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lunes, 28 de octubre de 2019

Loba negra [ANTONIA SCOTT 02], de Juan Gómez-Jurado

Disponible desde el pasado jueves 24 de octubre en librerías y mundos digitales la nueva entrega de la serie de Antonia Scott y Jon Gutiérrez, «Loba negra», de Juan Gómez-Jurado, un autor más consagrado allende nuestras fronteras que aquende, si bien la tendencia tiene todos los visos de irse invirtiendo gracias a sus últimas novelas y las ingeniosas e intensas campañas llevadas a cabo en las redes sociales. Otros libros de este autor, todos menos los infantiles que también tiene, están reseñados en este blog amén de algunos encuentros personales con él, por lo que invitamos al lector a usar el buscador del blog. Juan, escritor, periodista y buena gente, colabora tan intensamente con medios escritos, radiofónicos e internautas que nadie sabe de dónde saca tiempo para escribir. De nuevo hay que destacar el compromiso del autor con las nuevas tecnologías desde aquel lejano 15 de enero de 2011 con su campaña «1 libro = 1 euro» siendo otra prueba más de ello este libro en su versión (ebook) digital: 4,74 euros, menos de lo que cuesta un gin-tonic y mucho más paladeable y durante más tiempo. Sigue habiendo gente para todo y habrá quién lo descargue de alguna web donde ya ha hecho su aparición. Más información en la página web personal del autor accesible desde este enlace, donde todavía no ha tenido tiempo de actualizar «Loba negra» a esta fecha (esperamos y deseamos que este comentario se quede anticuado cuanto antes).

Aunque no es estrictamente necesario, si es muy recomendable haber leído «Reina Roja», primer libro en el que aparecen Antonia Scott y Jon Gutiérrez para tener una idea de sus personalidades. En el aspecto de la sinopsis del libro y como ya ocurriera con el anterior, la mejor es la que no se hace, para no desvelar los innumerables trasfondos que van apareciendo en cada vuelta de página, donde nada es lo que parece, por mucho que el lector se las dé de «listo» tratando de adivinar el desarrollo de la acción y sus personajes. El propio autor, en su twitter, ruega a los escribidores de comentarios y reseñas que no revelen nada ni siquiera avisando de que se va a hacer «spoiler»: «Un humilde y pequeño favor, para los de Kindle: si cuando acabéis y tengáis un hueco ponéis una reseña con el título: “No leas las reseñas, spoilers”, os lo agradezco muchísimo. Y por favor, no mencionéis ningún detalle de la trama más allá de la pág. 50». Sus deseos son órdenes para nosotros y el que quiera saber de qué va tendrá que leerlo.

Tras el enorme éxito de «Reina Roja» hace ahora un año, una historia que llevaba (muchos) años en gestación, a buen seguro que miles de lectores, entre ellos yo, han pospuesto sus lecturas en curso para acometer «Loba negra» con el riesgo ya asumido de que no se puede parar y si se dispone tiempo no se hará otra cosa hasta concluir las 552 páginas o los 101.729 vocablos que meterán al lector en un espiral de situaciones cambiantes que harán peligrar sus uñas. Diálogos chispeantes y ocurrentes, comentarios ad hoc que provocan la complicidad, situaciones muy bien estudiadas que parece que no vienen a cuento y que van cuadrando a medida que se avanza en la lectura. Se sigue armando la psicología de Antonia y Jon, coincidentes laborales y nada más, que a buen seguro seguirán teniendo recorrido en posteriores entregas. Como ya decíamos con «Reina Roja», el lector quedará esposado, —perdón, engrilletado— materialmente al libro para no soltarlo hasta acabar. O si deja el libro, lo que no aconsejamos salvo caso de fuerza mayor, quedará en ascuas hasta que pueda continuar la lectura. Y cuando acabe, a esperar ansiosamente el siguiente. Aunque como ya he comentado con anterioridad no soy aficionado a este género, los libros de Juan Gómez-Jurado me trascienden y no me ando con remilgos. Los he leído todos, muchos de ellos de un tirón el día que han salido, cosa que, lamentablemente no he podido hacer con este por cuestiones personales, demorando su lectura tres días… ¡una enormidad de tiempo!


