazon utilizó la puerta trasera de su e-reader para borrar remotamente miles de copias de 1984, de George Orwell. Han privatizado el Ministerio de la Verdad».

En el libro se encuentra reproducida una entrada en un blog de hace casi tres años firmada por Amador Fernández-Savater que no tiene desperdicio y puede leerse completa en este enlace. Una persona que asiste a una cena con otros poderosos que tratan de «encorsetar» internet desde el miedo. Una frase que llega es «Me preocupa esa combinación de ignorancia y miedo, porque de ahí solo puede resultar una cosa: el recurso a la fuerza, la represión y el castigo. No son los ingredientes básicos de la sociedad en la que yo quiero vivir».
«La lucha en Internet no solo no está ni puede estar controlada por organizaciones o colectivos, sino que está plagada de iniciativas personales, episodios en los que «cualquiera» da un paso que otros «cualquiera» tomarán como propio y completarán (o no)»

«WikiLeaks y Anonymous operan globalmente; Hacktivistas es local. Anonymous y Hacktivistas son horizontales; WikiLeaks es vertical. WikiLeaks y Anonymous usan la opacidad; Hacktivistas la transparencia. Anonymous y WikiLeaks se mueven en el filo de la legalidad; Hacktivistas no traspasa esa barrera. WikiLeaks es centralizado; Anonymous es descentralizado. Anonymous lleva máscara, Hacktivistas da la cara. WikiLeaks es personalista, Anonymous es anónimo.>>