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miércoles, 28 de octubre de 2020

Identidad y violencia. La ilusión del destino, de Amartya Sen


 

Biografía

Amartya Kumar Sen, nació en 1933 en Santiniketan, en el estado de Bengala, India. Licenciado en Economía por el Presidency College de Calcuta, en 1953 se traslada a Cambridge obteniendo el grado de doctor en 1959. Ha sido profesor en diversas universidades de diferentes países y cuenta con numerosas publicaciones, muchas de ellas editadas en español, sobre economía, identidad, religión, nacionalismo, pobreza y desigualdad. Ha recibido numerosas distinciones y premios por diversas instituciones de diferentes países, destacando en ellas el Premio Nobel de Economía en 1998.

Sinopsis

La sinopsis de la editorial Katz me parece perfecta para este libro: Los acontecimientos violentos y las atrocidades de los últimos años han introducido un período de terrible confusión y de temibles conflictos. El mundo es percibido, cada vez más, como una federación de religiones, de culturas o de civilizaciones que se enfrentarán inevitablemente o que, de hecho, ya lo están haciendo. Pero una de las razones por las que el mundo se ha vuelto peligrosamente inflamable es, precisamente, la suposición de que las personas pueden ser clasificadas sobre todo según la religión o la cultura. Como argumenta Amartya Sen en este libro, el conflicto y la violencia actuales son sostenidos, igual que en el pasado, por la ilusión de una identidad única, por la creencia en el poder abarcador de una clasificación singular que ignora la relevancia de otras formas "más allá de las culturas y de las religiones" en las que los individuos se perciben a sí mismos: el género, la profesión, la clase, la lengua, la moral o la política, por mencionar sólo algunas. A través del análisis de temas tan diversos como el multiculturalismo, el poscolonialismo, el fundamentalismo, el terrorismo y la globalización, Sen plantea la necesidad de una comprensión sensata de la libertad humana como único modo de combatir el cada vez más extendido "arte de crear odio" que se afirma en el poder mágico de una identidad dominante.

Comentario

La cultura, la literatura, la ciencia y la matemática se comparten con más facilidad que la religión.

Como se hunde una línea trazada en el agua… Debemos asegurarnos de que nuestra mente no esté dividida por el horizonte.

Dentro de los muchos comentarios que este libro ha recibido, resalto el de Mario Vargas Llosa que dice que se trata de «uno de los dos ensayos más importantes recién aparecidos en Occidente sobre la cultura de la libertad». Y por tratarse de un tema concordante, no me resisto a referenciar aquí el libro de Amin Maalouf titulado «Identidades asesinas» y reseñado en este blog en este enlace. Ambos libros son a mi modesto entender una biblia en el asunto de las identidades y deberían ser de obligada lectura para todos los seres del planeta, a ver si de una vez algunos se centran en las ideas. El autor señala que «Categorizar a la población mundial conforme a su religión o a su cultura es, por tanto, una falacia o una torpeza intelectual». Avanzando en la lectura, el lector toma conciencia de que una persona alberga muchas identidades que podrán prevalecer en función de los contextos.

La misma persona puede, por ejemplo, ser un ciudadano británico, de origen malayo, con características raciales chinas, agente de bolsa, no vegetariano, asmático, lingüista, culturista, poeta, detractor del aborto, observador de aves, astrólogo, y alguien que cree que Dios creó a Darwin para poner a prueba a los crédulos.

Clasificar las civilizaciones únicamente por la identidad religiosa o las poblaciones por la identidad nacionalista conlleva graves desatinos que a la vista de todos están. La globalización ha cortado de raíz aquellos conceptos, ya viejunos, de Occidente u Oriente que sin embargo algunos se empeñan en mantener. Claro, contundente, valiente, esclarecedor, el autor —como ya lo fuera Aamin Maalouf— desmonta unos mitos instalados torpemente en la actualidad y esgrimidos por algunos para llegar a las emociones, nublando la razón, para conseguir colectividades singulares que excluyan toda pluralidad y sean la base de enfrentamientos. La religión es un asunto personal y hoy en día no tiene ningún sentido que, al oír hablar, por ejemplo, de alianza de civilizaciones estemos pensando primordialmente en oriente u occidente, en cristianos, musulmanes, judíos, budistas u otros o que estos grupos esgriman esta única bandera para conducirse. Cada «civilización» tiene una gran diversidad de identidades, casi podríamos decir tantas como individuos la componen. La religión, la cultura, el país de nacimiento o residencia, la formación, la lengua o el tenista del que se es seguidor pueden y deben conformar la identidad de una misma persona de forma global, sin exclusiones.

Algunos opositores de la «globalización económica» no tienen ningún problema con la globalización de las ideas (incluidas la ciencia y la literatura).

 

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