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lunes, 30 de diciembre de 2019

El ajedrecista, de Esteban Navarro Soriano

Esteban Navarro Soriano, escritor murciano, nacido en Moratalla en 1965 que durante muchos ejerció de policía nacional destinado en Huesca con lo que obtuvo numerosas ideas y situaciones para sus libros, bien por experiencias propias bien referidas por compañeros, a las que añade mucho de imaginación para convertirlas en historias redondas. Hace algunos años fue el primero en acuñar la expresión «generación Kindle» para designar a los autores que aprovechaban la facilidad de la auto publicación y del fenómeno de los libros electrónicos para hacerse un hueco en el panorama literario. En la actualidad, diciembre de 2019, es ya escritor a «tiempo completo» y cuenta con más de una veintena de libros publicados, numerosos premios en diferentes certámenes y participa activamente en actos relacionados con su obra. Alguno de sus libros ya ha sido reseñado en este blog como «El apagón», «La noche de los peones», «Ángeles de granito», «La gárgola de Otín», «El cónsul infiltrado», «Una historia de policías» o «La rubia del Tívoli». La edición digital del libro que hoy comentamos, «El ajedrecista» vio la luz el pasado 25 de diciembre a un precio imposible de 2,99 euros (en estos momentos a 3,99€). Más información en su blog accesible desde este enlace.

Anselmo Calenda fue un industrial que hizo dinero con su negocio de chatarrería en Mataró. Cerca de su jubilación dejó el negocio y en su ubicación construyó unos bloques de pisos de los que reservó uno para su vivienda y que disponía de un enorme y especial trastero en el sótano. Anselmo, además de mucho dinero, tenía unos gustos peculiares y falleció de forma no muy aclarada en ese sótano en el que pasaba muchos momentos de su vida. Sergio y Ángela, recién casados, adquieren precisamente ese piso con la (muy extraña) condición de seguir guardando un arcón cerrado bajo tres llaves que está en ese trastero hasta el fallecimiento de la mujer de Anselmo que se encuentra en una residencia. Instalados en el piso, van conociendo a los peculiares vecinos a la vez que la intriga del contenido del baúl va in crescendo. Sergio es policía nacional y revisa los pormenores de la muerte de Anselmo, calificada como accidente pero que bien pudiera haber sido un asesinato. Diferentes acontecimientos y contactos personales se van sucediendo hasta llegar a un desenlace final muy inesperado donde casi nadie y casi nada es lo que parece.

Una historia que enganchará al lector desde los primeros momentos, ambientada en pueblos catalanes y con un elenco de personajes muy cuidados que irán siendo asimilados por el lector sin tener que llevar notas a mano o hacer ejercicios complicados de memoria. Las acciones se suceden con episodios adelante y atrás en el tiempo que van caracterizando los personajes y dando pistas que solo muy al final del relato cuadrarán, y también sorprenderán al lector. Una historia redonda, muy verosímil y muy bien ambientada, que atrapará al lector y le hará pasar un buen rato si se decide atacarla en estos días de vacaciones. Una vez más el autor demuestra su dominio de los entresijos policiales al plantear las situaciones y caracterizar a los personajes, que complementa con acertadas descripciones de la personalidad de ciudadanos corrientes. Muy recomendable como otros tantos libros de este autor, entre los que me atrevo a destacar «Una historia de policías»; altamente recomendable también, y que le causó problemas en su trabajo y posiblemente propició su salida del Cuerpo Nacional de Policía.

Cuando se está leyendo una historia, el lector aporta sus propias imágenes a los personajes y a los lugares, En esta novela, el ajedrecista es un ingenio mecánico, un autómata que simula a un ajedrecista manco cuya cabeza está protegida con un turbante, … La imagen que he evocado en mi caso es la de un ingenio similar que aparece en la formidable película «La invención de Hugo», una película mágica dirigida por Martin Scorsese que me propongo ver de nuevo en estos días.



