Robert Morris Sapolsky es un científico y escritor estadounidense nacido en Brooklyn en 1957. Especialista en neuroendocrinología, da clases de ciencias biológicas y de neurología en la Universidad de Stanford y es investigador asociado en el Museo Nacional de Kenia. Preocupado por temas de degeneración neuronal, participa en varios programas de investigación sobre la biología cerebral y su relación con episodios de estrés, ansiedad y similares tanto en humanos como en animales(monos). Hace unos días comentamos en este blog su libro «Por qué las cebras no tienen úlcera». El que comentamos hoy «Compórtate» ha sido publicado en septiembre de 2018 y traducido recientemente al castellano. Si el primero enfocaba temas de estrés, este pone el foco, como reza en su subtítulo, en «La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos» y podemos considerarlo un magnífico complemento.
La mejor sinopsis del
libro figura en su contraportada y por ello la reproducimos aquí: «Un examen minucioso del comportamiento
humano y una respuesta a la pregunta: ¿por qué hacemos las cosas que hacemos?
Sapolsky analiza los factores en juego, desde el momento previo hasta los
factores arraigados en la historia de nuestra especie y su legado evolutivo.
Partiendo de una explicación neurobiológica —¿qué sucedió en el cerebro de una
persona un segundo antes de que se comportara así?, ¿qué visión, sonido u olor
hicieron que el sistema nervioso produjera ese comportamiento?—, pasamos a
pensar en el mundo sensorial y la endocrinología: ¿cómo fue influenciado ese
comportamiento por cambios estructurales en el sistema nervioso durante los
meses anteriores, por la adolescencia, la infancia y la vida fetal de esa
persona, e incluso por su composición genética? Y, más allá del individuo,
¿cómo dio forma la cultura al grupo de ese individuo, qué factores ecológicos
milenarios formaron esa cultura? El resultado es uno de los recorridos más
deslumbrantes de la ciencia del comportamiento humano jamás propuestos, que
puede responder a muchas preguntas profundas y espinosas sobre el tribalismo y
la xenofobia, la jerarquía, la competencia, la moral y el libre albedrío, la
guerra y la paz».
Como ya ocurriera con «Por
qué las cebras no tienen úlcera», estamos ante un ingente trabajo de
investigación biológica aplicada al comportamiento humano. Al igual que brilla
en los comportamientos humanos el altruismo o la cooperación, llama la atención
la capacidad de inflingirse daño, algunas veces de forma gratuita o por placer,
lo que no se encuentra en ningún comportamiento animal: «…ningún primate mata por razones ideológicas, teológicas o estéticas». El lector se encontrará de frente con un
libro exigente, de cerca de mil páginas, muchas de ellas plagadas de conceptos
biológicos muy técnicos que el autor suaviza con multitud de ejemplos pero que
en algunos momentos puede resultar cansino. La aplicación de muchas de sus
investigaciones y pruebas nos hará comprender mejor nuestro comportamiento y el
de la especie humana en general en un variado abanico de contextos. Según
pertenezcamos a poblaciones individualistas
o colectivistas nuestra predisposición
y comportamiento en nuestras relaciones con los demás se verá mediatizado.
Interesante enfoque —opinión personal— sobre las teorías acerca de que por qué
los humanos inventaron las religiones como guías de actuación o la opinión del
autor —que hay que entender a partir de sus razonamientos— de que la
agricultura y la ganadería fueron un mal invento (para la salud de las
personas).
Para
que el sentimiento de vergüenza sea efectivo es necesaria una población
conformista, homogénea; la culpa efectiva requiere en cambio el respeto por la
ley. Sentirse avergonzado significa
querer esconderse, sentirse culpable
significa querer redimirse. La vergüenza
es cuando todo el mundo dice «Ya no puedes vivir con nosotros». La culpa es cuando usted se dice «¿Cómo
voy yo a vivir con esto?
Odiar es agotador; el perdón, o incluso la
indiferencia, es liberador. Citando a Booker T. Washington: «No voy a permitir
que ningún hombre menosprecie mi alma haciendo que le odie».
Recomendable con matices, como ya manifesté
respecto del libro anterior, pues se trata de un libro profundo, denso y
extenso, solo recomendable para lectores con conocimientos de biología de un
cierto nivel o que estén dispuestos a pasar por encima de largas descripciones
de esta materia para comprender, intentarlo al menos, las bases de su conducta
y la de los que le rodean.
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