viernes, 18 de octubre de 2019

La rubia del Tívoli, de Esteban Navarro Soriano

Esteban Navarro Soriano, escritor murciano, nacido en Moratalla en 1965 que durante muchos ejerció de policía nacional destinado en Huesca con lo que obtuvo numerosas ideas y situaciones para sus libros, bien por experiencias propias bien referidas por compañeros, a las que añade mucho de imaginación para convertirlas en historias redondas. Hace algunos años fue el primero en acuñar la expresión «generación Kindle» para designar a los autores que aprovechaban la facilidad de la auto publicación y del fenómeno de los libros electrónicos para hacerse un hueco en el panorama literario. En la actualidad, octubre de 2019, es ya escritor a «tiempo completo» y cuenta con más de una veintena de libros publicados, numerosos premios en diferentes certámenes y participa activamente en actos relacionados con su obra. Alguno de sus libros ya ha sido reseñado en este blog como «El apagón», «La noche de los peones», «Ángeles de granito», «La gárgola de Otín», «El cónsul infiltrado» o «Una historia de policías». La edición digital del libro que hoy comentamos vio la luz ayer 17 de octubre de 2019 y está disponible al precio imbatible de 3,99 euros. Más información en su blog accesible desde este enlace.

La rubia del Tívoli no es otra que Carmen Broto, o Brotons, una joven nacida en Guaso-Boltaña, Huesca, a la que la Guerra Civil Española lleva a Barcelona en su adolescencia, entrando como sirvienta en una casa de posibles. Poco a poco irá transformando su vida debido a su desparpajo y belleza, frecuentando las altas élites de una Barcelona en plena Guerra Civil y en la decena de años posteriores hasta sufrir un trágico final —a manos de sus propios amigos de correrías—, que el autor nos desvela en los comienzos del libro. Posteriormente, con un salto atrás en el tiempo, el relato irá descubriendo pormenores de la vida de Carmen resolviendo los interrogantes que sin duda asaltarán al lector. La historia está basada en hechos reales y fue conocida como «El crimen de la calle Legalidad». Según Wikipedia… «el asesinato conmovió a la sociedad barcelonesa de fines de la década de 1940 y dio origen a morbosos rumores que implicaban en el hecho a jerarcas del régimen franquista e incluso la propia Iglesia católica en la persona de uno de sus dignatarios».

Una historia atrayente ambientada en la Barcelona de los años 30 y 40 con un personaje central, Carmen, Cascabelitos, que se hace a sí misma y alcanza cotas impensables en la alta sociedad barcelonesa como dama de compañía y que el autor perfila magistralmente a medida que avanza el relato. Excelente manejo de los tiempos al dividir la historia en dos partes, empezando por un final que atrae el interés del lector para después desgranar las intrigas planteadas con una ambientación muy lograda de la ciudad y los personajes de aquellos años. Una narración continua, con diálogos y ambientes sugestivos y plausibles en los que hay el eterno trasfondo de poder, dinero y sexo, que se lee de una sentada. Muy recomendable como otros tantos libros de este autor, entre los que me atrevo a destacar «Una historia de policías»; altamente recomendable también, y que le causó problemas en su trabajo y posiblemente propició su salida del Cuerpo Nacional de Policía.

