Juan Manuel Gil, nacido en Almería en 1979 es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Almería. Ha colaborado en revistas de creación literaria, portales informativos y medios. Durante los años 2002 y 2003 residió, becado, en la Fundación Antonio Gala en calidad de escritor. La Asociación Española de Estudios Canadienses le ha concedido una beca para iniciar un proyecto de creación en la ciudad de Toronto. La novela que hoy comentamos, «Trigo limpio» publicada en 2021, recibió el premio Biblioteca Breve. Entre otras de sus obras están «Inopia (2008)», «Mi padre y yo. Un western (2012)», «Las islas vertebradas (2017)», y «Un hombre bajo el agua (2019)». Su última novela es «La flor del rayo (2023)».
Las distintas historias (variedad) que apuntalan la historia principal (unidad) necesitan una red de conexiones que evite que las piezas se dispersen como chatarra en el espacio.
Quienes saben de esto aseguran que, para que una novela atrape la atención del lector, la dosificación de los hechos que componen la línea argumental debe estar rigurosamente estudiada.
Ya en la edad adulta, el narrador —sin nombre— de esta novela recibe un extraño mensaje de Simón, con compañero de gamberradas cuando adolescentes. Simón desapareció sin dejar rastro y reaparece ahora de una forma extraña para pedirle al narrador —ahora ya escritor— que escriba sobre «aquello», sobre lo que nos pasó en el barrio. El narrador-autor-protagonista inicia una búsqueda para dar con Simón que le lleva a contactar con la madre y la exmujer de Simón antes de dar con él. Las cosas han cambiado mucho y los recuerdos también.
Entre comentarios sobre cómo se debe o no escribir una novela, la acción da saltos adelante y atrás en el tiempo para formar un rompecabezas que no todos los lectores estarán dispuestos a digerir. He leído esta novela al completo por una asumida «obligación» al ser propuesta en un club de lectura en el que participo. De no ser así a buen seguro la hubiera dejado. Y no quiero indicar con esto que sea buena, mala o regular, sino que «me ha dejado frío, indiferente, confundido, sin saber qué decir». Perdido en muchas ocasiones a lo largo de la lectura, despistado con los devaneos del autor, la propuesta es arriesgada cuando menos. Tiene sus resplandores en muchas de las mini-historias con frases que hacen que pensar, pero el avanzar en la lectura me ha supuesto —a mí— una verdadera tortura mental. De los cuatro personales principales, solo uno tiene nombre Simón, siendo los otros el narrador-autor-protagonista, «el del síncope» y «el del fallo multiorgánico». Está bien el juego de historias que nos inducen a reflexionar sobre si nuestros recuerdos son ciertos o los hemos ido ajustando con el paso del tiempo, por lo que no resisten la confrontación con los recuerdos de otros intervinientes en los mismos hechos. La historia no acaba de levantar un vuelo continuo y estable, por lo que el lector puede quedar despistado con los juegos del autor. Aborda muchos sentimientos y emociones humanas, pero me ha resultado difícil de leer. Quizá con una segunda lectura… que con toda probabilidad no acometeré.
Cuando estoy viendo en la televisión un programa de preguntas y conozco las respuestas, nunca las digo en voz alta. —¿Ese es tu don? —Ese es. Tú, por ejemplo, no lo tienes, porque yo te he oído muchas veces responder para demostrar que eres muy listo. —Es algo que hace casi todo el mundo. —Exacto. Es una ordinariez. La vanidad os iguala.
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