miércoles, 11 de diciembre de 2019

Eso no estaba en mi libro de historia del espionaje, de Eduardo Juárez Valero


@ejuarezFelipeV Eduardo Juárez Valero nació en el Real Sitio de San Ildefonso, La Granja, en 1968, donde reside. Doctorado en Geografía e Historia, es profesor en la Universidad Carlos III de Madrid donde imparte temas humanísticos —historia, paleografía, diplomática medieval, biblioteconomía y documentación…—, pero también da clases en otros ámbitos como la UNED, el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, la Universidad Antonio de Nebrija, GEO Segovia, Instituto Nacional de Seguridad e incluso a distancia (MOOC en la plataforma eDX). Colabora en numerosos medios como Radio Nacional de España o RTVE —embelesando a los oyentes con sus historias de la Historia— y también publicando numerosos artículos científicos o de divulgación en diarios como El Adelantado de Segovia o revistas como Mundo Medieval o National Geographic. En 2012 fue nombrado cronista oficial del Real Sitio de San Ildefonso y en esa función deleita semanalmente a sus vecinos con historias locales que busca rascando vivencias personales o revolviendo papeles en todos los archivos en los que le permiten husmear. En el tiempo que le resta después de estas frenéticas actividades escribe libros: lleva publicados una quincena, algunos de ellos reseñados en este blog y que pueden localizarse utilizando el buscador. Este que comentamos hoy, «Eso no estaba en mi libro de historia del espionaje» es el último que ha visto la luz el pasado mes de noviembre de 2019. En más de una treintena de publicaciones y artículos ha profundizado en los orígenes y pervivencia del espionaje desde sus orígenes en la Alta Edad Media hasta el presente. 

No ha habido poder político en la Historia de la Humanidad que no haya utilizado el espionaje como herramienta. Nadie escapa a su actividad y muchos lo son, sin saberlo. Una parte importante de nuestros impuestos se dedican a esta actividad, siendo un recurso básico para la gestión de los Estados.

Como ya advierte el autor en el primer párrafo, no espere el lector encontrar una historia de espionaje con detalles ya que lógicamente todo entra en un mundo de secretismo que raras veces sale a la luz y cuando lo hace es al cabo de mucho tiempo. El libro consta de cinco capítulos: [1] Infiltrándose: la cultura del espía y el espionaje a lo largo de la historia, [2] Exploradores, embajadores, espías y agentes dobles: robando información del modo que sea, [3] Estructuras de inteligencia y sistemas de espionaje: institucionalizando la traición, [4] Errores, fallos, olvidos, descontrol y cagadas en el mundo de la inteligencia: cuando el espionaje con cumple con su objetivo y [5] Para terminar. A lo largo de ellos se desgranan un sinfín de datos y personajes que en el curso de la historia se han ocupado de la captación de datos y su transmisión, poniendo muchas veces en peligro sus vidas por servir incluso a dos o tres gobiernos a la vez. Al final, una abundante bibliografía y filmografía recomendada para seguir profundizando en el asunto amén de un índice onomástico con siete páginas a doble columna con nombres significativos de este mundillo y las páginas en que aparecen.

El uso apropiado de la información secreta, privilegiada, clasificada, ha sido esencial a lo largo de la historia para que los líderes tomaran las decisiones apropiadas.

Tema interesante al que me he asomado de forma estructurada y global de la mano del autor, explicando claramente lo que es y lo que no es un espía, un servicio secreto, un servicio de inteligencia y las diferentes formas habidas a lo largo de la historia: desde los exploradores que mandaban por delante los ejércitos en la antigüedad hasta los modernos sistemas electrónicos que han saltado a la luz últimamente en los casos de Edward Snowden o Julian Assange entre otros. Un documentadísimo relato de personajes y gobiernos a lo largo de la historia que permiten formarse al lector una magnífica idea de este mundillo que está resultando vital en la actualidad para contrarrestar acciones terroristas cada vez más sofisticadas. El apartado de errores —cagadas usando la expresión del libro— es especialmente significativo para conocer la problemática de este círculo que cada vez nos asfixia más a todos los que llevamos un teléfono inteligente en nuestros bolsillos. Una lectura muy entretenida y con mucho «jugo» en un tema bastante desconocido y lejano a lo que en la novelística negra estamos acostumbrados a leer. Como se recomienda en la contraportada, «Disfruten de este viaje a través de la historia con la esperanza de aclarar el oscuro mundo de la inteligencia y, en el momento de concluir su lectura, llegarán a la conclusión de que todo es mucho más sencillo de lo que pensaron. El espionaje y la inteligencia no son más que otra cara del poliedro que conforma la humanidad que habitamos».

