Un viaje por Irlanda de la letra de Javier Reverte.
Esta nueva entrega
de literatura de viaje del autor se fragua en los recuerdos de su juventud como corresponsal y en sendos recorridos por el país, estructurados en los apuntes
tomados en su estancia en 2.004 y consolidados en una nueva visita en 2.012, para redactar este texto final.
El planteamiento de la obra huye de los tópicos de postal.
Pretende, en lugar de adentrarse en verdes praderas, en solitarios acantilados
de bucólica contemplación, desplegar un itinerario alternativo y novedoso que nace y muere en puntos
cardinales inspirados en los escritores irlandeses. Sus lugares de nacimiento,
los escenarios de las ciudades y pueblos donde vivieron, las calles por donde deambularon sus
personajes, los ambientes en que basaron los temas de sus libros.
Nos explica
la importancia de estos en el devenir histórico de Irlanda, bien glosando el ansia de independencia en sus escritos o como miembros activos de los levantamientos armados.
El listado es amplio y heterogéneo. Jonathan Swift,
Samuel Beckett, Brendan Behan, Patrick Kavanagh, George Bernard Shaw, Oscar
Wilde, son algunos de ellos. Pero las referencias a James Joyce y a William
Buter Yeats, se suceden incesantes por todo el libro. Sobre todo el discólo, culto, ebrio Joyce,
con su literatura salvaje, compleja, rupturista, laberíntica, provocadora, como corolario del alma de Irlanda. Un escritor que deslindó el camino de la nueva literatura, tan mentado como poco leído.
Con profesional envidia narra como el 16 de junio, día de "Bloomsday", gentilicio del personaje del Ulises, Leopold Bloom, miles de personas se echan a las calles de Dublin, vestidos a la guisa de comienzos del siglo XX, para recordar el itinerario de la novela, recitando pasajes en homenaje a la obra y autor. Algo así es impensable en un país como España, que ha erigido como héroes patrios sólo a los futbolistas.
También colaciona numerosas obras de autores que escribieron
sobre Irlanda en determinados momentos como Heinrich Böll, en "Diario Irlandes", quizás uno de los testimonios escritos más afortunados sobre la Isla, o John Synge por las "Islas Arán", publicado en 1.907, que es una auténtica delicia descriptiva en un canto a la peligrosidad y armónica belleza de este pequeño archipiélago.
Además, como no
podía ser de otra forma, dada la confesa inclinación del escritor, es también
un periplo etílico. La mayoría de las jornadas finalizan o se sumergen en la plácida oscuridad de los Pubs, repletos muchos de ellos de fotografías y recuerdos de escritores. Se abren tantos páginas de libros como puertas de tabernas, donde Reverte describe el intenso ambiente de fraternidad y empatía, aderezado siempre de cantantes en directo, música instrumental sin grabación interpuesta, donde se interpretan canciones recurrentes del bagaje folclórico irlandés. Sones evocadores, con sabor de epopeya y elegía.
El título "Canta Irlanda", resume esta característica del país. La historia irlandesa contada, cantada en poesías e himnos, todos ellos coreados en los pubs en unísona complicidad. Las charlas con los ebrios asistentes son de los más frescas y variopintas, oscilando desde la burda metafísica del alcohol en circulación por la venas a los aforismos más sabios.
La última parte cobra una marcado cariz sombrío. Mientras se adentra por los territorios y recuerdos donde acontecieron las batallas más significativas entre ingleses e irlandeses. Lugares como Drogheda, El alzamiento de Pascua, el Bloody Sunday. Citas al innombrable Oliver Cromwell, a la hambruna de 1845, la institución de la "Ascendencia", a la élite protestante sojuzgando la secular pobreza de los católicos de Irlanda. Lugares, en definitiva, con odios seculares impresos en las conversaciones, en el paisaje, en las pintadas de las paredes. Divididas por muros separando las ciudades en barreras inicuas y artificiales, segregando la espontánea convivencia de los vecinos. Mientras transita por estas calles se hace un bosquejo desapasionado y complejo de la cronología del conflicto, del nacimiento del IRA, de la Orden de Orange, del Sin Fein. Escasos datos pero profundo análisis. Sólo por este condensado estudio merece la pena leer el libro.
Pero me quedo con el recorrido en las islas de Aran. Un lugar inhóspito, de mares color de acero con el viento acechando a los escasos habitantes, cincelando un recorrido opresivo pero conmovedor. Después de leer el capítulo no he resistido volver hacia atrás en la lectura y sentir el viento precipitándome hacia los acantilados.
A Javier Reverte le entusiasma Irlanda y transmite ese respeto por la indómita gallardía de sus gentes, sencillas, valientes, luchadoras, cálidas, amantes de sus escritores y de la música interpretada entre la tenue penumbra de sus Pubs, mientras sostienen una "pinta" en la mano. Cantan, eso sí, toda una sucesión de derrotas y tristezas.
Quizás, sólo puede entenderse tal como lo escribió Victor Hugo, y es que, al fin y al cabo, "la melancolía es la dicha de ser inféliz".
No dejéis de leerlo.
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