Para lectores interesados en el tema, en la serie de Radio Televisión Española titulada «La huella del Crimen» está disponible un capítulo titulado «El caso de Carmen Broto» accesible desde este enlace. También y al parecer, aparece camuflada en el libro de Juan Marsé titulado «Si te dicen que caí».


miércoles, 16 de octubre de 2019

Vigilancia permanente, de Edward Snowden

Edward Snowden nació en 1983 en Elizabeth City, Carolina del Norte, Estados Unidos. Desde muy joven se decantó por las nuevas tecnologías en ordenadores y lenguajes de programación llegando a ser empleado de las agencias de seguridad norteamericanas CÍA y NSA y estando destinado en diversos países como Suiza o Japón entre otros. En 2013 y desde Hong Kong, filtró a los periódicos The Guardian y The Washington Post varios documentos clasificados como alto secreto en los que se constataba el uso de una gigantesca máquina de vigilancia electrónica que anulaba la privacidad de forma generalizada de ciudadanos no exclusivamente norteamericanos. Perseguido por las autoridades de EE.UU., reside actualmente en Moscú con su mujer, aunque su asilo político no es permanente. Ha solicitado asilo político a numerosos países al parecer todavía sin éxito. En sus propias palabras … «estoy convencido de que hice lo correcto: “Antes trabajaba para el Gobierno, pero ahora trabajo para el pueblo. Y tardé casi 30 años en reconocer que había una diferencia”».

El libro es en realidad una autobiografía del propio autor. En él relata sus andanzas de joven y adolescente, sus problemas con los estudios y su decantación por los asuntos de la informática, en los que llega a desarrollar gran conocimiento por sus dotes de auto estudio. Consigue diferentes cometidos bien directamente o a través de empresas de intermediación en las diferentes agencias de seguridad norteamericanas y en diferentes puntos del globo, donde sus ideas y sus conocimientos ayudan a desarrollar programas especiales de recolección y gestión multitudinaria de datos procedentes de los registros electrónicos que cada vez proliferan más entre los ciudadanos, por lo general poco o nada preocupados por sus rastros tecnológicos. En la parte final, antes de su revelación a la prensa, Snowden utilizaba los turnos de noche para grabar información en minúsculas tarjetas SD que camuflaba en las pegatinas de su cubo de Kubrick que iba volteando continuamente para sortear los controles de seguridad. Figuran en el relato los pormenores de su encuentro con la prensa en Hong Kong que no fueron precisamente fáciles. La parte sentimental y familiar de su vida, muy complicada por su trabajo, está reflejada magistralmente.
«No podemos permitir que nos usen de este modo, que nos usen en contra del futuro».

…la mejor manera de encontrar algo es dejar de buscarlo.

Gus les dijo a los periodistas que la agencia podría rastrear sus smartphones, incluso estando apagados, y que la agencia podría vigilar todas y cada una de sus comunicaciones.

Nuestros datos deambulan a lo largo y a lo ancho. Nuestros datos deambulan sin cesar.
Si hacemos caso al conocido refrán «Ojos que no ven, corazón que no siente» hay libros, como este, que sería mejor no leer. A poca gente le quedan dudas en estos días de 2019 de la vigilancia a la que tienen sometida las tecnológicas —Google, Microsfot, Apple, Whatsapp, Instagram, Facebook…— a cualquier ciudadano que utilice dispositivos electrónicos tales como teléfonos, altavoces o electrodomésticos inteligentes, e incluso juguetes para niños (ver entrada «FISGONES» en el blog amigo de sensacionesinciertas). Lo sabemos, lo constatamos, pero lo ignoramos o quizá es que no tengamos alternativa sin renunciar a servicios que se nos antojan imprescindibles hoy en día. En este libro se constata que la captura de datos y su almacenamiento «masivo y para siempre» va mucho más allá de lo que podamos imaginar. Su uso parece ser comercial por el momento, pero las fotos, correos electrónicos, tuits o conversaciones de más de una decena de años —y sigue— pueden ser vistos o utilizados de forma diferente en el futuro. Las empresas lo reconocen sin pudor e incluso nos ofrecen su recuperación, pero no nos permiten ni su borrado ni ningún control sobre estos datos, que son suyos y no nuestros. Colaboración a gran escala entre empresas multinacionales, agencias de seguridad o espionaje en esta era digital en la que estamos inmersos con poco o ningún control por parte de nadie. Las leyes, cuando se cumplen en un país no se cumplen en otro, además de ir muy por detrás de los avances tecnológicos: juegue a poner PRISM en el buscador Google. Una lectura entretenida y muy reveladora, aunque ponga los pelos de punta. De forma complementaria, recomiendo ver la película «Snowden» o la conferencia (curiosísma en el planteamiento asistencial) en la plataforma TED titulada «Here's how we take back the internet». Para finalizar este comentario, recuperemos el refrán aludido en su versión «Ojos que no ven, tortazo que te (puedes) pegar».

