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martes, 4 de noviembre de 2014

Lo raro es vivir, Carmen Martín Gaite

Escritora salmantina nacida en 1925 y fallecida en el año 2000. Licenciada en Filosofía y Letras por la universidad de Salamanca, comienza ejerciendo de actriz hasta que en 1950, con veinticinco años se traslada a Madrid y conoce, entre otros, a Ignacio Aldecoa que la introduce en los círculos literarios de la capital y a Rafael Sánchez Ferlosio con el que contraería matrimonio pocos años después. En 1955 publica su primera obra, «El balneario» con la que obtiene el premio Café Gijón. Continúa a lo largo de su vida publicando novelas y escritos al tiempo que colabora con numerosos medios como crítica literaria y escribe guiones para series históricas de televisión, al tiempo que ejerce de traductora de obras de conocidos autores extranjeros como Rilke o Brontë entre otros. A lo largo de su trayectoria cuenta con numerosos premios, entre los que podemos destacar el Premio Nadal en 1958 por «Entre visillos» que le lanzó a la fama, el Premio Nacional de Literatura conseguido en 1978 con «El cuarto de atrás» teniendo este como característica especial que es la primera mujer en conseguirlo y el Príncipe de Asturias de las letras en 1988. La presente novela vio la luz en 1995, cinco años antes de su muerte y cuando contaba ya con setenta años.

Águeda Soler ha ejercido de todo en la vida, incluso componer canciones de «entrerrock» como gustaba llamarlas. Ha renunciado a una cómoda vida en un lujoso apartamento proporcionado por su madre en una zona de las mejores de Madrid para irse a vivir a una buhardilla de Antón Martín donde ha transcurrido una agitada vida en la que no ha faltado el alcohol y el amor. Parece que ha sentado la cabeza trabajando regularmente como archivera y estudiando las andanzas de un aventurero dieciochesco y mentiroso para redactar una tesis doctoral y quién sabe si un libro, pero es una procrastinadora nata que apunta todo lo que tiene pendiente pero no lo hace. A sus treinta y cinco años acaba de perder a su madre, una conocida pintora con su mismo nombre, con la que ha mantenido siempre una extraña y distante relación. Con su pareja, Tomás, lejos por motivos laborales, el presente le cae encima con una amalgama de todo su pasado haciéndola cuestionarse qué hace en este mundo y sintiéndose extraña de seguir viva. En una semana de trepidante actividad en la que se echa a la calle, con encuentros algunos no buscados ni esperados en diferentes puntos de la ciudad, Águeda va encontrando respuestas a sus interrogantes contándose a sí misma su propia historia pasada para revisarla y asumirla en busca de un camino para seguir adelante.
“Es que todo es muy raro, en cuanto te fijas un poco. Lo raro es vivir. Que estemos aquí sentados, que hablemos y se nos oiga, poner una frase detrás de otra sin mirar ningún libro, que no nos duela nada, que lo que bebemos entre por el camino que es y sepa cuándo tiene que torcer, que nos alimente el aire y a otros ya no, que según el antojo de las vísceras nos den ganas de hacer una cosa o la contraria y que de esas ganas dependa a lo mejor el destino, es mucho a la vez, tú, no se abarca, y lo más raro es que lo encontramos normal.”
Me ha costado sobremanera entrar en la historia en sus primeros momentos. Luego, al llegar al final me he dado perfecta cuenta que no había disfrutado todo lo debido, así que me comprometo a leerlo de nuevo cuanto antes. Hay que ir poco a poco, con paciencia, descubriendo a los personajes y haciéndose una idea, al principio muy difusa, de lo que el relato en primera persona de la protagonista nos quiere transmitir. Con un lenguaje muy cuidado, exquisito podríamos decir, los poco más de sesenta mil vocablos contenidos en sus doscientas veintinueve páginas nos presentan una montaña rusa de altibajos bruscos donde de pronto todo es esperanza para al momento siguiente ser negrura existencial. Nos habla de lo cotidiano, del dolor, de la muerte, de las mentiras, de las huidas, del huir del pasado… colocándonos frente al espejo para que nosotros mismos nos analicemos y reflexionemos sobre nuestras inseguridades y cómo vamos pasando los años, navegando a través de la vida de una forma extraña y sorprendente. El mensaje es claro, la vida es un regalo, raro, que tenemos que saber descubrir en cada momento, tomando las decisiones acertadas y huyendo de tomar «indecisiones».

Hasta aquí mis opiniones personales. En el Club de Lectura en el que hemos debatido sobre este libro, la opinión ha sido unánime en señalarle como una pieza deliciosa de la Literatura, con mayúsculas, un amor de la autora por el lenguaje y su utilización para contar historias. Pleno de metáforas y mentiras, las justas, de una longitud adecuada que sorprende como es capaz de contener tantas historias. Sus personajes, conseguidos, dejan todo abierto a la imaginación del lector. Un canto en algunos momentos oculto a la figura de la maternidad.

El libro está plagado de frases resaltables. Solo un par de ellas para no cansar:
«Ahogas la propia indecisión en la de otros y con eso olvidas el cacao de tu vida. Igual les pasa a los bomberos, a los médicos, a los abogados, para sí mismos no sabrían como montárselo, y ya ves, en cambio, hacen un bien a la humanidad. Cualquier oficio que te obliga a meterte en lo que sea te saca de tu rollo, pero si lo haces bien compensa. Apagas un fuego, arreglas un alma o un cuerpo, ganas un pleito, recompones el pasado de un muerto a través de papeles, qué más da, son asuntos ajenos, me refiero. Te tranquilizan y encima sin implicarte. Se vuelven tu rollo. »
«A veces me pregunto qué sería de mí si Tomás dejara de interesarse por las cosas que le cuento y por las que le oculto. Posiblemente una catástrofe. »

2 comentarios:

  1. Como bien comenta Angel Luis una novela que ha recibido un unánime sobresaliente entre diversos lectores de dispersos y contradictorios enfoques de lectura.
    Una obra de escasas páginas donde la escritora te tiende una sutil trampa. Te lo cuenta al ritmo y dentro del mundo metafórico de la protagonista. Si caes en su engaño te cautiva y te bonbardea con subrepcias pero transcendentes reflexiones vitales.
    Me imagino a la autora con una socarrona sonrisa desde el más allá libando su triunfo en este engaño. A sus pies escritora.....

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  2. Creo que siempre estoy leyendo a Carmen Martín Gaite. Desde el año que una buena amiga me regaló uno de sus libros ,"Ritmo lento" de un modo u otro (ensayos, cuentos, novelas, mirando sus collages...) Carmen siempre está ahí. Incluso cuando no la leo: la encuentro en los libros de otros escritores, en las ideas de algún filósofo, en alguna ocurrencia que se me abre al paso... Supongo que hay autores con los que sentimos una conexión especial. Que no sabemos explicar a qué se debe, pero que se siente y lo mejor es aceptarla sin más, como cuando conectamos con alguien. Y de ésto seguro que también habla ella, y de que la vida va mucho más allá de la lógica, y que somos sueños, deseos, miedos, descubrimientos, imaginaciones, películas y muchos libros. Qué bueno que hayamos compartido una obra de Carmen en el club. Hoy le decía a un compañero del trabajo que seguramente haya sido una de las mejores sesiones del club de lectura: si no la mejor. Parecía que Carmen estaba ahí. Y quién nos dice que no.
    Un abrazo,
    Patricia

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