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jueves, 1 de enero de 2015

Frankenstein, de Mary Shelley

Comentamos hoy el libro seleccionado para el cuarto trimestre de dos mil catorce del club de lectura de A leer que son dos días. Para el primer trimestre de dos mil quince queda seleccionado el titulado «Traficantes de mentiras: o cuando las moscas se equivocan» opera prima auto publicada por Consuelo Sanz de Bremond, una asidua de este blog, y que puede localizarse en este enlace.

Mary Wollstonecraft Godwin, conocida como Mary Shelley, fue una autora británica nacida en las postrimerías del siglo XVIII, hija de un filósofo y una escritora, aunque su madre falleció a los pocos días del parto. Cuando contaba 16 años de edad abandonó su hogar y viajó por diferentes países acompañando al poeta Percy B. Shelley, con el que había iniciado una relación amorosa pese a estar este casado. Se le considera una de las pioneras del género denominado «ciencia ficción» y buena prueba de ello es el presente libro publicado hace casi doscientos años, en 1818, cuanto la autora contaba tan solo veinte años de edad. Mary se inspiró para su creación en una pesadilla que tuvo a los dieciocho años consiguiendo un gran éxito entre el público y los críticos. Escribió otras novelas y algunos libros de viajes pero nunca obtuvo tanto éxito como con «Frankenstein» aunque abundó en el género con relatos como «El último hombre» que trata de la destrucción de la raza humana por una terrible plaga.

La fábula tiene lugar en la Europa del siglo XVIII en plena efervescencia del culto por todo lo que rodea a la ciencia. Robert Walton, explorador británico en una expedición para localizar el Polo Norte, recoge a un viajero solitario perdido entre los hielos que le cuenta una extraña historia. Este viajero es Víctor Frankenstein. El capitán se muestra incrédulo en los primeros momentos, que refiere a su vuelta mediante cartas a su hermana Margaret, sobre los pormenores de la extraña y rocambolesca historia. Este prolegómeno da a paso a la descripción de la vida del protagonista acerca de su infancia y adolescencia familiar en Ginebra y su traslado a la universidad alemana de Ingolstadt donde se siente atraído por la fisiología destacando pronto entre sus compañeros y especialmente sus profesores. Se propone como fin una especie de jugar a ser Dios, algo absolutamente prohibido en la época, insuflando vida a materia humana muerta y consiguiendo crear un ser, un monstruo con semblante humano pero con proporciones descomunales y de aspecto extraño. El ser desaparece de su vista pero al volver a su tierra natal ante la llamada de su padre descubre que no se ha librado del monstruo que acaba de asesinar a su hermano pequeño en un bosque cercano. Se van produciendo varias muertes al tiempo que el engendro, que no tiene nombre, se va haciendo cada vez más humano en sus acciones, su lenguaje y sus sentimientos, que si en un primer momento son de acercamiento y cariño, se van convirtiendo en de rechazo a los humanos por no poder alcanzar su perfección y diversas experiencias adversas en sus intentos de acercamiento. Cuando contactan Víctor y su creación, es cuando el propio monstruo narra la historia desde su creación; abandonado por su propio «padre», una criatura inocente que va aprendiendo poco a poco las reglas sociales. El ser acaba chantajeando a Víctor amenazándole con más muertes y más horror si no crea una criatura similar como compañera para poder experimentar lo que se siente en el terreno del amor y los sentimientos. Aunque Víctor cede en primera instancia e inicia un viaje por Inglaterra y Escocia para dar forma a un nuevo engendro, se da cuenta de que la idea no es viable para la raza humana y aborta la operación, lo que encrespa al monstruo que jura venganza. A pesar de la diferencia de poder físico entre ambos, Víctor jura darle muerte y le persigue por tierra y mar hasta que tiene lugar el encuentro con el barco y su capitán con el que da comienzo la novela. La obsesión de uno y el odio del otro les conducirán a un espeluznante y patético final que queda para el curioso lector que se acerque a las páginas de este libro.