Para llegar a la condición de espía hay que tener cierta mala uva y actuar de forma clandestina y, por supuesto, con engaño. Aparentando ser lo que no es.

Todo lo que el espionaje ha logrado en seguridad con la participación de la ciencia, lo ha perdido en romanticismo, humanidad, ingenio y asombro.

Para lectores interesados, libros sobre este tema, con otro cariz más detallista, reseñados en este blog, «Vigilancia permanente», de Edward Snowden o «Las grandes operaciones del Mossad», de Michael Bar-Zohar, Michael y Nissim Mishal.


Podemos escuchar una entrevista con este autor muy ilustrativa sobre este libro en este enlace 

martes, 3 de diciembre de 2019

Diario de una dama de provincias, de E.M. Delafield

E.M.Delafield es en realidad un seudónimo de Edmée Elizabeth Monica Dashwood, adoptado para diferenciarse de su madre, la novelista Henry de la Pasture. Inglesa, nacida en 1890, llegó a entrar en un convento (experiencia contada en su novela «The Brides of Heaven (1931)»), del que se salió para contraer matrimonio con un ingeniero y marchar al sudeste asiático. De regreso a Inglaterra, se instaló en la pequeña localidad de Devon. A sugerencia de una editora, empezó a escribir el devenir diario —parcialmente auto biográfico— de una dama en una ciudad de provincias, que llegó a alcanzar gran fama desde su aparición como una columna publicada en la revista feminista y liberal «Time and Tide». Posteriormente su recopilación dio lugar a este libro y otros como «La dama de provincias prospera», «Una dama de provincias en América» y «Una dama de provincias en tiempos de guerra». Fue una escritora muy prolífica con una cuarentena de novelas. Murió en 1943.

La protagonista vive en una casa de campo en compañía de su marido y sus dos hijos, amén de una gata —Hellen Willis— y el personal de servicio de la casa; entre ellos una temperamental cocinera e institutriz francesa. Los sucesos internos de la casa y la vecindad conforman su vida, que va reflejando en un diario con algunas reflexiones propias que marcan una cierta distancia con lo que acontece día a día. La participación en actividades locales supone una dura lucha cuando no enfrentamiento en mantener a raya su intimidad ante las incursiones de sus vecinas. Sus preocupaciones, sus reflexiones, sus triunfos y sus fracasos en el día a día dan contenido a esta historia que refleja la vida en el campo de la Inglaterra de los años cuarenta del siglo pasado; un retrato irónico de lo que se supone que la sociedad espera de ella y su familia, aunque ella no hubiera querido vivir. Desahogo personal frente a una vida hogareña en la que se mezcla el aburrimiento y el hartazgo.

Amén de sus vecinos, un marido muy lejano que se duerme tras las páginas del Times y unos hijos que cuidar y comparar con otros vecinos conforman una vida anodina que la protagonista trata de llenar de luz con un relato bien escrito pero sin un peso argumental con el que enganchar al lector: en algunas ocasiones he tenido que vencer la tentación de saltarme algunos días en el convencimiento de que podría seguir leyendo más adelante sin haberme perdido hechos importantes para la continuación de la lectura. División de opiniones entre los integrantes de un club de lectura que han estado de acuerdo en que alguna mueca de sonrisa llega a producirse teniendo en cuenta que se trata de humor inglés no siempre bien entendido por un español. Se lee rápido y fácil, —208 páginas, 56.409 vocablos— pero lo hilarante y divertido que parecía iba a surgir por doquier no lo he encontrado: no me ha gustado. En mi caso, los comentarios y las situaciones, supuestamente hilarantes y divertidas, no me han llegado a sacar siquiera una sonrisa. Humor inglés, supongo, que no entiendo. Entretenido a ratos, lo he acabado por la obligación que ha supuesto el ser pieza de un club de lectura. Comentarios sobre el mismo que he podido leer… ¿Apasionante diario? ¿Brillantes acontecimientos? ¿Adelantada a su tiempo? ¿Pequeña joya literaria?... son, a mi juicio, exagerados.


