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martes, 5 de febrero de 2019

El hijo del acordeonista, de Bernardo Atxaga

Bernardo Atxaga es el seudónimo de Joseba Irazu Garmendia, nacido en 1951 en Asteasu, Guipúzcoa. Licenciado en Ciencias Económicas en la Universidad de Bilbao y posteriormente en Filosofía y Letras en la de Barcelona, desarrolló variados cometidos laborales hasta que a principios de los años 80 del siglo pasado decidió dedicarse por entero a la literatura. Desde su primera publicación en 1972, su numerosa obra se ha desarrollado originalmente en euskera, habiendo sido traducida posteriormente a varios idiomas. Su obra de más éxito, «Obabakoak» vio la luz en 1988, obtuvo varios premios literarios por ella y finalmente fue llevada al cine. Esta que nos ocupa hoy, cuyo título original es «Soinujolearen semea» apareció en 2003 siendo traducida al español al año siguiente con el título de «El hijo del acordeonista». Cuenta en su haber con numerosas obras de narrativa, poesía, ensayo, teatro y numerosa literatura infantil. En el 2009, su novela «Zazpi etxe Frantzian (Siete casas en Francia)» fue publicada al unísono en euskera, castellano, catalán y gallego, siendo de las primeras veces que se publica un libro en todas las lenguas oficiales de España. La historia se sitúa en el Congo de principios del siglo XX bajo el reinado del rey Leopoldo de Bélgica. Podemos encontrar más información en su página web en euskera, español e inglés.

El desarrollo del relato se sitúa en varias épocas del pasado siglo XX y en lugares tan distantes como el País Vasco y Estados Unidos. David, el hijo del acordeonista, vive sus últimos años de existencia en un rancho californiano habiendo recopilado en un libro su vida. Asiste a su despedida en tan lejano lugar su amigo de siempre, Joseba, parte central de la historia que empieza en 1957 cuando ambos se conocen en la época escolar. Las amistades y las ocurrencias de adolescentes en un ambiente enrarecido en su tierra oprimida por la dictadura franquista, acaban integrándose en la lucha armada hasta su detención. El recopilatorio escrito por David será recogido y remodelado por Joseba para dejar constancia de una época y unos lugares que ya han desaparecido con el paso del tiempo.
Siempre se me dijo lo importante que es pensar. Y dices, efectivamente, qué gran cosa es pensar, qué libertad. La cabeza se puede mover por un espacio infinito. Cada vez me resulta más fascinante. (Comentario del autor en una entrevista en prensa).
Tras un comienzo muy prometedor, el ritmo y el orden, en mi opinión, brillan por su ausencia, dejando al lector perdido en historias inconclusas en períodos de tiempo desconcertantes que le distraen. Las historias comienzan con grandes expectativas, pero se diluyen hasta provocar el desconcierto en el lector. Numerosos personajes aparecen por momentos sin que encajen hasta el final de la obra, lejano y que cuando llega y recompone las piezas, el lector se puede haber olvidado de ellas. Como en (algunas) las malas películas, el decorado es atractivo y las descripciones de los lugares y la vida en aquellos pueblos son hermosas y enganchan al lector, pero sin percibir su engranaje con el resto de la novela. Habrá lectores y lectores, pero sin un mapa de personajes al lado muchos, como me ha ocurrido a mí, se perderán. Hay que resaltar, porque creo que es importante, su fecha de publicación: 2003 donde las cosas en el País Vasco estaban como estaban y la banda armada E.T.A. continuaba operativa, pero, aun así, y manifestando un cierto interés personal por la temática, me ha costado un mundo y parte del otro acabar con su lectura. Al final, decepción puede ser la palabra para describir mi sensación, aun reconociendo ciertos resplandores en sus (muchas, demasiadas) páginas que no son suficientes para situarle entre mis recomendaciones.


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