BÚSQUEDAS en este blog

lunes, 24 de diciembre de 2012

Seda, Alessandro Baricco

Una gran novela
escritas con muy pocas palabras.
Puntuación 4,5/ 5


FELICES FIESTAS A TODOS LOS VISITANTES DE ESTE BLOG





 
Pese al reguero de comentarios elogiosos de esta novela nunca me había planteado abrir sus páginas. En el Club de Lectura del Escorial, esta ha sido la obra debatida en Diciembre de 2.012 y unánime la valoración de todos los lectores, considerándola una de las obras imprescindibles.
El argumento es conciso, como toda la novela. corre el Año año de 1861 en la localidad francesa meridional de Lavilledieu. En ella, Baldabiou introdujo la producción industrial de la Seda natural, mediante el tratamiento de los capullos de los gusanos, convirtiendola en un lugar próspero. Pero la epidemía de la Pebrina enfermó los gusanos e impone la necesidad de buscar larvas no infectadas en lugares lejanos como Siria y Egipto. Se escoge a Hervé Joncour, un joven de escasa vocación militar para encontrar este material. Pero es preciso garantizar la calidad de la seda y deben obtener larvas más sanas en un lugar recóndito e inaccesible en aquella época: Japón.
"En esos tiempos el Japón estaba, en efecto, al otro lado del mundo. Era una isla hecha de islas y por doscientos años había vivido completamente separada del resto de la humanidad, rechazando cualquier contacto con el continente y prohibiendo el acceso de cualquier extranjero. ... Los mercaderes chinos, holandeses e ingleses habían tratado repetidamente de romper aquel absurdo aislamiento, pero sólo habían conseguido establecer una frágil y peligrosa red de contrabando. Habían ganado poco dinero, muchos problemas y algunas leyendas, fáciles de vender en el puerto por la tarde."
Hervé Joncour, viaja en busca del preciado material, imprescindible para continuar la producción, con este escaso equipaje  "...ochenta mil francos en oro y los nombres de tres hombres, procurados por Baldabiou: un chino, un holandés y un japonés". Se despide así de su esposa,  "estrechó contra sí a su mujer Hélene y le dijo simplemente -No debes temer nada. Era una mujer alta, se movía con lentitud, tenía largos cabellos negros que no se recogía nunca.
Tenía una voz bellísima."
Las estaciones del viaje se reproducen como un letanía, "Cruzó la frontera francesa cerca de Metz, atravesó Württemberg y Baviera, entró en Austria, alcanzó en tren Viena y Budapest para luego proseguir hasta Kiev. Recorrió a caballo dos mil kilómetros de estepa rusa, superó los Urales, entró en Siberia, viajó por cuarenta días hasta encontrar el lago Bajkal, ...Remontó el curso del río Amur, caboteando la frontera china hasta el océano, y cuando llegó al océano se detuvo en el puerto de Sabirk por once días, hasta que un barco de contrabandistas holandeses lo llevó a Cabo Teraya, sobre la costa oeste del Japón. A pie, recorriendo caminos secundarios, atravesó las provincias de Ishikawa, Toyama, Niigata, entró en la de Fukushima y alcanzó la ciudad de Shirakawa, la rodeo por el lado este, esperó dos días a un hombre vestido de negro que lo vendó y lo llevó a un poblado en las colinas..."
Allí conoce a Hara Kei, señor feudal y a la misteriosa mujer que yace a su lado "Sus ojos no tenían aspecto oriental, y su rostro era el rostro de una chiquilla." Pese a ignorar su nombre y el sonido de su voz, esta le prodiga especiales atenciones, miradas cómplices, gestos de empatía y atracción, un baño lleno de erotismo y le entrega una nota escrita en japonés.

Al llegar a Francia, comprueba que el viaje ha transformado su vida y la relación con su mujer Hélene. Algo suyo ha quedado junto al recuerdo de aquella mujer. Decide traducir el mensaje. La única capaz es Madame Blanche, una prostituta japonesa dueña de  almacén de telas y de un burdel en Nimes. Esta enigmática mujer le traduce el inequívoco y radical mensaje: "Regresad o moriré".
 
