Luis Mateo Díez Rodríguez, escritor y académico español, nació en Villalbino, León, en 1942, pueblo en el que pasó su infancia hasta los 12 años en que su familia se traslada a la capital. Tras terminar estudios de Derecho ingresó por oposición en el cuerpo técnico de administración del Ayuntamiento de Madrid, ciudad en la que residió alternando su trabajo como administrativo con la creación literaria hasta su jubilación. Su bibliografía en narrativa, poesía y teatro es extensísima, habiendo recibido importantes premios literarios nacionales en su larga trayectoria, alguno de ellos en dos ocasiones. El libro que hoy comentamos, «Fantasmas del invierno» fue publicado en el año 2004. Muchas de sus obras han sido traducidas a varios idiomas e incluso alguna llevada al cine. Desde mayo de 2001 ocupa el sillón «I» de la Real Academia española.
Este es el mundo que estampa «Fantasmas del invierno»: la desgracia, la soledad, el desamparo, la condena arbitraria, el atropello, la destrucción, la violencia indiscriminada, el sojuzgamiento, la canallesca..., asuntos todos que lo ético y lo moral repudian como tasas de los hombres. Pero por Ordial pasean, la envilecida Ordial los divulga.
En uno de los años posteriores a la Guerra Civil Española, el invierno es extremadamente duro en Ordial por el frío la nieve y el acoso de los lobos hambrientos que vagan por sus calles, algunos de ellos haciéndose pasar por perros para conseguir algo de alimento. Un niño es encontrado muerto en el hospicio «El Desamparo». El relato refleja numerosos sucesos que van aconteciendo a los habitantes del pueblo, con sus vivencias y sus recuerdos, todavía intensos y cercanos por mor de la Guerra, que hablan de culpas, pérdidas y remordimientos que no están ni mucho menos cerrados y tampoco olvidados y asumidos. La atmósfera asfixiante de la ciudad, antaño importante, ahoga a sus habitantes que bregan en el quehacer diario subsumiendo a un lector que asiste a la cruda realidad de los personajes y sus historias.
En la emisora clandestina «A salto de mata», tolerada por las autoridades, se escucha al locutor: «Escucha Ordial… y tiembla si tienes juicio. Escucha esta voz que resuena en tu conciencia pecadora porque es mucho de lo que tienes que arrepentirte…» mientras suena de fondo la música del «Orfeón de huérfanos ferroviarios»…
490 páginas en la edición impresa, 118.177 vocablos en la digital, aunque en esta edición electrónica hay una larga introducción, que representa una cuarta parte del texto, con reflexiones acerca de este libro, el autor y su obra en general. Yo recomendaría o bien no leerla o hacerlo al final, por aquello de no hacerse conjeturas previas a la lectura, pero no deja de ser una opinión personal. Recomiendo al lector abrigarse bien porque el frío y la nieve «salen» de las páginas del libro y envuelven al lector hasta sumirle en un estremecimiento prolongado. Aunque el pueblo es ficticio, puede considerarse un canto a los pueblos de Castilla que tan bien conoce y describe el autor. Desde los primeros momentos, con numerosas historias presentes y pasadas de un centenar de personajes magistralmente dibujados, un universo asfixiante envuelve a un lector que en algunas ocasiones puede verse confundido y llegar a sentirse perdido en la continuidad de los hechos. Una montonera de historias, sobrecogedoras casi todas, contadas con un lenguaje magistral, atractivo y que no dejará indiferente al leedor que disfrutará convirtiendo en imágenes las sugerentes descripciones. Un muy, pero que muy, buen libro que releeré de nuevo más adelante.