Un libro clásico no sólo por sus casi doscientos años sino también por ser, como ya hemos comentado, uno de los pioneros en la ciencia ficción en este caso en su versión de relatos de horror. Sus alrededor de doscientas cuarenta páginas según ediciones con sus setenta y un mil vocablos se leen de un tirón y me han resultado delicioso en su narrativa con su prosa brillante en algunas de sus partes, entre las que destaco la estancia del monstruo en el cobertizo junto a la casa del ciego haciendo favores ocultos a él y su familia. De alguna forma, el monstruo, que acaba el libro sin un nombre y con descripciones de lo más despectivas tales como «engendro», «criatura», «monstruo» o «demoníaco ser», es como una metáfora del concepto del «buen salvaje», que nace con el contacto con las poblaciones indígenas de América en su descubrimiento y que de «ser puro» acaba convertido en «ser contaminado» por una sociedad codiciosa, fanática y degenerada que le obliga. En otro orden de cosas, el relato bien pudiera ser un ejemplo de las consecuencias que puede tener un desarrollo científico sin control. El monstruo llega a conversar amigablemente pero solo ante un hombre ciego que no se puede dejar influir por su temible y poco humano aspecto, que infunde horror y pánico a primea vista en quienes le ven.

En su versión inicial el título estaba apostillado con «o el moderno Prometeo» que según podemos leer en reseña.org «resulta fácilmente comprensible para aquellos que hayan leído la mitología clásica. Robado por los dioses, el fuego dejó a la Humanidad sin forma de guarecerse del frío, calentar los alimentos o defenderse de algunas bestias. Prometeo, hijo de Jápeto y la oceánide Asia (o Clímene) era el Titán que se sentía más próximo a la Humanidad, decide robar el fuego a los dioses y devolvérselo a los seres humanos. Astutamente burla a Zeus y logra su objetivo aunque, cuando éste lo descubre, le somete a un tormento a través de un águila (hija de Tifón y Equidna) para que devore el hígado de Prometeo. Al ser inmortal, su hígado vuelve a crecerle cada noche y el águila se lo come cada día. Este castigo debía ser eterno, pero Heracles le libera de camino al Jardín de las Hespérides. Siendo Heracles hijo de Zeus, éste ve la liberación como un acto honroso para sí mismo y no vuelve a castigarle».

Hay multitud de películas alrededor del tema, pero serían de destacar dos de ellas: la primera titulada «El doctor Frankenstein», de 1931, dirigida por James Whale y de la que recordamos el papel de Boris Karloff interpretando al monstruo pero que tiene poco o nada que ver con el libro y la algo más ajustada pero sin exagerar de 1994 titulada «Frankenstein de Mary Shelley» y dirigida por Kenneth Branagh con Robert de Niro como actor principal.

Algunos párrafos extractados el libro…
Nadie salvo los que lo han experimentado, puede concebir lo fascinante de la ciencia. En otros terrenos, se puede avanzar hasta donde han llegado otros antes, y no pasar de ahí; pero en la investigación científica siempre hay materia por descubrir y de la cual asombrarse. Cualquier inteligencia normalmente dotada que se dedique con interés a una determinada área, llega sin duda a dominarla con cierta profundidad.
Poco después de llegar al cobertizo, encontré algunos papeles en el bolsillo del gabán que había cogido de tu laboratorio. En un principio los había ignorado; pero ahora que ya podía descifrar los caracteres en los cuales se hallaban escritos, empecé a leerlos con presteza. Era tu diario de los cuatro meses que precedieron a mi creación. En él describías con minuciosidad todos los pasos que dabas en el desarrollo de tu trabajo, e insertabas incidentes de tu vida cotidiana. Sin duda recuerdas estos papeles. Aquí los tienes. En ellos se encuentra todo lo referente a mi nefasta creación, y revelan con precisión toda la serie de repugnantes circunstancias que la hicieron posible.
Yo era afectuoso y bueno; la desgracia me ha convertido en un demonio. Hazme nuevamente feliz y volveré a ser virtuoso.
Satán tuvo compañeros, diablos como él, que lo admiraban y alentaban. Yo, por mi parte, estoy solitario y odiado.

2 comentarios:

  1. Coincido con la reseña de Ángel Luis, si acaso destacar algo que él ya ha comentado, el desarrollo de los sentimientos del 'monstruo', que es visto como monstruo no solo por su físico sino por sus actos, y sus actos son frutos de su aprendizaje, porque en esa fase inicial de aprendizaje de los sentimientos, el 'monstruo' es una muy buena persona, pero en una fase posterior empieza a aprender de los humanos y termina comportándose como tal. Y cuando siendo como un humano quiere ejercer como tal y se lo niegan, emergen los peores sentimientos.
    Me encanta esta Ciencia ficción.

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  2. La verdad es que me ha gustado bastante la novela aunque esperaba algo más fuerte. Ni me ha parecido de terror ni de ciencia ficción pero coincido en lo comentado. Quizá lo más fantástico no sea cómo se crea el monstruo, que no se sabe, sino la forma en que éste aprende a hablar leer y escribir, y ver crecer el odio hacia su creador y la raza humana. Teniendo en cuenta estos aspectos me parece muy recomendable.

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