Fernando Aramburu es un escritor vasco nacido en San Sebastián en 1959. Es licenciado en filología hispánica por la Universidad de Zaragoza y ha sido a lo largo de su vida un miembro activo en la vida cultural española en el País Vasco, Navarra y Madrid con propuestas de todo tipo. Profesor de lengua española en Alemania, donde reside desde 1985, desde 2009 se dedica de forma exclusiva a la literatura. Ha publicado novela, ensayo, poesía, libros de relatos y cuentos para niños, contando con varios premios en su haber y habiendo sido sus libros traducidos a varios idiomas e incluso alguno de ellos llevado al cine con éxito. Su libro «Patria» alcanzó enorme éxito y fue llevado a una serie de televisión. Este que comentamos hoy, «Los vencejos» ha sido publicado en agosto de 2021.
Yo milito desde hace largos años en el PPES, en el Partido de los que Prefieren Estar Solos, donde no desempeño cargo alguno. Lo integra un solo militante, yo, y ni siquiera soy el jefe. Todo el programa de mi partido se reduce a un lema: Dejadme en paz.
Toni es un profesor cincuentón de filosofía que está harto del mundo y que convive con su perra Pepa y su (algo más que una) muñeca Tina. Procura con celo que sus relaciones personales sean las mínimas imprescindibles, salvo con su ex, Amalia, su hijo, Nikkita y un amigo, Patachula, con el que intercambia sus pareceres, hablando de lo divino y lo humano. Patachula, locuaz y sarcástico, sufrió la pérdida parcial de un pie en los atentados del 11-M en Madrid y destila un humor y una ironía por encima de lo normal que Toni comparte o soporta según los días, hasta lo más profundo. A lo largo de todo un curso, Toni irá desgranando su presente y su pasado porque ha tomado una decisión: la vida que lleva no presenta aliciente alguno para él y al finalizar el curso se suicidará. En un encontronazo no esperado, aparece en la vida de Toni una antigua novia de juventud, Águeda, que poco a poco se irá entrometiendo en su reducido círculo y en su vida hasta formar un trío de amigos. Los meses irán pasando entre historias actuales y pasadas que Toni va reflejando en un diario hasta que llega el momento de la verdad.
Yo me tengo prohibido el amor. Así, como suena. El amor es un coñazo. Es estresante y fatigoso, un pésimo invento del género humano que al principio cosquillea agradablemente y al final te parte con el mismo ruido que a un palo seco. Un nuevo accidente amoroso daría al traste con mi tranquilidad. Me he propuesto preservarla a toda costa en lo poco que me queda de aquí al reencuentro con mi padre.
Ese estimulante de las glándulas sudoríparas que en lenguaje popular se denomina amor y que sirve, entre otras cosas, para ensamblar individuos y a continuación amargarles la existencia, a mí hoy día me produce alergia. Más aún, pánico. Te sale de pronto un amor como te sale un carcinoma. Prefiero, por razones de salud, la calma del solitario, del indiferente, del que sobrevive en la soñolienta paz de una fatiga crónica. Nada de cuanto acontece a mi alrededor me interesa. Ni siquiera me intereso…
Tras el rotundo éxito de «Patria», los lectores estábamos esperando una nueva obra de Aramburu; en palabras del propio autor se trata de una obra para Madrid, que se la debía. Con unos personajes muy logrados, una historia que podría ser común a muchos de los habitantes de este mundo, contada con un magistral manejo de los tiempos —fogonazos adelante/atrás—para ir calando en el lector, de menos a más, a base de capítulos muy cortos, hasta el desenlace final. Aun siendo una obra de ficción, no creo que diste mucho de la realidad en los personajes, las situaciones y las historias. Sin duda, vencidos los momentos iniciales quizá un poco anodinos para algunos, calará en el lector, que irá avanzando poco a poco deseoso de conocer al protagonista y sus adláteres a fondo y saber cómo acaba la historia, si llevando a cabo su amenaza anunciada o no, para lo cual habrán de recorrerse las 704 páginas de la edición en papel o los casi doscientos cuarenta mil vocablos en la digital. Sería deseable no hacerse demasiadas conjeturas porque todas las comparaciones, con «Patria» especialmente, pueden resultar odiosas: esta novela no es ni mejor ni peor… es otra gran novela de este autor.