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domingo, 2 de febrero de 2014

La habitación oscura – Isaac Rosa

Un grupo de jóvenes se reúnen habitualmente en una habitación, un día, por un fallo eléctrico, la habitación se queda en completa oscuridad y es el comienzo de una experiencia que va a continuar muchos años. Las reuniones más numerosas son los sábados, en los que la práctica de sexo anónimo es seguramente la actividad más destacada, pero la habitación se utiliza también otros días de la semana, con menos personas y, además de sexo, para otras finalidades, para algunos de ellos es el lugar donde encontrar la calma, pensar en profundidad en las cosas que están ocurriendo en su vida, también resulta para otros un refugio donde se aíslan de la realidad que les rodea. Todos respetan ‘el secreto’, solo ellos pueden entrar en la habitación oscura, y quince años después, la habitación oscura se mantiene con la misma finalidad pero las personas han evolucionado como la propia vida, y han ocurrido muchas cosas….
 Y aquí empieza el relato de cosas que han ocurrido con personajes concretos, y el paralelismo con la historia que hemos vivido todos en estos quince años, pues al fin es un reflejo de lo que ha ocurrido en nuestro país. Hay también un enlace de la trama con el espionaje informático, que aunque pudiendo ser real es difícil de imaginar.
El autor me ha recordado en su prosa al estilo del ilustre Javier Marías, capaz de hacer unas larguísimas frases y además coherentes, pero que a mí, como persona normal con escasas capacidades, me agobian, necesito el sosiego de los puntos para analizar todo lo que se cuenta. Ya he manifestado mi admiración por este tipo de escritores, porque esas capacidades me parecen envidiables, pero son demasiado densas para mi mente.
Y resumiría finalmente mi opinión diciendo que le sobran muchos ejemplos, el lector se encontrará con muchos párrafos agotadores como este:

girando aún más la manivela para ver cómo se acumula lo producido como paladas de arena arrojadas a una fosa o a una pira a punto de arder: miles de informes redactados, códigos programados, artículos traducidos, copas servidas, ventas conseguidas, planos dibujados, mercancías desplazadas, cabellos cortados, llamadas atendidas, contratos firmados, presupuestos aprobados, casas reformadas, páginas diseñadas, puntos suturados, operaciones decididas; millones de bienes producidos, fabricados, tratados, procesados, montados, pintados, atornillados, abrillantados, empaquetados, clasificados, apilados, almacenados, distribuidos, etiquetados, vendidos, averiados, reparados, agotados, desechados, reciclados, triturados; millones de servicios ofrecidos, anunciados, encargados, abonados, prestados, reclamados, ampliados, cancelados; y en cada paso, en cada fotograma acelerado, provocan movimientos de dinero, entradas y salidas, compras, facturas, plazos, créditos, nóminas, plusvalías, beneficios, dividendos, un movimiento de millones, billones, trillones, que si les diésemos solidez de moneda circularían por el espacio también como insectos invadiéndolo todo, saliendo de bolsillos, sobres, maletines, cuentas, depósitos, cajas fuertes, furgones blindados, para rodar por las calles como monedas en fila hasta entrar en otros furgones, cajas, cuentas, bolsillos y desde ahí multiplicarse, rodar una vez más en otras direcciones para producir más entradas y salidas, compras, nóminas, plusvalías, dividendos; nuestras vidas en esos años podrían contabilizarse, monetizarse, dejarían un rastro de billetes arrugados y monedas sin brillo allí por donde pasamos, como una huella de baba, la vida resumida en apuntes bancarios, ingresos, reintegros, pagos, recibos; un deambular frenético de hormigas sin un momento de descanso, dejando cada mañana en las sábanas el malestar acumulado como un residuo tóxico, como una secreción nocturna, para seguir corriendo, sumando, acumulando, para que el contador luminoso no se detuviese y prolongase su girar de dígitos como un metrónomo irresistible que nos marcaba el ritmo, la velocidad, las pausas, las horas de sueño, las aceleraciones y las frenadas.

Para mi gusto, en fin, un novela espesa, que supongo no he sabido apreciar, y que me gustaría llegar a hacerlo porque el argumento me parece enormemente atractivo.

2 comentarios:

  1. Uffff... y decía yo que Almudena Grandes me agota (y eso que me encanta)... Pero este agotamiento es distinto. Pues le tenía ganas a este autor y concretamente a este libro, pero viendo este ejemplo que pones, que ya me ha dejado medio KO me lo voy a tener que pensar, ojearé algún otro libro suyo para ver si es un estilo común en sus obras.

    Gracias y un saludo!

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  2. Suscribo totalmente tu reseña.
    Me ha parecido un confuso proyecto narrativo, espeso que parece habersele ido muy pronto de las manos al autor, pese al interesante planteamiento del escenario que propone al principio.
    Como siempre un abrazo y gracias por tus entradas.

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