@antoniocabanas Como podemos leer en la propia página web del escritor, Antonio Cabanas, nacido en Las Palmas en los años 50, «ejerció su profesión de piloto como comandante en la compañía Iberia, en la que voló durante 36 años, recorriendo los cinco continentes. Gran humanista y apasionado de la cultura del Antiguo Egipto, de la que es un profundo conocedor, dedica gran parte de su tiempo a investigar y escribir acerca de ella. Ha realizado estudios de egiptología así como de lengua egipcia y escritura jeroglífica, y desde 1990 es miembro de la Asociación Española de Egiptología.» Desde que viera la luz «El ladrón de Tumbas», su ópera prima, escrita por afición y desde el corazón, con la que alcanzó un éxito memorable, nuevas publicaciones versando siempre sobre el Egipto Milenario han combinado este mundo y su historia con narraciones de personajes brillantemente construidos por el autor que nos llevan de la mano en un recorrido mágico por algún punto de los tres mil años de historia de esta civilización. Podemos encontrar reseñas en este blog de «El secreto el Nilo» y «El hijo del desierto» y aunque he leído todos los libros de este autor, echo en falta la reseña de «El ladrón de tumbas», libro de cabecera para mí y que me comprometo a leer de nuevo, será la séptima u octava vez que lo haga, para cubrir esta falta.
Esta historia novelada, salpicada de escenas y personajes reales tratados con exquisito esmero y cuidado, sitúa la acción en los estertores de la civilización egipcia, en el siglo I antes de Cristo, cuando tras tres mil años de historia está sucumbiendo a los ataques griegos y sobre todo romanos que acabarán por esquilmar y eclipsar esta milenaria civilización. Los faraones Ptolomeos y sus Cleopatras han ido sumiendo lentamente y en los últimos siglos el gobierno de la nación en un absoluto descontrol, lo que promueve el levantamiento en armas de la región de Tebas. El protagonista principal es Amosis (nombrado 874 veces), un niño tebano cuando comienza la acción y que es formado a los pechos de su tío Kamose (376 veces), experto y avezado negociante que le instruye en los caminos de la vida y le procura una formación exquisita. Sus padres desaparecen pronto y su hermano Sekenenre(149), activista en el levantamiento, hace transcurrir su vida por otros derroteros que le llevarán a estar a punto de matar a su propio hermano en el asalto a una caravana si no llega a ser reconocido por su tío en el momento que alza su espada para ejecutarlo. La vida de Amosis, que en otros momentos adquiere los nombres de Zenódoto(106) o Alcínoo(227), empezará a discurrir de forma vertiginosa por las situaciones más variopintas pasando de la luz a la oscuridad en varias ocasiones y nos llevará desde las cuevas de las montañas y oasis del desierto a la ciudad floreciente de Alejandría y las islas del Mar Egeo en un recorrido fabuloso por la historia del siglo primero antes de Cristo en el que como hemos comentado asistiremos a los estertores del imperio egipcio a manos griegas y finalmente romanas. Otro protagonista será el yoruba Abdú (426), un gigante de color esclavizado en las profundidades de África que pasará de ser esclavo de Amosis a convertirse en un hermano y su protector. Además de ellos, todo un elenco de personajes extraordinarios hábilmente tejidos por el autor entrarán y saldrán de la vida del protagonista para empujarle en sus ambiciones a conseguir la grandeza o llevarle a la miseria más absoluta como esclavo de los piratas del Mediterráneo e incluso estando al borde la muerte en varias ocasiones. Un elenco de personajes fascinantes, entre los que podemos citar a el instructor de griego Filitas(64), el asaltante de caravanas Netjeruy(106), la jovencísima Mut(79), la taimada Euterpe(136), el librero Teofrastro(173), la espléndida Briseida(51) o Circe(79), los banqueros trapezitas de Alejandría, los judíos Leví(79) y Eleazar(79), el pirata panfilio Tersites(113) y otros dejarán sin duda su huella en el lector y harán desfilar lo mejor y lo peor del ser humano en todos los terrenos privados y públicos de la vida del protagonista.
Como ya nos tiene acostumbrados este autor con sus novelas ambientadas en el mágico mundo del Egipto milenario, los dioses y las tradiciones egipcias inundan los pasajes de su prosa fácil y amena dando un toque exótico a la lectura que no llega a cansar en ningún momento sino todo lo contrario al enriquecer nuestro vocabulario y estimular nuestra imaginación. El suspense está garantizado y la anticipación que el lector hace a los sucesos no siempre coincidirá con lo urdido por el autor. Por mencionar de nuevo la memorable «El ladrón de tumbas» y el desenlace de la misma con las tres magistrales ejecuciones de la venganza del protagonista contra sus tres principales malhechores, en esta «El camino de los dioses» el autor ha dejado que el tiempo ponga cada uno en su lugar con lo que el protagonista va asistiendo de una forma contemplativa a la desgracia de aquellos que le han procurado el mal a lo largo de la historia.
De nuevo todas las emociones humanas desfilan ante nuestros ojos en unos escenarios mágicos que el autor crea y recrea con gran maestría. El amor ---hasta tres amores sublimes y diferentes tendrá el protagonista---, el odio, la traición, la corrupción, la codicia, la usura, la camaradería, los negocios, el abuso de poder, la opulencia, el lujo y un sinfín de situaciones del alma humana son destiladas con profusión en sus 271.193 vocablos ---se puede descargar un análisis en este enlace--- haciéndonos tomar conciencia de que hace dos mil años la vida no era muy diferente a como es en la actualidad: el bien y el mal, en todas formas, sigue estando presente en las relaciones humanas. Y la acertada adición de la particular filosofía yoruba en la persona de Abdú, con sus orishas, ajogunes, olodumare y sus dioses aporta un viento fresco que choca con a la vez que complementa las tradiciones egipcias.
Aquellos lectores enamorados de la novela clásica encontrarán guiños en alguno de los pasajes a «La Odisea», «El conde de Montecristo» o «Ben-Hur» por mencionar algunas y sin ser exhaustivo. Ahora solo nos queda rogar con convicción a los dioses egipcios para que el lapso en disponer en nuestras manos de un nuevo relato de este recomendable autor sea el menor posible.
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