Paloma Sánchez-Garnica nació en el madrileño barrio de Prosperidad en 1962, pero a los cuatro años la familia se trasladó a Zaragoza debido al trabajo de su padre como catedrático de patología de la universidad de esa ciudad. Pasaba algunos veranos en la casa de sus abuelos en Navalcarnero donde conoció al que con el tiempo sería su marido. Lectora compulsiva casi desde su infancia, comenzó estudios de Geografía e Historia que abandonó para licenciarse en Derecho, aunque con el tiempo los retomó para licenciarse también en la carrera de su primera elección. Opositora sin éxito durante algunos años, ejerció la abogacía, pero enseguida tomó conciencia de que no era lo suyo y decidió dedicarse al mundo de la escritura. Su primera novela, «El gran arcano» se publicó en 2006, y tras ella vinieron otras como «La sonata del silencio», «Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido», «La brisa de Oriente» o las ya comentadas en este blog «El alma de las piedras», «Las tres heridas», «La sospecha de Sofía», además de la que comentamos en esta entrada, que fue finalista del Premio Planeta del pasado año 2021, quedando en segundo lugar.
Yuri Santacruz vivió el horror de tener que abandonar de niño in extremis su ciudad natal de San Petersburgo tras vivir unos tiempos de horror al ser perseguida su familia por el aparato político tras la revolución rusa. Parte de su familia queda en Rusia y parte reside en Madrid, pero con el tiempo nos aparece como empleado de la embajada española en Berlín, gozando de un jefe magnífico preocupado por él. Su fuerte carácter le lleva a no estar cruzado de manos ante las injusticias que crecen a su alrededor por la política que tiene lugar bajo el Tercer Reich. Su primer y gran amor, vecina en su misma casa, Claudia, está infelizmente casada con un alto cargo de las SS. Un amor que se convertirá en imposible y fomentará su acercamiento a otra alemana, también vecina, Krista, muy contraria también a las injusticias que cada día afloran contra todo y contra todos, no solo los judíos. Yuri anda siempre bordeando el filo de una navaja y consigue volver a Rusia a buscar a su madre y a su hermano, donde las cosas han tomado un giro inesperado. Conseguirá con grandes dificultades salir de Rusia y volver a Alemania donde los desmanes aparecen por doquier y ni siquiera su condición de extranjero le sirve. Ayudando a todo el que puede, cerca de Claudia y de Krista… la acción lleva a un final que el lector tendrá que descubrir.
—Krista, por lo que más quieras, baja la voz. —Se levantó inquieta y se fue hasta el otro lado de la estancia para colocar un cojín sobre el teléfono; luego volvió a la mesa—. Se dice que lo oyen todo a través del teléfono —susurró la señora Metzger una vez sentada—, aunque esté colgado. Hay que ser prudentes, hija, no quiero líos. —Es todo tan grotesco —añadió Krista furiosa por la actitud de su madre.
No descubro nada si califico este libro como una delicia narrativa, un placer para los sentidos y un derroche de claves para hacer volar nuestra imaginación: ya están tardando en llevar esta historia al cine. Pero además me atrevería a proponerlo como de obligada lectura para jóvenes y mayores por el delicado tema que es tratado con una exquisita y cuidada equidistancia a las que nos tiene acostumbrados esta autora. No se trata de una novela histórica, pero si de una historia muy bien novelada que nos presenta un ambiente muy documentado en Alemania y Rusia en la muy convulsa época de los prolegómenos y la Segunda Guerra Mundial. Al principio de cada capítulo están reproducidos los famosos y desconocidos «Principios de propaganda» de Jospeh Goebbels. Vivir en la piel de los personajes lo que puede suponer el dejarse llevar por las emociones de los totalitarismos, los fascismos, los nacionalismos y otros muchos «ismos», es muy relevante para que nos pensemos las cosas antes de opinar, tomemos partido o depositemos nuestro voto en las urnas. Los escenarios —esa casa de vecinos, esas calles de Berlín…— son formidables, los personajes magníficamente construidos, los giros en el relato que se suceden sin solución de continuidad dejan al lector ensimismado en una lectura convulsiva que desearía no abandonar. Pero el relato es largo y da para muchas horas de disfrute con un texto muy cuidado, verosímil y que nos dejará esperando la próxima novela de esta autora, convertida ya en «de culto» para mí.