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lunes, 25 de marzo de 2019

Doménikos. La simbología en la obra de un genio, de Pilar Fernández Vinuesa

Pilar Fernández Vinuesa es licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid. Ligada a la ciudad de Toledo, durante quince años ejerció como responsable del departamento didáctico del museo de la Santa Cruz de Toledo y fue comisaria y coordinadora de numerosas exposiciones en diferentes museos de la ciudad. Ha inventariado gran parte del patrimonio de varios conventos de Toledo, algunos de ellos ya desaparecidos por la falta de vocaciones. Divulgadora cultural, ha impartido numerosas conferencias y cursos sobre arte, conservación de obras y museística en general. Entre sus obras escritas, además de la que hoy comentamos tenemos «Las plazas Mayores de la provincia de Toledo», «Hierros artísticos Julio Pascual» o «La obra retabilística de Juan Correa de Vivar». En la actualidad, marzo de 2019, es la directora conservadora del museo de San Antonio el Real de Segovia, una joya casi desconocida que la propia Pilar muestra en las visitas guiadas que hacen la delicia de los que se acercan a contemplar esta maravilla fabulosamente conservada. Aunque, en sus propias palabras, el vocablo «artesonado» no es correcto, el monasterio tiene cuatro que dejan con la boca abierta.

Doménikos Theotokópoulos, nombre impronunciable que quedó reducido al apodo de «El Greco», es un genial pintor cuyo verdadero mérito tardó siglos en reconocerse. Cómo uno de los actos celebrados con motivo del centenario de su muerte en 2014 surgió este libro. Tras una breve introducción de acercamiento a su figura, el relato queda dividido en cuatro grandes bloques que muestran la evolución el pintor desde sus inicios en Creta —lugar de nacimiento— hasta su destino final en Toledo donde alcanzó su esplendor, pasando por Venecia y Roma donde estuvo al lado de grandes maestros de la pintura italiana. En cada uno de estos cuatro apartados podremos contemplar una breve historia y varios de sus cuadros comentados por la autora de forma magistral. En 1579, la muerte de Navarrete el Mudo, pintor «oficial» de Felipe II para su Monasterio de El Escorial hizo concebir esperanzas de sustituirle a El Greco, pero su magnífico cuadro de «El martirio de San Mauricio y la legión Tebana» no gustó al Rey, por lo que Doménikos se refugió en Toledo donde dio rienda suelta a su arte de forma independiente, con soluciones atrevidas e incluso algunas veces faltas de decoro a decir de estamentos eclesiásticos de la época. En la iglesia de Santo Tomé de Toledo podemos contemplar otra de sus maravillas, «El entierro del señor de Orgaz».
Recoge las vivencias, trayectoria vital y diferentes motivaciones que llevaron al Greco a salir de su tierra natal, pasar por Venecia y Roma y llegar a ser vecino de Toledo; su aguda inteligencia para elegir lo más adecuado a cada momento, y para adaptarse y sacar partido de las circunstancias muy diferentes en las que le tocó vivir.
Impreso en papel de calidad y con reproducciones magníficas de los cuadros seleccionados, este librito de 88 páginas, pequeño en tamaño pero grande en contenido, nos propone un acercamiento directo a la obra de este artista genial. Conocer su evolución pictórica es una delicia a través de los puntuales y acertados comentarios a una selección muy cuidada de sus cuadros, donde queda patente una evolución constante en formas y colores hasta llegar al conocido «manierismo». Deslumbrado por Tiziano, sus retratos de Giulio Clovio, Vicenzo Anastagui y el archiconocido Caballero de la mano en el pecho dan fe de la maestría de este griego universal que desarrolló su arte en España desde su llegada en 1577 hasta su muerte en 1614. Para aficionados y desconocedores de El Greco, este libro es una guía indispensable que en muy poco tiempo consigue formar al lector en el conocimiento de un pintor que no deja indiferente a quienes contemplan su obra.


sábado, 23 de marzo de 2019

El diario de Jeromín Tapias. El viaje de Jerónimo Tapias por la España inventada de Van Halen, de Eduardo Juárez Valero

