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viernes, 12 de octubre de 2012

El día antes de la felicidad, Erri de Luca

Una novela sobre la dura infancia
de un huérfano que debe sobrevivir
a una guerra y a un amor.
Puntuación 4/5
 
 Me produjo tan grata impresión la anterior obra leída de Erri De Luca, "Los peces no cierran los ojos", que decidí documentarme sobre el autor y los libros por él publicados. Escogí este libro "El día antes de la Felicidad", entre su variada bibliografía, para contrastar con otros relatos, además del antes mencionado, para hacerme una idea más formada de su verdadera dimensión literaria.


El argumento de la obra, otra vez, como en novela citada, toma raíces en la infancia del personaje principal. Un niño huérfano, acogido por una madre adoptiva, recuerda sus primeros años de preadolescencia en la ciudad de Nápoles, en los años de la inminente huida de Italia de las tropas alemanas en la 2ª Guerra Mundial. Descubre a Don Gaetano, el portero del edificio donde vive, un hombre sabio y práctico, también huérfano. Un caudal inagotable de información que salpica sus reuniones jugando a los naipes, con todo tipo de máximas, consejos y aforismos. Este portero de la vivienda se investirá en consejero, amigo, profesor en la difícil asignatura de enseñar a un muchacho en el florecer de la vida en una situación histórica grave y sanguinaria.
Se revelarán detalles de la ocupación armada de las tropas alemanas y la opresión fascista sobre la población. Entre los secretos guardados, un judío perseguido, ocultó en un edificio contiguo y mantenido desinteresadamente por Don Gaetano. Este hebreo resulta ser un profundo conocedor de los textos sagrados y de las debilidades humanas, desgranando sus enseñanzas entresacadas de las breves conversaciones con el perseguido. Un librero de segunda mano prestará al muchacho libros, que devuelve al día siguiente de su lectura, actividad ésta en la que irá cimentando el placer por leer compulsivamente.
 Pero como una pulsión latente en todo el relato subyace una historia de amor, un rostro de niña entreverado tras los cristales de un balcón. Unos ojos cautivadores, cómplices, observados desde la distancia, impresos para siempre en la memoria del protagonista, al que le acompaña durante toda la adolescencia el recuerdo de esa mirada y de la niña tras los cristales.
La tentativa de ese amor, diluido como la infancia, pero no olvidado, se arrastra en todo el relato. Desentierran los recuerdos de la ciudad, de los ciudadanos más cercanos, el alzamiento espontáneo contra las tropas alemanas y los fascistas, todo a través de charlas entre el portero y adolescente. También afloran los orígenes de ambos personajes y las razones de su orfandad.
Pero el pasado emerge y el presente insiste por consumar este amor alebestrado en su memoria, latente, aplazado. Anna, la niña, ya convertida en mujer, aparece repentinamente en la portería del edificio. Los niños, ahora adultos, se inician en una relación suspendida durante años, sólo sugerida en la infancia entre miradas tendidas desde el patio hacia el balcón. Se convierten en amantes, dirigidos, controlados por los deseos y el ritmo marcado por ella. Erri De Luca se luce en descripciones intensas de amor entre los jóvenes, en el descubrimiento de sus cuerpos, de la liturgía de sus encuentros, todo con un tono poético y emotivo, repleto de lirismo e imaginación. Sin embargo, esa niña, ahora esquiva mujer, no es un amor inocuo, encierra en su interior misterios y peligros que el protagonista deberá resolver y arrostrar, como inevitable embate del destino, un nuevo obstáculo que sortear en su complicada vida.
 Explicar sería destrozar la novela.
 La obra escueta, con apenas media docena de personajes, es intensa y repleta de momentos de estilo maravillosos y con una trama disimulada, disfrazada entre los aparentes insignificantes descubrimientos del personaje. En ella se nos narra la maduración de un niño en una ciudad indómita y peligrosa como Nápoles, con sus propias reglas y tácitos estatutos callejeros, de la mano de un hombre que hace de padre, de maestro, de protector, y en el que la hirsuta idiosincrasia napolitana con su geografía y arrumbamiento de edificios configura el carácter de los habitantes y los acontecimientos que acontecen entre sus calles.
No os la perdais.
No puedo evitar ofreceros una pequeña cata de sus frases.
 
Esta es una muesta de como describe un encuentro sexual entre los amantes:
Soltó los brazos de mis hombros, me guió las manos hasta los senos. Abrió las piernas, se subió el vestido y, manteniéndome las caderas elevadas, empujó mi sexo contra la apertura del suyo. Yo era una cosa suya que ella movía. Los sexos listos, detenidos en la espera, se rozaban apenas, bailarines tensos sobre las puntas. Permanecimos así. Anna miraba hacia abajo, hacia ellos. Apretó contra mis caderas, una orden que me empujaba dentro. Entre. No solo el sexo, yo entré dentro de ella, en sus visceras, en su oscuridad con los ojos de par en par sin ver nada. Todo el cuerpo había bajado al sexo. Entré con una acometida suya y permanecí quieto. Mientras me acostumbraba a la quietud, al latido de la sangre entre las orejas y la nariz, me empujó un poco hacia fuera y después otra vez hacia dentro. Lo hizo una y otra vez, me sujetaba con fuerza y me desplazaba a ritmo de resaca. Agitó los senos bajo mis manos, aumentó el empuje. Entraba hasta la ingle y salía casi todo, mi cuerpo era su engranaje. No respiraba, sus ojos abiertos veían lejos.
Así nos describe el dédalo de edificios napolitanos y el efecto del sol deambulando como un personaje entre sus calles:
E1 sol golpeaba contra los cristales de los últimos pisos y se deslizaba rebotando hasta el suelo. Los cristales de Nápoles se pasaban el sol entre ellos. Quien tenía más por su po zsición, se lo pasaba hacia abajo a quien tenía menos. Estaban compenetrados. Los maestros cristaleros los montaban a propósito ligeramente torcidos, para multiplicar las superficies reflectantes. Abajo, a la portería, llegaba una carambola de luz que daba diez rebotes antes de acabar en el agujero donde yo estaba. Don Gaetano dice que es una buena señal. El sol siente aprecio por quienes viven en lo bajo, a donde no llega.
 
Un libro y autor que recomiendo sin cortapisas.






 

 

2 comentarios:

  1. Para calibrar personas y literaratura, sólo necesitas escrutar comportamientos y frases derramadas con sentimiento en el total de la obra.
    La calidez de una mirada, un tono de voz, su caminar, un gesto aislado, una frase estirpada del talento de un escritor, sin copias, sin subterficio de estilo, sin internet, sin herramientas de estilo, párrafos aislado y contundente, paridos de las entrañas de creatividad de alguien con ganas o necesidad de contarlo.
    Eso es vida y eso literatura.
    Cuando es falso es mero atrezzo o pasquín.
    Es el caso de personas que nos sorprenden y nos inportan y de literatos como Herri de Lucca, en ambos casos, vida y sentimiento, y este autor, esparce originalidad y, además, la decencia de no necesitarlo, pues, para llegar a esto, a entregado su esfuerzo y su ideario en causas, altuitas y falaces, cuyas consecuencias y estigmas aparecen en sus relatos.

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