Jesús Sáez Carreras (Cartagena, 1963) es funcionario del Ministerio de Justicia desde el año 1988 y técnico informático del Ministerio para la Administraciones Públicas en excedencia. Ser sordo profundo desde su infancia le sumió en un pozo de incomunicación, pero la ciencia acudió en su rescate con dos implantes auditivos que le concedieron una segunda vida. A través de podcasts y blogs se convirtió en un ferviente seguidor de las evoluciones teóricas de la física, la cosmología y la exploración del espacio. Esta última faceta es precisamente la que, de forma casual, le llevó a descubrir la extraordinaria historia del técnico español de la NASA Carlos González Pintado, con la que dio rienda suelta a su pasión por la escritura a través de la obra El gran salto al abismo en su empeño de dar a conocer los hitos más relevantes de la exploración del espacio de una manera sorprendente y muy amena (texto recogido en internet).
Las estrellas le querían a su servicio y por ello hicieron lo imposible para que Carlos González Pintado, hijo de una humilde familia asturiana emigrada a Madrid tras la Guerra Civil, acabara dedicando su vida a la exploración espacial. Desde muy pequeño, su curiosidad y su determinación, con la ayuda de sus padres y quizá de «fuerzas exteriores» le hicieron destacar en sus estudios, que tuvieron un episodio memorable para la época, comienzos de los años 60 del siglo XX, al estar un año estudiando becado en EE.UU. integrado en una familia americana. A la vuelta, su desparpajo le llevó a presentarse por las buenas en las oficinas de la NASA en Madrid para solicitar un empleo, consiguiendo un contrato que le estuvo esperando un año y medio en un cajón hasta que cumplió el servicio militar obligatorio en la época. Cuarenta y tres años de dedicación profesional en las estaciones españolas de la NASA en Fresnedillas de la Oliva y Robledo de Chavela y algunos más como divulgador después, hasta ahora mismo, jalonan la vida de este pionero, relatada en las páginas de este libro conjuntamente con los acontecimientos de la carrera espacial que comenzara a finales de los años cincuenta y todavía tiene todo por descubrir.
Prologada por el astronauta de origen español Michael López-Alegría y epilogadada por Charles M. Duke, décimo hombre en pisar la Luna, estamos ante una historia apasionante, magistralmente trenzada con los acontecimientos de la exploración espacial. El lector queda atrapado disfrutando de la personalidad de Carlos y su familia, recordando episodios comunes en las familias de la época —las meriendas de pan con aceite encima de la mesa plegable de formica cubierta con un hule a cuadros rojos y blancos o los baños en la piscina del Parque Sindical de Madrid— y emocionándose con las peripecias y logros de este chaval que acabó siendo uno de los primeros que oyeron la famosa frase de Neil Armstrong cuando un hombre pisó la luna por primera vez hace ahora cincuenta años o participar muy directamente en los problemas del Apolo XIII o las catástrofes de los transbordadores Challenger y Columbia . El devenir de la vida del protagonista es la excusa del autor para ponernos al día con los principales hitos, y sus anécdotas, de la exploración espacial en los últimos cincuenta años de una forma amena y comprensible. Al final, unas sesudas reflexiones sobre un camino de «pocas certezas y muchas conjeturas» para intentar responder a las preguntas ¿podremos habitar otros planetas? ¿Haremos artificial esta evolución natural acelerada? Una mezcla deliciosa de biografía, anécdotas y divulgación científica con un atractivo mantenido permanentemente a lo largo de sus 244 páginas o 62.239 vocablos en su edición digital adquirible por poco más de seis euros.
«Un libro para el descubrimiento, la reflexión, el asombro, la risa, la sonrisa y la emoción. Una nueva y amena manera de narrar la exploración del espacio llena de anécdotas e historias que atraparán la atención del lector».
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