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miércoles, 28 de agosto de 2019

Pretérito imperfecto, de Carlos Castilla del Pino

Carlos Castilla del Pino fue un eminente médico psiquiatra español de la segunda mitad del siglo pasado junto con otros de más renombre de la llamada «psiquiatría oficial» que evito expresamente nombrar porque entiendo que a él no le habría gustado que sus nombres aparecieran al lado del suyo, siquiera en una reseña bibliográfica. Nació en San Roque, Cádiz, en 1922 donde pasó su infancia y adolescencia, aunque cursó cursos de bachillerato interno en Ronda o Málaga. Se trasladó a Madrid para realizar sus estudios de medicina, recalando finalmente en Córdoba donde desarrolló su actividad profesional como psiquiatra. Este libro obtuvo el IX Premio Comillas en 1996 y es la autobiografía de la primera parte de su vida, hasta su llegada a Córdoba en 1949. En 2004, cinco años antes de su fallecimiento, publicó la segunda parte, «Casa del Olivo» del que podemos ver una reseña en este enlace.

El libro está basado en su memoria, en las anotaciones en su diario personal y en algunos documentos que fue atesorando. Su infancia en San Roque, sus estudios de bachillerato interno en Ronda, la Guerra Civil en su localidad y en La Línea, sus estudios en Madrid con toda la vida alrededor en pensiones y casas de comidas, su servicio militar como oficial de complemento en La Granja y Galicia, sus investigaciones en la universidad o sus años en el «Esquerdo» como médico sin sueldo son momentos de su vida que nos sirven también para conocer cómo era la España de aquellos años tan convulsos antes y después de la Guerra Civil. Numerosos personajes ilustres de la época aparecen retratados bien por su contacto con ellos o por comentarios sobre sus acciones en términos universitarios o de política general. Su marcado carácter republicano, antifranquista, anticlerical y antimilitarista queda patente en estos primeros años de su vida donde se las arregló con no poco ingenio y valentía para salir airoso de complicadas situaciones. El relato finaliza cuando obtiene su plaza oficial en Córdoba ─ «Una Córdoba para mí, en la que trabajar, leer, escribir… vivir» ─ y se traslada a esta ciudad para desarrollar su labor como psiquiatra tal y como queda descrito en su otro libro «Casa del Olivo».

Desde que leí hace ahora seis años «Casa del Olivo» tenía pendiente la lectura de esta primera parte. El magnífico funcionamiento interconectado de las bibliotecas en la Comunidad de Madrid me ha procurado el ejemplar que he devorado con satisfacción, a pesar de mi cada vez menos gusto por la lectura en papel, 542 páginas, entre otras cosas porque me obliga a tomar notas y copiar párrafos de forma manual. Antes las cosas no cambiaban tan rápido como ahora por lo que muchos de los hechos relatados relativos a los años 20 o 30 de su adolescencia y juventud, sus estudios o su servicio militar, los hemos podido vivir muy parecidos en los años 60 0 70 los que ya contamos con algunos lustros, por lo que la lectura de este libro rescata recuerdos olvidados. Su inteligencia y su inquietud permanente llevó al autor por vericuetos que describe con profusión de datos y que nos permiten conocer la España de aquellos años como si de un relato histórico se tratase. Todos y cada uno de sus apartados es una pieza memorable; por citar algunos… su internado en Ronda con los salesianos, su participación activa siendo un muchacho en la Guerra Civil, su servicio militar, sus estudios con profesores que (algunos) sabían menos que él, su «buscarse la vida» en pensiones y restaurantes para sobrevivir, sus compras de libros en «La Felipa» y otras, sus viajes en tren o su estancia de varios años sin cobrar como médico en el «Esquerdo» madrileño de Carabanchel.

Testimonio directo, veraz sin ningún género de duda, estremecedor y esclarecedor de muchas cosas de antaño que explican cuestiones de hogaño. Un libro muy denso, con multitud de datos, nombres y notas al pie complementarias que recomiendo leer relatado en primera persona por un testigo directo de los hechos; no me queda ninguna duda de que el relato es sincero y objetivo sin omitir muchos hechos que si bien oficialmente estaban bien vistos no eran ni mucho menos tolerables. Un complemento perfecto a «Casa del Olivo» y que convendría leer en orden, no como lo he hecho yo, que me veo en la necesidad de releer de nuevo la segunda parte. Como comenté en la reseña de “Casa del Olivo”, Carlos Castilla del Pino esgrimió la mejor arma contra la mediocridad y la hostilidad que impregnaban todos los rincones de aquella España: trabajo incansable, vocación, tenacidad y perseverancia en la lucha. Y estos ingredientes ya estaban presentes en sus inicios en la vida. Un ejemplo de tenacidad a tener en cuenta por aquellos que se proponen un fin en la vida y luchan por conseguirlo contra viento y marea.
La misma Mercedes vestía con gusto, aunque en algún detalle percibiera la clase a la que pretendía renunciar y en otro, la que aspiraba a alcanzar.

…con una pluma estilográfica de un grueso descomunal…

(en el tren) … mujeres con gallinas vivas y canastos con alimentos que tenían siempre encima y no dejaban en el suelo…

He ido al ejército por la fuerza y me siento avergonzado de tener que vestir el uniforme… El ambiente del ejército, además, me parece estúpido, chabacano y degradante y salvo algún jefe que personalmente se comporta como persona educada, la gran mayoría demuestran ser unos animales a los que solo por la fuerza he tenido que obedece en órdenes completamente idiotas.

… lo de menos era la trayectoria académica, lo de más, la adhesión incondicional al régimen y a un catolicismo rudimentario…

Uno no debe hacerse demasiado visible y dejarse ver solo en momentos y lugares adecuados (recomendación personal de López-Ibor).


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