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sábado, 10 de agosto de 2019

Magallanes. El hombre y su gesta, de Stefan Zweig

La estructura que sigo en mis reseñas en este blog responde a tres secciones: una primera con la biografía del autor, una segunda con la sinopsis del libro y una tercera con mis comentarios y apreciaciones. Por esta vez me salto esta auto impuesta estructura para anticipar que se trata de un libro «EXQUISITO», así, con mayúsculas y en negrita, y que es muy conveniente leer en estas fechas porque hoy precisamente, 10 de agosto de 2019, se cumplen 500 años desde que cinco naves bajo la capitanía del portugués Fernáo de Magelhaes ─Fernando de Magallanes─ pero avaladas por la corona de España salieron del puerto de Sevilla para intentar llegar a las islas de las especias por el oeste, resultando al final la primera circunnavegación al orbe, que por aquel entonces no se tenía la seguridad de que fuera una esfera.

Stefan Zweig fue un escritor austriaco nacido en Viena en 1881. Inició su carrera literaria traduciendo a Charles Baudelaire y a E. Verhaeren. Por su ascendencia judía, huyó a Londres y vista le hegemonía que alcanzaba el nazismo en Europa se suicidó junto con su mujer durante un viaje a Brasil en 1942. Es autor de una ingente cantidad de obras de novela, historia novelada, teatro, biografías, ensayos y de temática muy variada. En este blog está ya reseñada «Tres poetas de sus vidas, Casanova, Sthendal y Tolstoi»
Primus circumdedisti me (Fuiste el primero en rodearme).
Es el lema que figura en el escudo de armas de Juan Sebastián Elcano, concedido por el rey Carlos I tras su gesta, aunque en realidad el primer hombre en completar la vuelta al Globo fue Enrique, el esclavo sumatrino de Magallanes comprado en un viaje anterior por rumbo este. El viaje planeado e iniciado por Magallanes, bajo auspicios españoles para llegar a las islas de las especias por el oeste y que acabó resultando una vuelta completa al Mundo finalizada por Elcano, es una de las gestas clave de la humanidad. Una ampliación descomunal si cabe del viaje de Colón realizado una treintena de años antes. La exploración de lo desconocido por parte de cinco naos ─Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago─, que zarparon del puerto de Sevilla un 10 de agosto de 1519 con 256, o 237 o …, marineros españoles, italianos, franceses, alemanes, flamencos, portugueses, africanos y árabes que no sabían a ciencia cierta en lo que se estaban metiendo. Un periplo de poco más de tres años que conllevó una miríada de vicisitudes, entre ellas la muerte del propio Magallanes y que el autor nos recrea como una historia de aventuras con comentarios muy acertados sobre los personajes y la época, muchos de ellos basados en el diario que escribió uno de los marineros, Antonio (Pigafetta) Lombardo, que tuvo la ventura de ser uno de los 19 que regresaron un 6 de septiembre de 1522 en un estado lamentable en la única nave de las cinco, la Victoria, que completó la circunnavegación. Otros 17 supervivientes más que quedaron en el camino regresaron más tarde. Como hecho muy importante a destacar, en este viaje se comprobó la redondez de la Tierra y su tamaño, una cuestión no verificada hasta entonces. Como ya dijo Hebbel, «a la Historia le es indiferente cómo suceden las cosas. Se pone al lado del que ejecuta, del ganancioso», que resultó ser Juan Sebastián Elcano, que aparece muy fugazmente en esta novela, no olvidemos, dedicada a Magallanes.
…y que una época centenaria, milenaria, la Edad Media, ha tocado a su fin, y se inaugura una nueva edad que pensará y creará dentro de otras dimensiones de espacio.
Como decía al principio, se trata de un libro delicioso, entrañable. Me vienen a la mente ─aunque todas las comparaciones son odiosas─ los clásicos «El viejo y el mar» de Ernest Hemingway o «Moby Dick» de Herman Melville. Solo por leer en los prolegómenos del libro la comparación que hace el autor entre este viaje y como sería el mismo en la época actual ─principios del siglo XX para el autor que murió en 1942─ merece la pena asomarse a las páginas de este libro. El lector curioso gastaría un rotulador entero en subrayar párrafos y párrafos sustanciosos o copiarlos al clipboard en el caso de una lectura digital: pondré tres, que sean cuatro, al final, que me han sido muy difícil elegir.

