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jueves, 1 de octubre de 2020

El desbarrancadero, de Fernando Vallejo

Libro correspondiente a la 33 edición del Club de Lectura de ALQS2D durante el tercer trimestre de 2020.

 Fernando Vallejo Rendón es un autor colombiano nacido en Medellín en 1942. Con numerosos premios en su dilatada carrera ha sido elegido como uno de los intelectuales más influyentes de Iberoamérica. Se ha formado en materias tan dispares como biología, filosofía, música o cine. Sus opiniones algo extremas sobre asuntos religiosos y políticos en su país natal le granjearon algunos problemas, por lo que en 1971 se trasladó a Ciudad de México y obtuvo la nacionalidad mexicana. Autor prolífico en literatura ha cultivado también el género cinematográfico dirigiendo algunas películas. Cinco de sus más reconocidas obras son de un marcado tinte autobiográfico englobadas en la saga RÍO DEL TIEMPO: «Los días azules (1985)», «El fuego secreto (1987)», «Los caminos a Roma (1988)», «Años de indulgencia (1989)» y «Entre fantasmas (1993)». El libro que hoy comentamos, «El desbarrancadero», obtuvo el Premio Rómulo Gallegos, uno de los más prestigiosos de la lengua española, en 2003. Más información sobre su vida, obra y premios puede encontrarse en esta entrada de Wikipedia.

Narrada en primera persona fácilmente identificable con el propio autor, la novela describe el regreso de Fernando a su hogar de Medellín para cuidar a un hermano que se está muriendo de sida y al propio padre cercano a la muerte. La degradación familiar es achacada a la madre a la que cita como «La loca». La muerte llega para ambos a pesar de los cuidados más o menos ortodoxos procurados por Fernando, pero las últimas conversaciones permiten recordar buenos momentos pasados con ellos en su infancia y su juventud. En sus recuerdos hay crítica exacerbada y repetitiva a la clase política y a la religión personificada profusamente en Juan Pablo II.

Bendecía desmañadamente, para aquí, para allá, para el Norte, para el Sur, para el Oriente, para el Occidente, a quien quiera y a quien le cayera, a diestra y siniestra, a la diabla. ¡Qué chaparrón de bendiciones el que nos llovió! Esa mañana andaba Su Santidad más suelto de la manita que médico recetando antibióticos.

Como lector he percibido desde el primer momento que estaba ante un relato de calado, propio de un autor importante, pero no he alcanzado a interconectar la trama y seguir regularmente el desarrollo de la acción. Lo compararía a una serie de fogonazos impactantes que se van sucediendo pero que no me han logrado retener con un verdadero interés por la lectura. Al final se trata de alusiones autobiográficas sostenidas por un lenguaje descarnado y atractivo que el autor provecha para reflexionar sobre importantes temas como la familia, la enfermedad, la sociedad, la medicina, la violencia social o la religión como fundamentales entre otros. Aun reconociendo la valía del texto y del autor, no me atrevería a recomendarlo a una generalidad de lectores.

Para eso han estado siempre los médicos, para desbarrancarnos, con la bendición del cura, en el despeñadero de la eternidad.


 


 

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