jueves, 22 de febrero de 2018

La gárgola de Otín, de Esteban Navarro Soriano

@EstebanNavarroS. Esteban Navarro Soriano es un escritor murciano, nacido en Moratalla en 1965. Destinado en Huesca, su profesión es la de Policía Nacional y de ella obtiene numerosas situaciones para sus libros, bien por experiencias propias bien referidas por compañeros, a las que añade mucho de imaginación para convertirlas en historias redondas. Hace algunos años fue el primero en acuñar la expresión «generación Kindle» para designar a los autores que aprovechaban la facilidad de la auto publicación y del fenómeno de los libros electrónicos para hacerse un hueco en el panorama literario. Cuenta ya con una quincena de libros publicados, numerosos premios en diferentes certámenes y participa activamente en actos relacionados con su obra. Alguno de sus libros ya ha sido reseñado en este blog como «La noche de los peones», «Ángeles de granito» o «Una historia de policías». El pasado año 2017 tuvo un problema con sus mandos policiales que no veían bien esta segunda dedicación de Esteban por algunas situaciones referidas en sus libros de ficción. Más información en su blog accesible desde este enlace

Isidro Mezquita es un autor consagrado con numerosos libros publicados que se acerca a la edad de jubilación y que lleva un tiempo con el fenómeno conocido de la «página en blanco» que en algunos momentos afecta a todos los escritores. Aunque pudiera haber llegado el momento de retirarse estando en la cumbre, el quiere seguir escribiendo, al menos uno más. Para paliar su falta de inspiración, negocia con su familia a la que dejará en Barcelona marcharse un año completo a un pueblo perdido del Pirineo. Alquila una casa en un pueblo abandonado donde se recluye en compañía de una joven, Adela, sobrina de su arrendador, que le ayudará en las labores de la casa. Pasa el tiempo y sigue sin venir la inspiración, pero empiezan a ocurrir cosas extrañas en el pueblo de Otín mientras va descubriendo que Adela es un diamante en bruto tantos en aspectos personales como intelectuales que no saltaban a la vista. Isidro irá escribiendo una especie de diario de los aconteceres, que van engrosando con el paso del tiempo, dando lugar a la aparición de nuevos y variopintos personajes que se irán quedando a vivir en el pueblo que ya no es tan abandonado. Los aconteceres diarios irán dando forma al diario de Isidro que acabará convertido en el libro que iba buscando.

Si bien no es la primera vez que lo hace, el autor abandona en esta novela el terreno policíaco que domina y se adentra en un relato diferente en la que la policía no aparece porque no hay caso que resolver. La ambientación de un pueblo perdido en el Pirineo está muy bien lograda con lo que le entrarán deseos al lector de ir a visitar alguno de los muchos que sin duda habrá en esa zona. La prosa ágil del autor lleva al lector por unas situaciones verosímiles en el planteamiento de las situaciones y el desarrollo de las acciones, no exentas de algunos aderezos mágicos o fantásticos que tienen lugar y que van conformando la psicología de los personajes por sus modos de enfrentarse a ellos. El narrador está focalizado en un personaje que no interviene pero que se menciona, la editora de Isidro, que parece que en muchas ocasiones lo está hablando de tú a tú. Si dejamos volar nuestra imaginación podremos revivir en nuestra imaginación imágenes de pueblecitos abandonados o semiabandonados que conozcamos y que nos harán pasar un rato entretenido, pero teniendo en cuenta que estaremos lejos de las situaciones que han caracterizado a este autor en la generalidad de su obra.


Cuando Isidro descubre el potencial de Adela, su editora le dice…
Te enojaste, y mucho. Te molestó que ella hubiera leído todos tus libros y que a través de ellos supiera cómo pensabas. Te fastidió que te conociera lo suficiente como para saber cuáles eran tus puntos débiles. Te importunó que una vulgar pueblerina supiera hacer tantas cosas: cocinar, reparar desperfectos de albañilería, jardinería, comprar, leer. Te agobió que tus hijos te hubieran costado una fortuna en colegios, de los más caros, y en profesores, de los mejores, y que Alejandro no fuese capaz, siquiera, de estudiar y se dedicara todo el día a vivir de la sopa boba, y...


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