Algunas frases entresacadas...
…la última generación sin digitalizar, cuyas infancias no están subidas a la nube, sino en su mayoría atrapadas en formatos analógicos como diarios escritos a mano, Polaroids o cintas VHS, objetos tangibles e imperfectos que se degradan con el tiempo y pueden perderse sin remedio. Los deberes del colegio los hacía en papel, con lápices y gomas, no en tabletas conectadas en red que registraban mis pulsaciones en el teclado. El seguimiento de mis estirones no se hacía con tecnologías de hogares inteligentes, sino que se marcaban con una navaja en la pared del marco de la puerta de la casa en la que me crié.

Nuestros dispositivos están constantemente emitiendo comunicaciones en nuestro nombre, queramos o no. Y, al contrario que los humanos con los que nos comunicamos por voluntad propia, nuestros dispositivos no ocultan información privada ni utilizan palabras clave en un intento por ser discretos. Se limitan a buscar la disponibilidad de red en las torres de telefonía móvil más cercanas con señales que nunca mienten.

Todo el mundo tiene algo, alguna información comprometedora enterrada entre sus bytes, si no en sus archivos, sí en sus emails; si no en esos mensajes, sí en su historial de navegación. Y de pronto esa información la estaba almacenando el Gobierno de Estados Unidos.

En mi situación actual, no dejo de recordar nunca que la ley es diferente en cada país, mientras que la tecnología no.



miércoles, 2 de octubre de 2019

Canciones de amor a quemarropa, de Nickolas Butler

@wiscobutler Nickolas Butler nació en Allentown, Pensilvania, y se crió en Eau Claire, Wisconsin. Es licenciado por la Universidad y el taller de escritores de la Universidad de Wisconsin. Ha tenido diferentes oficios tales como mantenedor en Burger King, vendedor de perritos calientes, guardaespaldas, en una empresa de tele marketing, en una industria cárnica, en un tostadero de café y de dependiente en una licorería entre otros. Cultiva también el relato y la poesía y publica sus textos en diferentes medios con los que colabora. Su primera novela fue «Shotgun Lovesongs», con la que obtuvo cierto éxito y fue traducida a varios idiomas. El libro comentado en esta entrada «Canciones de amor a quemarropa» fue publicado en 2014. En 2017 publicó «Los corazones de los hombres» y en marzo de 2019 ha visto la luz «Little faith». Vive actualmente en una zona rural de Wisconsin con su mujer y sus dos hijos. Más información en su página web.

Amigos desde que eran niños en el (imaginario) pueblo de Little Wing, cercano al (real) de Eau Claire, Henry, Lee, Kip y Ronny son los protagonistas junto con Beth, mujer de Henry, de un relato que desgrana los rumbos diferentes que fueron tomando sus vidas al alcanzar la madurez. Henry y Beth siguen en el pueblo trabajando duro en su granja, Lee es un afamado cantante, Ronny fue un vaquero de rodeo, pero ahora tiene sus problemas con el alcohol y Kip hizo sus pinitos como agente de bolsa. La amistad sigue latente pero las cosas han cambiado mucho y sus reencuentros sacan a la luz viejas historias y emociones que ponen en jaque sus convicciones. El amor y la amistad, la vida cerca de la naturaleza o la vuelta a los orígenes son, entre otros, los temas que conforman este relato. Además del narrador, los protagonistas se van alternando en los capítulos, sin solución de continuidad, contando en primera persona sus sentimientos y sus recuerdos.