@ejuarezFelipeV  Eduardo Juárez Valero es un «muchas cosas» nacido en el Real Sitio de San Ildefonso, La Granja, en 1968, donde reside. Doctorado en Geografía e Historia, es enseñador y maestro en la Universidad Carlos III de Madrid donde imparte temas humanísticos —historia, paleografía, diplomática medieval, biblioteconomía y documentación…—, pero también da clases en otros ámbitos como la UNED, el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, la Universidad Antonio de Nebrija, GEO Segovia e incluso a distancia (MOOC en la plataforma eDX). Colabora en numerosos medios como Radio Nacional de España o RTVE —embelesando a los oyentes con sus historias de la Historia— y también publicando numerosos artículos científicos o de divulgación en diarios como El Adelantado de Segovia o revistas como Mundo Medieval o National Geographic. En 2012 fue nombrado cronista oficial del Real Sitio de San Ildefonso y en esa función deleita a sus vecinos con historias locales que busca rascando vivencias personales o revolviendo papeles en todos los archivos en los que le dejan. En el tiempo que le resta después de estas frenéticas actividades escribe libros como «Caminos de Joffá», «Verrum», «Saayi, el bebedor de tiempo», «Crónicas de un Real Sitio. Lucha política, guerra y represión (1934-1939)» y algún otro entre los que se encuentra el que hoy comentamos «El diario de Jeromín Tapias», publicado en 2017.

En una de sus muchas actividades como ratón de bibliotecas y archivos, el autor localizó unos legajos traspapelados que parecían estar escritos por un rapaz llamado Jerónimo Tapias, hijo de un cocinero del palacio de La Granja a mediados del siglo XIX que anda por las cocinas echando una mano por «saber escribir». La reina niña Isabel II se fijará en él y le hará compañero de correrías y trastadas hasta ser asignado como criado al pintor de la corte don Francisco de Paula Van Halen, con el que recorrerá pueblos, palacios y estancias en los que su fino olfato y sus dotes naturales de observador le harán ver y después transcribir de forma desenfadada y por momentos irónica hechos que pasan desapercibidos a los demás. Avalados por una Real Cédula de Su Majestad, sus andanzas en, además de La Granja, Madrid, El Escorial, Ávila, Segovia, Zamarramala y Carbonero atendiendo las necesidades y requerimientos de «todo tipo» de su maestro, quedarán reflejadas en un diario que es la base de este libro. En este período convulso de la historia de España, sucedidos y personajes reales se cruzarán en el camino de Jeromín y quedarán reflejados en este relato con precisas notas aclaratorias al pie dando cuenta de sus datos históricos. De forma añadida, queda incorporada en el libro una magnífica colección de las láminas que pintara Van Halen en la época, recuperadas de los fondos de la Biblioteca Digital de Castilla y León y que pueden verse utilizando el buscador en este enlace.
«La verdad, me gustaría que, aunque solo sea de vez en cuando, Su Majestad fuese más Reina y menos niña. Ni que decir tiene que el cochero secunda mi deseo».
Es este un precioso y cuidado librito de 127 páginas en donde el lector se encontrará, salvando las distancias y los tres siglos que los separan, con otra versión de un Lazarillo de Tormes, esta vez criado de un amo con presencia en la Corte y sin tantas penurias por las que transitar. Las situaciones que el mozalbete nos va describiendo en primera persona nos servirán para aprender algo de nuestra historia y esbozar en muchas ocasiones una sonrisa al ponernos ante los entresijos de la Corte y sus personajes. Un lenguaje cercano, coloquial, musical por momentos, trasladará al lector a escenas costumbristas de dos siglos atrás que harán sus delicias: «usa con preferencia lo que llama lápices para dibujar más que al carboncillo. Se trata de unas varitas de madera con el color inserto en ellas. Las fuimos a comprar a Madrid, en un comercio de la Plaza Mayor regentado por italianos. Parece ser que de allí los traen».

Vinazo, garbanzos cocidos, alubias tiernas, chorizos, viandas, conejo guisado, cordero, pan de Cádiz, empanada de cidra… En este viaje acompañando a Jeromín, las comidas de la época tienen lugar destacado, pues bien importantes eran para Jeromín que en su infancia habría soportado sus carencias. Todos los sucesos relatados son curiosos, especialmente y por destacar alguno la escapada de la reina a comer un cocido madrileño en el restaurante Lhardy en Madrid, la fiesta de las Águedas en Zamarramala o la boda en Carbonero, donde se sirve un guiso denominado corrombada cuya preparación en sí es un festejo y que parece estar hecho a base de garbanzos, pero del que no hemos encontrado referencia alguna, y esto es muy raro: ¡ni Google ni otros buscadores arrojan resultado alguno en marzo de 2019 para «corrombada»! Habrá que preguntar directamente al autor y tratar de conseguir que nos acompañe a degustar este guiso que a buen seguro se sigue haciendo en algún pueblo segoviano. En un mundo actual en el que parece que todo está archisabido, resulta agradable comprobar que todavía quedan cuestiones por incorporar a internet que sólo los viejos del lugar o cronistas avanzados como Eduardo nos permitirán descubrir.