domingo, 24 de noviembre de 2019

Contra todos los dioses, de A.C. Grayling


Anthony Clifford Grayling, autor y filósofo británico, nació en Luanshya, Rodesia del norte —actual Zambia—, en 1949.Su infancia transcurrió en su lugar de nacimiento y Malawi, trasladándose posteriormente a Gran Bretaña donde fue profesor de universidad en humanidades y filosofía. Es autor de una treintena de libros sobre filosofía, biografía, historia de las ideas, derechos humanos y ética. Miembro de diversas entidades nacionales e internacionales, entre ellas el Foro Económico Mundial, escribió en diarios como The Guardian y colaboró con medios como la BBC en temas de ciencia y sociedad. Ha dado conferencias en muchos países del mundo y recibido numerosos premios a lo largo de su vida. A sus setenta años continúa residiendo en el Reino Unido.

La sinopsis de este libro queda perfectamente reflejada en sus alegaciones iniciales:

Ha llegado la hora de subvertir la idea de que el credo religioso merece respeto por sí mismo, y de que debería tratárselo con guantes de seda.

Ha llegado la hora de rechazar tener que andar de puntillas al pasar junto a las personas que reclaman respeto, consideración, un trato especial o cualquier otra forma de inmunidad, por el simple hecho de tener fe religiosa, como si tener fe fuera una virtud privilegiada, como si fuera más noble creer en afirmaciones sin fundamento y en antiguas supersticiones.

Ha llegado la hora de decirles en voz alta a los creyentes que sus decisiones personales son irracionales, y que sus elecciones en la esfera privada pueden ser dudosas. Todo el mundo es libre de creer lo que quiera, siempre y cuando no moleste (ni coaccione, ni mate) a los demás, pero nadie tiene derecho a reclamar privilegios por el simple hecho de ser devoto de una u otra de las muchas religiones del mundo.

En su interior seis discusiones sobre la religión y un ensayo sobre la bondad que llevan al lector a reflexiones del autor sobre el tema yendo, en sus palabras, «directamente al grano y con calculada brevedad y concisión». Los diferentes apartados del libro son muy reveladores: ¿Debemos respeto a las religiones?, ¿Puede ser fundamentalista un ateo?, Una aclaración terminológica: secularismo, humanismo y ateísmo, La corrosión de la razón, Basta tender un puente, La agonía de la religión y La alternativa: el humanismo.

Estamos ante un texto breve, muy breve, pero de un contenido explosivo y muy significativo; sus 96 páginas conteniendo 11.500 vocablos se leen en un santiamén, aportando una colección de ideas reveladoras sobre el mundo de las religiones con las que se podrá estar de acuerdo o no. Los lectores que se vean atraídos por los planteamientos pueden acudir a otros libros de este autor (What Is Good?, The Choice of Hercules o The Meaning of Things) para ampliar con mayor detalle las sucintas ideas que son expuestas aquí. En el fondo, se trata de ofrecer al lector razonamientos que defienden una concepción laica del mundo en el que las ideas religiosas deberían concernir estrictamente a la esfera interior de los individuos y no servir de base o excusa de ningún discernimiento sobre ellas o de aplicación a otros ámbitos sociales.

Algunos párrafos extractados de su contenido
 
Para mantener el poder sobre los crédulos, el cristianismo se ha reinventado a sí mismo tantas veces, y con una hipocresía tan pasmosa, que un monje medieval que resucitara hoy, como el de Woody Allen en El dormilón, sería incapaz de reconocer esa fe que lleva el mismo nombre que la suya.

«La fe es aquello por lo que muero, el dogma es aquello por lo que mato».

Ninguna comunidad religiosa, como institución, tiene más derecho a reivindicar las atenciones del resto de la sociedad que un sindicato, un partido político, una organización de voluntariado, o cualquier otra comunidad de intereses particular (pues eso es exactamente lo que son las iglesias y las comunidades religiosas: «comunidades de interés particulares»).

La buena ciencia alienta los cuestionamientos rigurosos y las pruebas; casi todas las religiones, al menos en alguna época de su historia, han matado a quienes las cuestionaban.

Las teorías botánicas o meteorológicas no han provocado jamás ninguna guerra; la mayoría de las guerras y conflictos en la historia de la humanidad pueden achacarse directa o indirectamente a la religión.