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martes, 6 de noviembre de 2018

Así empieza lo malo, de Javier Marías

@jmariasblog Javier Marías Franco, nacido en Madrid en 1951 es un escritor, traductor y editor español, miembro de número de la Real Academia Española, donde ocupa el sillón «R» desde 2008. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid, ha impartido clases en esta universidad, así como anteriormente en la universidad de Oxford y en el Wellesley College. Con una larga lista de obras publicadas traducidas a más de cuarenta idiomas, cuenta con numerosos premios literarios nacionales e internacionales y colabora semanalmente en el diario El País en su suplemento dominical con un artículo muy leído y apreciado por los lectores. Más información en su página web  y en su blog.  En este blog de ALQS2D ya se ha comentado uno de sus libros, «Los enamoramientos», accesible desde este enlace.

La narración corre a cargo del joven Juan de Vere que cuenta con 23 años en el momento del desarrollo de los hechos —aunque los relata mucho tiempo después— y trabaja como asistente-ayudante en el propio piso del cineasta Eduardo Muriel, casado con Beatriz Noguera y con tres hijos vivos y uno ya fallecido. Las disertaciones entre Muriel y Juan transitan por muchos derroteros humanos y profesionales, pero con el tiempo Juan es encargado de «investigar» a un amigo de la familia, el doctor Jorge Van Vechten. Juan llegará a irse de juergas y más cosas con él, pero será siguiendo a Beatriz en sus salidas esporádicas cuando descubrirá ciertos aspectos de su vida privada que concuerdan con las vejaciones continuas que la afrenta su marido. Numerosas escenas de la vida familiar, profesional y de relaciones con amigos se irán sucediendo asistiendo el joven Juan a sentimientos profundos de desencanto entre el matrimonio, incluso desde épocas muy pasadas. Como siempre, el final, los dos finales, no se pueden desvelar y deberá el lector descubrirlos leyendo (todo) el libro.

Había leído cosas cortas de este autor y era la primera vez que me enfrentaba a un libro completo, no sin ciertas reticencias he de confesar. Los primeros momentos del libro me resultaron farragosos, con demasiadas y extensas descripciones de personajes y reiteración de ideas. Luego, la acción se relanza con una fuerte escena en una iglesia y uno se acostumbra a las largas disertaciones del autor sobre los más variados temas, aplicables a la trama, pero también colaterales en mi opinión, pero que son de utilidad. Me he alegrado de recuperar frases y expresiones de los años cincuenta del siglo pasado que ya no se oyen y de ciertos contextos que se desarrollan en las calles de Madrid, algunos disfrazados —licencia de autor— como la iglesia de Nuestra Señora de Darmstad, que es un nombre supuesto pero que podremos descubrir el real a poco que nos afanemos por las pistas facilitadas, siendo un asunto interesante. Lenguaje rico, con necesidad de diccionario en varias ocasiones que ha hecho las delicias en mi caso. Las ideas acerca de filosofía de la vida, numerosas, son interesantes, si bien el autor las repite machaconamente y el lector se las tiene que creer, no las ve con facilidad. Las situaciones descritas eran pura realidad en aquella época y son aprovechadas por el autor para mostrar (sus) ideas sobre aspectos sociales y políticos del momento con los que podemos o no coincidir. Resumiendo, y como ya es sabido por su larga trayectoria como autor, nadie quedará indiferente y este libro, como otros, producirá una división de opiniones radical entre defensores a muerte y detractores radicales. Si se asoma a sus páginas y consigue llegar al final, quedarán muchas ideas, frases y posos de utilidad.

Todo el libro está lleno de frases enjundiosas. Me ha sido muy difícil limitarme a tres. Estas son las elegidas
Incontable es el número de criaturas que han tomado por padre a quien no lo era suyo y por hermanos a quienes lo eran a medias, y se han ido a la tumba con la creencia y el error intactos, o es el engaño a que las sometieron las impávidas madres desde su nacimiento.

Cuando han pasado muchos años, o incluso no tantos, la gente se cuenta los hechos como le conviene y llega a creerse su propia versión, su distorsión. Fingir es esencial para convivir, para prosperar y progresar, y aquí no hay fingimiento posible después de habernos visto las verdaderas caras de facinerosos, después de lo que pasó. Tardará una infinidad en olvidarse cómo somos, o cómo podemos ser, y además con facilidad, nos basta una sola cerilla.

Hay cuestiones en las que es preferible mantener una sospecha no acuciante, llevadera, que perseguir una certeza decepcionante o ingrata, que lo obliga a uno a vivir y contarse algo distinto de lo que vivió desde el principio…


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