martes, 19 de marzo de 2019

Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos, de Robert Sapolsky

Robert Morris Sapolsky es un científico y escritor estadounidense nacido en Brooklyn en 1957. Especialista en neuroendocrinología, da clases de ciencias biológicas y de neurología en la Universidad de Stanford y es investigador asociado en el Museo Nacional de Kenia. Preocupado por temas de degeneración neuronal, participa en varios programas de investigación sobre la biología cerebral y su relación con episodios de estrés, ansiedad y similares tanto en humanos como en animales(monos). Hace unos días comentamos en este blog su libro «Por qué las cebras no tienen úlcera». El que comentamos hoy «Compórtate» ha sido publicado en septiembre de 2018 y traducido recientemente al castellano. Si el primero enfocaba temas de estrés, este pone el foco, como reza en su subtítulo, en «La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos» y podemos considerarlo un magnífico complemento. 

La mejor sinopsis del libro figura en su contraportada y por ello la reproducimos aquí: «Un examen minucioso del comportamiento humano y una respuesta a la pregunta: ¿por qué hacemos las cosas que hacemos? Sapolsky analiza los factores en juego, desde el momento previo hasta los factores arraigados en la historia de nuestra especie y su legado evolutivo. Partiendo de una explicación neurobiológica —¿qué sucedió en el cerebro de una persona un segundo antes de que se comportara así?, ¿qué visión, sonido u olor hicieron que el sistema nervioso produjera ese comportamiento?—, pasamos a pensar en el mundo sensorial y la endocrinología: ¿cómo fue influenciado ese comportamiento por cambios estructurales en el sistema nervioso durante los meses anteriores, por la adolescencia, la infancia y la vida fetal de esa persona, e incluso por su composición genética? Y, más allá del individuo, ¿cómo dio forma la cultura al grupo de ese individuo, qué factores ecológicos milenarios formaron esa cultura? El resultado es uno de los recorridos más deslumbrantes de la ciencia del comportamiento humano jamás propuestos, que puede responder a muchas preguntas profundas y espinosas sobre el tribalismo y la xenofobia, la jerarquía, la competencia, la moral y el libre albedrío, la guerra y la paz».

Como ya ocurriera con «Por qué las cebras no tienen úlcera», estamos ante un ingente trabajo de investigación biológica aplicada al comportamiento humano. Al igual que brilla en los comportamientos humanos el altruismo o la cooperación, llama la atención la capacidad de inflingirse daño, algunas veces de forma gratuita o por placer, lo que no se encuentra en ningún comportamiento animal: «…ningún primate mata por razones ideológicas, teológicas o estéticas». El lector se encontrará de frente con un libro exigente, de cerca de mil páginas, muchas de ellas plagadas de conceptos biológicos muy técnicos que el autor suaviza con multitud de ejemplos pero que en algunos momentos puede resultar cansino. La aplicación de muchas de sus investigaciones y pruebas nos hará comprender mejor nuestro comportamiento y el de la especie humana en general en un variado abanico de contextos. Según pertenezcamos a poblaciones individualistas o colectivistas nuestra predisposición y comportamiento en nuestras relaciones con los demás se verá mediatizado. Interesante enfoque —opinión personal— sobre las teorías acerca de que por qué los humanos inventaron las religiones como guías de actuación o la opinión del autor —que hay que entender a partir de sus razonamientos— de que la agricultura y la ganadería fueron un mal invento (para la salud de las personas).

Para que el sentimiento de vergüenza sea efectivo es necesaria una población conformista, homogénea; la culpa efectiva requiere en cambio el respeto por la ley. Sentirse avergonzado significa querer esconderse, sentirse culpable significa querer redimirse. La vergüenza es cuando todo el mundo dice «Ya no puedes vivir con nosotros». La culpa es cuando usted se dice «¿Cómo voy yo a vivir con esto?
 
Odiar es agotador; el perdón, o incluso la indiferencia, es liberador. Citando a Booker T. Washington: «No voy a permitir que ningún hombre menosprecie mi alma haciendo que le odie».

Recomendable con matices, como ya manifesté respecto del libro anterior, pues se trata de un libro profundo, denso y extenso, solo recomendable para lectores con conocimientos de biología de un cierto nivel o que estén dispuestos a pasar por encima de largas descripciones de esta materia para comprender, intentarlo al menos, las bases de su conducta y la de los que le rodean.