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martes, 7 de junio de 2016

La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore

@GTornatorefilms Giuseppe Tornatore nació en Bagheria (Sicilia) en 1956. Aficionado a la fotografía desde muy pequeño y tras unos escarceos en el mundo del teatro y la televisión, estrenó su primera película, «El profesor», en 1986, aunque su fama mundial le llegó en 1988 con «Cinema Paradiso», con guion escrito por el mismo y música de Ennio Morricone, con la que obtuvo un Óscar de Hollywood a la mejor película extranjera. Ha seguido dirigiendo más películas con desigual éxito pero en todo caso es una referencia del cine italiano actual. Su faceta de guionista y escritor le llevo a publicar este libro, «La mejor oferta», cuya película del mismo título fue protagonizada por Geoffrey Rush en 2013 y que merece la pena visualizar, eso sí, después de leer el libro; aunque se conozca el final la ambientación está muy cuidada y sigue con gran fidelidad lo escrito.

Virgil Oldman, protagonista masculino de la novela, es un sesentón, experto anticuario y contrastado subastador a nivel europeo, muy peculiar en su vida personal, posiblemente algo misógino, al que no se le conoce relación alguna con mujeres y con algunas manías entre las que figuran el no tener teléfono móvil, llevar sus manos siempre enguantadas —posee cientos de pares que no se quita nunca ni en verano ni en invierno— y de cenar solo en ciertos restaurantes en los que dispone de su propia vajilla y cubertería personal. El día de su sesenta y tres cumpleaños atiende directamente en el teléfono de su oficina a una mujer, Claire Ibbetson, que requiere sus servicios para valorar y vender objetos de arte de la casa de sus padres, que han fallecido. Aunque Virgil no atiende personalmente este tipo de trabajos, Claire le logra convencer pero le da rotundos plantones en sus primeras citas, en un caserón destartalado y al parecer abandonado. Claire lleva años sin salir de la casa y sin dejarse ver por nadie por una agorafobia que arrastra desde niña. Cuidado por un mayordomo o portero algo enigmático que al final confiesa a Virgil no haber visto nunca a la señorita en persona. Virgil gusta de visitar un taller algo destartalado y caótico regentado por el joven Robert Larkin al que coge cierto cariño y le hace partícipe de algunas de sus cuitas, entre ellas la reconstrucción de unos engranajes mecánicos encontrados tirados en el sótano de la casa, que resultan ser piezas de un autómata de Jacques de Vaucanson, ingeniero e inventor francés del siglo XVIII creador de artificios mecánicos y lo que podría considerarse el primer robot de la historia.
Otro personaje a resaltar es Billy Whistler, un pintor sin fama que colabora secretamente con Virgil, dedicándose a asistir a sus subastas y adquirir, escamotear, unos cuadros especiales para él, no siempre valiosos pero con una característica especial: son siempre retratos de mujeres que miran directamente a los ojos de los que los contemplan estén en la posición que estén con respecto al cuadro. Virgil dispone en su casa de una gran sala blindada a la que solo accede él y en cuyas paredes están colgada esta inestimable colección de cuadros y a la que se retira por las noches para estar con «sus mujeres» en un momento muy especial antes de acostarse.
A medida que se van prodigando las visitas por motivos profesionales al caserón, va creciendo el interés del anticuario por conocer a la joven, consiguiendo averiguar que vive permanentemente en la casa y con la que consigue hablar a través de un trampantojo oculto en una de las paredes. Mediante engaño, consigue hacer creer a la joven que se ha marchado y verla oculto cuando sale de su escondite. Nace ahí una pasión que va in crescendo, llegando a interesarse personalmente por ella y viviendo situaciones que trastocan de forma profunda su cuidada vida hasta hacerse con un teléfono móvil, cometer errores en su profesión y encariñarse con la joven, llegando a mostrarla su habitación oculta. Las situaciones se suceden en el trasfondo de las relaciones entre subastador y la joven, inclusive con su confidente del taller y su prometida a los que pide al que le pide ayuda en temas amorosos hasta llegar a un desenlace presumiblemente inesperado para el lector.

En palabras del propio autor, se trata de una «historia de amor contada como un thriller, pero sin muertos ni investigadores». No se puede conseguir una historia más redonda en este librito de noventa y seis páginas cuyos trece mil quinientos vocablos se devoran en poco más de una hora. He disfrutado con una segunda relectura de este relato sin concesiones rebuscadas y muy logrado, en capítulos cortos, con un manejo del suspense que va in crescendo a medida que avanza y que logra hacer confluir los dos mundos muy distantes de un anticuario culto y una joven agorafóbica para llevarnos a la explosión final que sin duda sorprende. Una vez más se demuestra que el amor, o al menos el ensimismamiento, es capaz de derribar sólidos andamios construidos a lo largo de toda una vida y destartalar las concepciones más profundamente arraigadas en las personas.
El autor es director de cine y con el fin de preparar un guion cinematográfico escribió estas páginas cuasi telegráficas que han visto la luz en forma de novela gracias a la insistencia de un amigo editor. Un deleite, libro y película muy recomendables en los que por una vez la lectura del libro nos llevará menos tiempo que el visionado del film, del que dicen los entendidos que hay que ver en versión original para disfrutar de los diálogos. No dejen de asomarse a este libro y a esta película: no les defraudarán.


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