Pero además, le advierte de las peligrosas consecuencias de esa atracción:

"..arrojó algunos billetes sobre la mesa.
- Déjelo así.
- Hervé Joncour dudó un segundo.
- No hablo del dinero. Hablo de esa mujer. Déjelo así. No morirá y usted lo sabe."

Hasta aquí se puede leer, el resto sabéis donde encontrarlo y es de lo más apetecible.
La novela es todo un manual de escritura creativa. Un ejemplo de economía de contenido, con escasos personajes y una selección de escenarios y acontecimientos, magistralmente diseminados por el libro, suficientes para contarnos una gran historia, sin derrochar prosa. El talento del escritor se demuestra en el efecto contundente de la narración, contenido en la mayor escasez de páginas posibles. Parece un relato vastísimo, que después de escrito, ha sido sintetizado, comprimido y expurgado de todo lo innecesario, para dejar con genialidad lo esencial, sustituyendo capítulos enteros, a menudo por frases. La lectura es intensa, pues la pérdida de una mera palabra, la omisión de un párrafo, hasta de un verbo transforma el conjunto. 
La descripción de los personajes se esboza, utilizando unos adjetivos para enmarcarlos y dejar el resto de los matices a la imaginación del lector. La localización histórica y geográfica de la acción del relato, se acuña con referencias explícitas y dispersas pero suficientes para ubicarte. Como ejemplo, así te emplaza en la novela en sus primeras líneas:
"Corría el año de 1861. Flaubert estaba terminando Salambó la iluminación eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra de la cual no vería el fin."
Los acontecimientos se narran sin juicios por parte del autor, con desenlaces abiertos, conjeturándose varias opciones e interpretaciones. En esta breve novela se vierten muchos temas: el amor, con sus variantes de relación marital, platónico, pasional, la venganza, la amistad, la clemencia, el destino, la pérdida irreparable de algo valioso pero desconocido hasta su desaparición, el cambio de costumbres por efecto de la industrialización, industrialización. Todo ello envuelto en una sutil pátina de sensualidad y lirismo. Con la reiteración de las etapas del viaje del protagonista, repetidos en varios capítulos, consigue un efecto melódico y rítmico idéntico al producido por el estribillo de una canción o poema. Algunas de las frases son tan certeras y precisas como un bisturí:
"..le había puesto encima del escritorio una bufanda de seda color ocaso y le había preguntado

Sabe qué es esto?
- Cosas de mujer.
- Se equivoca. Cosas de hombre: dinero.

Después volvió a donde el alcalde, poniéndole sobre el escritorio, bien ordenados, treinta mil francos en billetes de alta denominación. -¿Sabe qué es esto?
- Dinero.
- Se equivoca. Es la prueba de que usted es un estúpido.
Volvió a coger los billetes; los metió en la cartera e hizo el ademán de irse.
El alcalde lo detuvo. -¿Qué diablos debería hacer?
- Nada; y será el alcalde de un pueblo rico."


Una novela que deja el rastro de una caricia, una obra para no perderse.




2 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo. La acabo de leer y es de lo mejor que ha caído en mis manos en los últimos tiempos. Como resumen de la capacidad de síntesis del autor, me quedo con el 'Hélas' que el protagonista le pone de epitafio a si mujer. Con una palabra hace un claro retrato de él. Más que recomendable.

    ResponderEliminar
  2. Un cuadro literario con una estética cargada de simbolismo para deleitarse en su contemplación. Lo he leído dos veces, lleva poco más de una hora.
    Un claro ejemplo de aquella frase de Baltasar Gracián de que más valen quintaesencias que fárragos. Sencillez y concisión evocadoras de un sinfín de imágenes, sensaciones, sentimientos y emociones.
    Reitero lo de muy rcomendable.

    ResponderEliminar

opiniones