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martes, 13 de diciembre de 2022

Dientes de leche, de Ignacio Martínez de Pisón


 

Ignacio Martínez de Pisón nació en Zaragoza en 1960. Licenciado en filología hispánica por la universidad de Zaragoza y en filología italiana por la universidad de Barcelona, cultiva como escritor varios géneros —relato, novela, ensayo, guiones cinematográficos (Las trece rosas)…— habiendo sido adaptadas al teatro algunas de sus obras. Autor de una quincena de libros, ha obtenido varios premios con ellos entre los que podemos destacar el Premio Nacional de Narrativa de 2014 con «La buena reputación» y el Premio de la Crítica en 2011 con «El día de mañana» (reseñado en este blog en este enlace. Su ensayo «Enterrar a los muertos» está también comentado en este blog (enlace).

Entre las fotos que Juan Cameroni conservaba de su infancia había una en la que aparecía junto al abuelo Raffaele, sonrientes los dos, vestidos los dos con camisas negras, haciendo los dos el saludo fascista.

Una historia familiar que comienza brevemente con ciertos retazos de los años 80 para retrotraerse a la Guerra Civil Española y llegar de nuevo a enlazar con el principio e ir un poco más allá. Raffaele Cameroni, casado y con una hija en Italia, viene en 1937 a combatir como voluntario en las filas del bando franquista, ejerciendo durante toda su vida de fascista italiano. Herido en combate, se enamora de una joven enfermera que le atiende en el hospital, Isabelita, a la que oculta su historia y su estado, se casa con ella y se queda en España, donde prospera en una fábrica de pasta familiar a la que le viene como anillo al dedo su apellido italiano. Iracundo y malhumorado casi siempre con todo lo que le rodea, tiene tres hijos, aunque el último, Paquito, le rememora viejas heridas de su hija en Italia por su deficiencia. El hijo mayor, Rafael, inquieto y que acaba por no comulgar con las ideas del padre, marcha a Italia a conocer las raíces familiares de Raffaele, de las que nunca se habla en la familia. El segundo hijo, Alberto, junto con su mujer Elisa y su hijo Juan, vertebran gran parte de la historia, que va evolucionando con el día a día de la familia, además de la tía Milagros, hasta a llegar a un final que el lector deberá descubrir.

En aquella España provinciana y uniforme, su cincuenta por ciento de sangre italiana le daba un toque de exotismo y distinción que alguien como él no podía desaprovechar. Por eso enfatizaba sus rasgos más genuinamente italianos: se peinaba como los actores de ese país que salían en las revistas, adoptaba al hablar una modulación suave y cantarina (que contrastaba con el duro acento aragonés) y se despedía siempre con un enérgico ciao, ciao.

Historia sencilla, de una familia española tras la Guerra Civil, que hace aflorar las emociones del lector que probablemente haya vivido situaciones muy parecidas si ya cuenta con algunos años. Aunque pudiera parecerlo por sus comienzos, no es una historia política ni de rencillas por los luctuosos hechos iniciales: solo algún hecho aislado es rescatado hacia al final para intimidar, sin llegar a mayores, casi como una anécdota que cierra un círculo para que los malos no se queden sin su castigo. Ambientada en Zaragoza, ciudad natal del autor, con algún escarceo italiano, el eje vertebrador del relato lo constituyen las relaciones familiares. El título hace referencia a una cuestión que todas las familias relacionan con el ratoncito Pérez y que puede tener una importancia enorme para unos y ser una simpleza para otros, dentro de las mismas relaciones familiares. Los personajes masculinos presentan el arquetipo de la época en su masculinidad —ahora se denominaría machismo— y los femeninos su gran sensibilidad. Emotividad a raudales, historias familiares de amores y desamores entre los padres y para con los hijos, reconciliación, perdón. Novela sencilla, intimista, historia bien tejida con una prosa cuidada, para todos los públicos, para disfrutar de una lectura entrañable y positiva sin grandes alharacas, por lo que algunos lectores que busquen emociones fuertes pueden aburrirse: no pasa nada y pasa de todo. La magia de la novela son los cierres de historias que, sin ser esperados, van apareciendo para no dejar al lector ninguna duda.

Paquito cogió la carta y la metió en una caja de caramelos Viuda de Solano que escondía en el cajón de la ropa…

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