Esta novela supondrá el disfrute de aquellos lectores que gusten de las recreaciones del ambiente norteamericano como pudieran ser «Las uvas de la Ira» de John Steinbeck o «Stoner» de John Williams por citar algunos ejemplos, pero será un duro castigo para aquellos a los que no les gusten este tipo de narraciones (americanadas he escuchado a algún lector). Hay muchos temas tratados en un relato en el que hay profusión de descripciones de los sitios y las personas para permitir hacernos una idea completa del ambiente rural y en las historias en primera persona que conforman la psicología de los personajes. La vuelta a las raíces, a un pueblo pequeño perdido, es un asunto constante en la vida de las personas que luchan para salir de él o para volver cuando se han marchado. Es un relato que podía seguir ad eternam o acabar en cualquier momento, como así ocurre sin que pueda decirse que se trata de un final: la trama queda abierta. Personalmente me ha gustado, me ha entretenido, me ha parecido sencilla y por ello conmovedora y mientras he estado sumergido en la historia he revivido parecidos temas en mi propia vida: en los pueblos no pasa nada y pasa mucho al mismo tiempo, siempre se pueden encontrar detalles en la vida cotidiana con sus rutinas de cada día. El estilo narrativo es sencillo a la vez que seductor y nada farragoso. Se llega a conocer a los personajes, pero se intuye que todos tienen mucho más detrás que el lector puede rellenar a su gusto. 


martes, 1 de octubre de 2019

La campana de cristal, de Silvia Plath

Libro correspondiente a la 29 edición del Club de Lectura de ALQS2D durante el tercer trimestre de 2019.

Sylvia Plath nació en Boston en 1932. Desde muy temprano demostró sus habilidades en la literatura al publicar su primer libro de poemas a los ocho años. Psicológicamente inestable, sufrió habituales depresiones y varios desórdenes mentales desde su adolescencia, teniendo varios intentos de suicidio a lo largo de su corta vida de 30 años, el último de los cuales  puso fin a su vida en Londres en 1963. En vida, solo dos obras suyas fueron publicadas, «El Coloso y otros poemas» en 1960, libro de poesías y el que comentamos hoy, «La campana de cristal», novela publicada en 1963 poco antes de su fallecimiento. Estuvo casada con el también escritor Ted Hughes, quien tras su muerte se encargó de la edición de su poesía completa. Un completísima información biográfica de esta autora y su obra puede verse en la página de MCNbiografías pulsando en este enlace.

 La autora, tomando el nombre de Esther Greenwood, relata en primera persona tiempos pasados y todos los sucesos que han ido conformando su vida reciente, primero como invitada en prácticas en una revista, su primera relación amorosa, su ruptura posterior que la lleva a la depresión y al intento de suicidio del que acaba recuperándose en una clínica psiquiátrica.

Una fuerte brisa me levantó el cabello. A mis pies la ciudad apagaba sus luces en el sueño, sus edificios negreaban como para un funeral. Era mi última noche. Cogí el tardo que había traído y tiré de una punta clara. Una enagua elastizada sin tirantes que, a causa del uso, había perdido la elasticidad, me cayó en la mano. La hice ondear como una bandera de tregua, una, dos veces... La brisa la alcanzó y la dejó ir.

El relato de la compleja vida interior de la protagonista me ha llevado por una orografía de montañas y valles en el interés de la lectura: una primera parte interesante, una segunda muy plana para recuperar al final el tono narrativo y el interés. El reflejo de la propia vida de la autora está narrativamente bien plasmado aunque es difícil mantener el interés de tanta inestabilidad emocional comentando escenas de neurosis y depresión con tendencias suicidas. La valoración es positiva al final pero posiblemente esta obra no sea del agrado de mayorías, que pueden abandonar su lectura pasados los momentos iniciales.