Charles Dickens, escritor británico nacido de 1812 en Portsmouth. Es uno de los máximos exponentes de la novela realista en Inglaterra. Con diez años, en 1822, se trasladó con su familia a Londres, donde su padre fue encarcelado por deudas, lo que llevó al pequeño Charles a sufrir las condiciones de vida de las clases humildes, Autodidacta, consiguió hacerse pasante y periodista, llegando a casarse con la hija del director del «Morning Chronicle», periódico que difundió sus publicaciones por entregas sobre asuntos de su tiempo. Viajó por Italia, Suiza y Francia y de vuelta fundó algunos diarios y semanarios en los que publicó ensayos casi siempre versando sobre reformas sociales; realizó algunas incursiones en el campo teatral y fundó el «Daily News», periódico que tendría una corta existencia. Su etapa de madurez literaria se inauguró con «Dombey e hijo» (1848), novela en la que alcanzó un control casi perfecto de los recursos novelísticos y cuyo argumento planificó hasta el último detalle, con lo que superó la tendencia a la improvisación de sus primeros títulos, en que daba rienda suelta a su proverbial inventiva a la hora de crear situaciones y personajes, responsable en ocasiones de la falta de unidad de la obra. Tras una gira por Estados Unidos en 1867, se confirmó su notoriedad como escritor. Sufrió un accidente de ferrocarril que le dejó secuelas en su quebrantada salud hasta su muerte en 1870. Autor muy prolífico, cuenta en su haber con una numerosa bibliografía; el libro «Historia de dos ciudades» que hoy comentamos fue inicialmente publicado por entregas en 1859.
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. La edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos, íbamos directamente al cielo y nos perdíamos en sentido opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere tanto al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo.
Las ciudades son Londres y París, y por extensión Inglaterra con sus problemas políticos y sociales y una Francia revolucionaria en los años anteriores a su Revolución Francesa de 1789. Un contraste del modo de vida de estas dos ciudades con la supuesta tranquilidad y futuro de Londres frente a una convulsa París que acabará en el horror de la revolución. Dado que el libro está escrito ochenta años después de los hechos, los críticos sostienen que Dickens basó su novela sobre la obra de Carlyle sobre la revolución francesa pero con nuevos sentimientos en un relato que te atrapa y te mete de lleno en los hechos revolucionarios de Francia en el siglo XVIII. Lucía Manette va a conocer a su padre que lleva preso en la Bastilla desde hace 18 años, consiguiendo llevárselo a Inglaterra. Se casará con Charles Darnay, procedente de una familia francesa que regresará a París y será detenido y encarcelado, Lucía y su padre viajarán de nuevo a París, poniendo en peligro sus vidas, para tratar de interceder y sacar de la cárcel a su marido viviendo de cerca todo el horror de la revolución sustentado en la sombra de la guillotina.
Al mirar al tribunal y a los asistentes, se podría haber creído que se había alterado el orden natural de las cosas y que los criminales juzgaban a los hombres honrados. La hez de la ciudad, los individuos más bestiales y crueles eran los que inspiraban las resoluciones del tribunal, haciendo comentarios, aplaudiendo o desaprobando e imponiendo su voluntad.
...los añosos árboles que la sierra había de convertir en tablas para construir aquella plataforma movible, provista de su cesta y de su cuchilla, que tan terrible fama había de alcanzar en la Historia.
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