Una historia novelada como una aventura con sus motines, deserciones, traiciones, hambrunas, epidemias, tormentas, naufragios, guerras o pleitesías con indígenas… una lucha titánica contra el tiempo y los elementos, una biografía personal de Magallanes y un estudio concienzudo de la época portuguesa, española y europea en la que los hechos acontecieron y que llevarán al lector a dejarse atrapar y zambullirse en el relato siguiendo en el Google Maps de su teléfono u ordenador los puntos por los que iba transcurriendo tan singular aventura. Una gesta maravillosa que todo ser humano debería conocer y valorar por lo que supuso en aquella época en la que, transcurridos miles de años y dominada la tierra firme, se dominaron los mares; pasarían muchos años hasta dominar los cielos y el espacio exterior. El perfil que traza el autor de Magallanes es magistral, metiéndose en sus pensamientos con una profunda investigación histórica y una astucia sibilina muy plausible para saber lo que (posiblemente) pensaba y como tuvo aquel error impropio de una mente calculadora que le llevó a encontrar la muerte en la escaramuza de Mactán, Filipinas, a manos de unos indígenas desarrapados que luchaban con lanzas de astilla de hueso contra arcabuces, ballestas y corazas.

Tres, cuatro, párrafos seleccionados…
… se despertó el deseo de encontrar otro camino libre, independiente. El valor que dio el impulso a Colón para explorar hacia Occidente, a Bartolomé Díaz y a Vasco de Gama hacia el Sur, y a Cabot al Norte, hacia el Labrador, nació, ante todo, de la voluntad de descubrir, por fin, en beneficio del mundo occidental, una ruta marítima libre, sin pago de derechos, quebrantando así la ignominiosa prepotencia del Islam.

Tal vez nuestra generación (principios del siglo XX), la que ha vivido la conquista del aire; nosotros que nos alborozamos ya al saber que un avión se había sostenido en el aire hasta la distancia de tres, de cinco kilómetros del Campo de Marte, y que diez años más tarde hemos visto volar sobre continentes Y océanos, seamos los únicos capaces de imaginar la ardiente solidaridad, la jubilosa excitación con que toda Europa acompañó el súbito empuje de Portugal hacia lo desconocido. En 1471 se alcanzaba el ecuador; en 1484, Diego Cam ponía pie en la desembocadura del Congo y, finalmente, en 1486 se cumplía el sueño profético de Enrique: el navegante portugués Bartolomé Díaz llegaba a la punta sur del África, al cabo de Buena Esperanza, bautizado primero con el nombre de cabo de las Tormentas, en memoria de las tormentas que allí tuvieron que soportar.

… y por fin, todos se precipitan y se apiñan con un escalofrío de felicidad! Se ve una franja plateada que surca la tierra; el Guadalquivir, que desemboca en el mar junto a Sanlúcar. De aquí zarparon hace tres años los barcos conducidos por Magallanes: los cinco barcos con sus doscientos sesenta y cinco hombres. Ahora es un solo barco de poca monta el que llega. Ancla en la misma orilla, y dieciocho hombres salen de él dando traspiés, doblándoseles las rodillas, y besan la tierra patria, la bondadosa, la firme. En este 6 de septiembre del año 1522 fue coronado el hecho más grande de la navegación.

Y cuando un día de otoño del año 1913 el presidente Wilson aprieta en Washington el botón eléctrico que abre las compuertas del canal de Panamá, y con ello une para siempre ambos océanos, el Atlántico y el Pacífico, queda el estrecho de Magallanes reducido a la inutilidad absoluta.

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